Bea siempre ha querido casarse "mis amigas se reían porque lo tenía todo planeado, ¡antes incluso de tener novio!", pero jamás habría imaginado que en la época de Residente de Medicina encontraría al amor de su vida, Rodrigo. Los pasillos del hospital fue el primer lugar en el que se vieron, "cuando nos conocimos fue bastante flechazo", y nos sigue contando, "empezamos a frecuentar más la biblioteca para coincidir y como era algo recíproco, en un par de meses estábamos saliendo. Fue todo bastante fácil y bonito". Cinco años después han pronunciado su gran sí en una ceremonia religiosa en la Colegiata de Toro, y ella enfundada en un vestido de novia de inspiración medieval de Sara Lage, nos ha enamorado.
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Para nuestra protagonista, lo más importante a la hora de elegir diseño fue, "le di mucha importancia a estar cómoda porque me casaba en el campo, la cola no era kilométrica y se enganchaba arriba quedando igual de bonita para el baile. Quería que fuera una pieza única, nada de desmontables, así darle el protagonismo que merecía el vestido y disfrutar de él toda la boda sin necesidad de cambios".
"Lo verdaderamente importante es ser fiel al estilo de cada una" nos explica respecto al momento que vivió al diseñar su look, ya que entre tantas opciones, inspiraciones, estilos y tejidos puedes terminar equivocándote del camino. "Es ver el vestido que siempre soñaste y no dejarse influenciar por tendencias ni elegir antes al diseñador que al propio diseño del vestido", un detalle importantísimo que todas las futuras novias deben de tener en cuenta si van a hacérselo a medida.
En su caso nos asegura que siempre tuvo claro cómo se vestiría para este momento, qué era lo que le gustaba, y la modista Sara Lage hizo su magia. "Desde pequeña he dibujado mucho y siempre me gustó diseñar ropa, pero fue en la universidad al unirme al grupo de teatro, donde hacía los disfraces, cuando me empezó a interesar cada vez más el mundo de la moda" relata. Bea sabía que quería algo romántico, "en cierto modo bucólico con un aire de princesa medieval y sobre todo que no se pareciera a nada de lo que había visto antes".
La inspiración de las mangas con volumen
Nos explica que puso el foco en los pequeños detalles, como los encajes, las mangas, los escotes… "Pero bastante gente me dijo que el vestido les recordaba en estilo al de alguna princesa Disney, ¡supongo que de eso será culpable mi subconsciente!". Y sin lugar a dudas, lo que no pasarondesapercibidas fue la elección de las grandes mangas abullonadas, "¡nada que ver en el estilo! Pero el volumen era un guiño a las que llevó mi madre en su día" explica emocionada sobre este precioso gesto.
Se decantó por la diseñadora de Lugo Sara Lage por el lema con el que siempre trabaja, 'cada mujer es única y cada vestido debe serlo'. "Creo que influyó bastante el hecho de que yo sepa coser, porque en su Instagram veía todo lo que era capaz de hacer, la infinidad de detalles, ¡ninguna foto se parece a la siguiente!" dice. "Lo divertido es que en mi madre generó el efecto contrario dado que ella veía un montón de vestidos que no eran para nada mi estilo y no entendía por qué me había enamorado, hasta que la conoció en persona y no quedó duda alguna, es maravillosa".
Hay quienes pisan por primera vez el atelier y ya se van a casa con el boceto en mente, pero para esta doctora no fue tan sencillo. "En la primera solo hablamos y me enseñó algunas telas que le habían llegado. En la segunda me trajo seis dibujos, todos me encantaban, pero ninguno me convencía… Entonces me dijo que eligiera lo que me gustaba de cada uno, así hice y sobre la marcha hizo un vestido nuevo, ese sí, ¡fue un flechazo!" confiesa. Para la tela principal se decantaron por un acetato que tiene un delicado tacto de seda y luego optaron por materiales más vaporosos como la bambula para las mangas y parte de la decoración junto con un tejido más rústico que fue la base de todos los bordados.
En la cuarta cita, ¡el vestido ya estaba terminado! "Ahí empezó la búsqueda de encajes-velos antiguos para la cola, que era la pieza principal. Al encontrarlo, igualaron un poco el tono al del resto del vestido, pero pedí que tampoco lo dejaran como nuevo, que mantuviera parte de su color porque me parecía más auténtico" nos cuenta sobre este sutil detalle que encaja a la perfección con la idea que tenía en mente. "Después Sara y las chicas de su taller se dedicaron a descomponerlo para hacer una composición única y fuimos probando a ver cuéles quedaban mejor", y así consiguieron dar con este resultado tan impecable.
En cuanto a joyas, quiso optar por piezas sencillas para no opacar el traje nupcial, "lo único que lleve fue la sortija, que es un tresillo de Suarez con un zafiro en baguette y dos brillantes, y los pendientes (estilo años 20) también de, que me regalaron mis padres".
