Ayer por la tarde, en la parroquia de Santa Catalina y San Agustín, en Valencia, Natalia Santos, hija de la joyera Cristina Yanes y el empresario José Luis Santos y Esteban Rivas vivieron el día más especial de sus vidas. La pareja pronunció el “sí, quiero” bajo la atenta mirada de aproximadamente 600 invitados, entre los que se escondían rostros de la alta sociedad y reconocidas figuras de distintos sectores. Un enlace que siguió con la celebración de la unión en el hotel balneario Las Arenas, propiedad de la familia de los Santos. La jornada, como no podía haber sido de otra manera, se vio marcada por el traje nupcial elegido por la gran protagonista.
La novia confió en Cristina Martínez-Pardo Cobián, alma de la firma Navascués, para la confección de su vestido, diseñadora que llevó a cabo, con su equipo, una romántica obra cuajada de matices. Creación de efecto dos piezas constituida, por un lado, por un cuerpo de escote redondo en la parte delantera y con forma de ‘V’ en la trasera, zona que también cuenta con una fina botonadura, y mangas cortas abullonadas adornadas a partir de topos. Por otro lado, una falda larga de carácter fluido y corte recto con cola.
No podemos olvidarnos de los detalles ondulantes, elementos ornamentales que dieron sentido al cuello, a los puños, al busto y al bajo. Desde que Santos Yanes llegó en un coche deportivo en gris y blanco de estilo clásico y entró a la iglesia acompañada de su padre, quien también ejerció de padrino, deslumbró con la tiara, alhaja de flores de diamantes que se perfiló como el componente más significativo de la velada, pues la lució su madre el día de su boda.
Siguiendo con la joyería, las mismas reminiscencias florales de la diadema se abanderaron, igualmente, con los pendientes. Asimismo, la novia decoró su muñeca derecha con un par de brazaletes a tono. En lo que a velo se refiere, Natalia Santos cubrió su rostro con un modelo elaborado en plumeti con larga y voluminosa cola. Por último, aunque no por ello menos importante, el ramo de flores de peonías blancas con ramilletes silvestres, una opción tan elegante como tradicional con la que se acertó por completo.