Esta entrañable pareja se conoció en Soria una noche de verano, -lugar donde ambos protagonistas nacieron y donde también veraneaban-. Unos años después de esto, por casualidades de la vida, comenzaron a salir y al poco se prometieron. La boda se pospuso previamente por la llegada de la covid, pero, finalmente, Julieta y Rafael fijaron fecha. La pareja soñaba con una boda de finales de verano , al atardecer y en la iglesia de Derroñadas. Dicho y hecho: un 3 de septiembre y al aire libre, por fin contrajeron matrimonio.
La ceremonia fue oficiada por los tíos de Rafa, en la pequeña iglesia del pueblo, y después fueron andando al lugar de la celebración. Allí los esperaban todo el jardín iluminado, los camareros vestidos con camisa blanca, los vinos, los quesos, las tartas saladas... un escenario mágico: “Queríamos algo puro y diferente, buena comida, buen vino y buena música”, nos cuentan los novios. Y si algo estaba claro desde el principio, es que el catering de Rafa, El Yugo, se encargaría de la propuesta gastronómica, que optó por ofrecer un asado en plan cóctel al aire libre, todo muy cercano y familiar (a pesar de que al evento finalmente acudieron unos 400 invitados). “Era la primera gran boda que hacía Rafa y queríamos que fuera especial. Los corderos procedían de la finca familiar en Extremadura y los ocho cortes de carnes y verduras los obtuvimos del entorno”, nos cuentan estos novios que, finalmente, pudieron celebrar su gran boda local y sostenible soñada, su cuento de verano.
Mesas y bufet
● De la decoración se encargó La Filomena, de la mano de Pilar Ridruejo, madre de la novia, que ha sido estilista de decoración durante años en revistas y ahora tiene su negocio de artesanía.
● Para los aperitivos, contaron con jamón de la familia de Rafa y con dos mesas enormes de quesos de Formaje, de Cultivo y de La Charcutería de Octavio. También pusieron unos entrantes realizados por Hermanas Arce, uno de sus restaurantes favoritos en Madrid, que prepararon pissaladières, tarta tatin de puerros, exquisitas ensaladas y unas pavlovas increíbles para el postre.
Decoración
● Una guirnalda de mimbre para la iglesia, y peanas, copas y cestas tanto en la iglesia como en el lugar de la celebración.
● Deshicieron tapias para volver a construirlas, prepararon de cero toda la iluminación del jardín y pintaron la planta baja.
● Los arreglos florales se hicieron con la vegetación del entorno: ramas y hojas de encinas, robles, trigo y flores silvestres y algunas clavelinas que hacían un guiño al origen andaluz del novio.
El asado
● Servido de la manera más campestre: tipo cóctel al aire libre, cercano y familiar. Los corderos procedían de la finca familiar en Extremadura y los ocho cortes de carnes y verduras se obtuvieron del entorno.
● Tras el momento de la ceremonia, llegaron al lugar de la celebración y allí los esperaba todo el jardín iluminado, los camareros (y primos lejanos de Rafa) vestidos con camisas de The Nook Store, los vinos, los quesos, las tartas saladas y una genial humareda del asado que recreó un escenario mágico.
Detalles especiales
● La selección de los vinos fue de La Alquimia, el bar de vinos naturales de Julieta en Madrid. Completaron la bebida con distintas cervezas de La Virgen. La boda fue un verdadero festín hecho con muchísimo cariño y atención.
● Estuvo todo el pueblo (en su mayoría familiares) implicado. La celebración fue en un antiguo colegio parcialmente abandonado y durante todo agosto se dedicaron a arreglar la jardinería, descubriendo caminos antiguos empedrados.
Con sentimiento
● “Las flores silvestres y las clavelinas formaron también mi ramo, hecho por mi madre”, cuenta Julieta.
● Esta búsqueda de familia y cercanía estaba también presente en el primer vestido de novia, un diseño antiguo de Caruncho, de su abuela. “Estuve buscando varios meses vestidos hasta que un día, por casualidad, encontré la solución en casa. Un traje sencillo y clásico que apenas tuvieron que arreglar”.
● La boda fue un verdadero festín hecho con muchísimo cariño y atención donde todo esfuerzo mereció la pena.