La naturalidad marcó la elección del maquillaje y el peinado, "me casaba en la finca familiar de mis abuelos donde me he pasado infinidad de veranos y fines de semana con mi familia, quería estar guapa, pero como en casa… Así que dentro de que era algo más especial y elaborado, llevaba mi raya al medio, coleta y alguna que otra trencita, cosas que siempre he llevado" expresa.
Un ramo de girasoles
Bea tenía ganas de llevar un ramo de aspecto silvestre, a juego con el resto de la boda, "el florista se fijo en una pequeña obsesión que tenía yo con los girasoles porque los ramos que entregamos a cuatro parejas de invitados pedí que fueran solo de esta flor, así que como guiño metió tres girasoles en mi bouquet poco antes de salir hacia la iglesia… ¡es una pasada como quedó!".
El pasado 13 de julio Rodrigo y Bea se prometieron amor eterno en la Colegiata de Toro, un municipio de Zamora. "Es una iglesia muy particular a la que me llevaban mis padres desde que tengo uso de razón. Era perfecta, fresquita por dentro y luego con un mirador espectacular al Duero, donde nos pudieron recibir todos los amigos y desde ahí salir con el todoterreno descapotable que nos esperaba".
Y como toda historia, nos cuentan una divertida anécdota sobre la elección de este lugar. "Cuando llevábamos unos pocos meses saliendo le llevé a conocer Toro y al enseñarle la iglesia se me escapó un 'que pena que no tenga pasillo central' y él no se dio por aludido, no sabía por dónde le venía el viento en ese momento… Y así es, el templo no tiene pasillo central, así que mi entrada fue por las naves laterales, rodeando los bancos por la parte trasera tras una reja preciosa que hay, quedo muy chula la entrada con mi padre con su uniforme de caballero de la Orden de Malta, yo con mi vestido de princesa y los pajecillos delante que lo hicieron ¡¡fenomenal! No podría haber quedado más bonita" recuerda.
Desde el comienzo de su relación tenían planes similares de vida, casarse y formar una familia, "aunque él no tenía mucha prisa, así que yo le metía un poco de caña con el tema. Íbamos a hacer un viaje a Florencia y pensé que sería allí la proposición, pero por unas cosas y por otras finalmente acabamos haciendo en Bélgica y obviamente no hubo ocurrió… Así que pensé que ya sería al acabar la residencia de medicina, pero un fin de semana fuimos a Toro y me lo pidió, así que se puede decir que me pilló un poco desprevenida, ¡porque ya no daba un duro por ello!".
Nos cuenta que no fue al ensayo de la boda, "a pesar de que me intentaron convencer de lo contrario, decidí ocuparme yo de hacer los vestidos de las tres niñas pajes, era una pechera de punto en lino y la faldita de bambula con detalles similares a los de mi traje. ¡Hasta poco antes de ir a la preboda estaba terminándolos! Estuvo el novio solo, fingiendo ser yo y enseñando a los pajecillos el recorrido que debían hacer". Pero no fue el único momento en el que la aguja y la tela casi la entretiene de más, "el vestido de mi madre y el de mi hermana los diseñó yo y elegí las telas. Pero luego se lo hizo una modista, no me daban permiso a hacer nada más conociendo que no se cumplir con los tiempos..." confiesa riéndose.
La celebración tuvo lugar en un sitio muy especial para la novia, "ambos somos de Madrid, pero me hacía ilusión que fuera en Villaester, una finca familiar que lleva en mi familia desde 1840, desde hace ocho generaciones. Mi abuelo paterno invirtió mucho esfuerzo en ponerla a punto para que todos los nietos la disfrutáramos y ahora mi padre y sus hermanos están haciendo esa labor. La boda fue la excusa perfecta para meter una mano de pintura y voilà, ¡¡ya teníamos sitio para la boda!!" dice. "Es un lugar que desde pequeña ha sido como un refugio, y desde que Rodrigo lo conoció también" asegura. No hay nada como vivir este importante paso en un espacio en el que has crecido.
"En el mes de julio estaba todo verde, las enredaderas y los árboles habían crecido mucho, estaba un poco salvaje; y más el trabajo de los proveedores, crearon un jardín de cuento. Aprovechando que estábamos en casa, mi madre sacó un montón de cómodas y jarrones para decorar el jardín, súper original y gracias a Dios, a mi abuela no le dio un patatús al verlo…" cuenta.
Bea quiere agradecer especialmente su trabajo a los proveedores que estuvieron junto a ellos el día de la boda:
- Vestido: Sara Lage
- Wedding planner: Bambarela
- Catering: Six Sens
- Iluminación y sonido: The boda producciones
- Flores: Manu Fernández Flores y Eventos
- Musica de cámara: Scherzo
- DJ: Miguel de Xite&Co