Atemporal, elegante, fresco, sutil, con una despreocupación muy medida y la sofisticación de la sencillez. "Ella era Nueva York, la nueva elegancia americana. Cómo no me iba a acordar de ella", nos contaba Christine Cambeiro cuando le preguntábamos por la casi cristalina inspiración de su vestido de novia. Porque fue verla caminar junto a su hermano Teodoro hacia el altar mayor donde la esperaba su prometido y que te viniera a la mente la imagen de otra mujer, igualmente rubia y espigada y, por supuesto, genuinamente americana como Christine. También el día de su boda y con un vestido que marcó una época, si es que ella no lo había hecho ya pertrechada tan solo con un vaquero, un jersey cuello cisne y un rouge de labios encarnado. Se trataba del slip dress de Carolyn Bessette con el que dio su 'sí, quiero' a John John Kennedy, un diseño en el que la ciudad de los rascacielos y la mujer que encarnaba su espíritu, tan trepidante, como urbano y cosmopolita, se unían a la perfección. Y que, tal y como vemos en las imágenes satinadas de nuestra revista, no puede ser más favorecedor en cualquiera de sus declinaciones.
Corte sirena con un ligero drapeado para realzar la figura, cola real, tejido fluido para pegarse al cuerpo y darle fluidez, escote redondeado para darle esa sencillez y comodidad propia del nuevo sport americano, tirantes y la espalda al descubierto hasta el infinito… Así era el vestido elegido por la novia de América para tomar en matrimonio al hijo del malogrado JFK y Jacquie O. la noche de 21 de septiembre de 1996 y así era también el diseño que Pronovias confeccionó para Christine para boda este pasado fin de semana. Un figurín que, sin perder de vista los patrones que Narciso Rodríguez, rizaba el rizo de la perfección, gracias al raso de seda con más empaque pero con la misma fluidez para ajustarse al cuerpo, estilizar la figura, darle fluidez al movimiento y reflejar suavemente la luz. Las miles de cuentas nacaradas que bordeaban su espalda le daban ese toque español que, evidentemente, no tienen los Hamptons.
Narciso Rodríguez, que en aquella época trabajaba como director creativo en Cerrutti, revolucionó con aquel vestido el universo nupcial gracias a una revisión de la estética lencera, hasta entonces inaudita. Era sensual, era favorecedor, ponía en valor el charme natural de la mujer… Y lo hacía sin estruendo, sin excesos, sin elementos superfluos, solo apoyándose en la limpieza del corte, la calidad del tejido y los puntos fuertes de la feminidad: escote, espalda y cintura. Sentaba las bases de la moda para novias de lo que desde hacía más de una década, otros como Ralph Lauren, Halston, Calvin Kleinm o Diane Von Furstenberg hacían plasmado sobre las pasarelas del prêt-à-porter. La americanas ya también podían ser elegantes sin pasar por la Avenue de Montaigne o Via Condotti. Era el estilo Nueva York.
Y, como contábamos en la crónica de la boda de David Summers y Christine, la mujer que le ha robado el corazón al líder de Hombres G es puro Nueva York. De hecho, aunque como es habitual en estos lares, utilizó un velo de tres metros y medio de largo para la ceremonia, que no llevaba Carolyn, contrarrestó esa 'pequeñita' licencia con la ayuda de otra americana. Porque la pareja para la eternidad de John John Kennedy, la publicista que pasó a la historia como una de las mujeres más elegantes del siglo XX cuando -casi- siempre la vimos vestida de casual y con LBD como uniforme para las grandes veladas (y ese allure era inconmensurable) calzó sandalias para su boda, mientras que Christine echó mano de otro mito made in Manhattan: Carrie Bradshaw/Sara Jessica Parker. Aunque incluso, ahí, sin querer queriendo, había españolidad en su decisión.
Porque mientras hablábamos con ella, pudimos ver el azul azulón de sus zapatos joya, modelo Hangisi.
.-"Pero si son unos…"
.-"... Manolos, sí, como en Sexo en Nueva York".
.- "¡¿Los que se deja en el vestidor de su pisazo en Madison St y…!?"
.- "… Y Mr. Big la pide en matrimonio de rodillas con ellos en la mano, sí… "
Efectivamente, Christine rompió con el blanco níveo de su vestido y el aire despreocupado y casi helenístico de Carolyn para darle una vuelta de tuerca a la sofisticación neoyorquina apoyándose en la creatividad del zapatero canario más conocido del mundo. Y el azul, ése azul satén, combinado con satén blanco del vestido, le daban un matiz veraniego y casi mediterráneo que levantaba aún más él look.