Sofía y Pedro se conocieron una noche en Madrid y, tras verse de nuevo una segunda vez, comenzaron su gran aventura de amor. Después de tres años de relación, Pedro tenía preparada la proposición: “Al poner todos los adornos de Navidad en nuestra casa, me dijo que faltaba por poner uno, y me pidió matrimonio. Pedro había reservado en un restaurante japonés para cenar, nos pasamos toda la cena hablando de cómo iba a ser todo”. Fue en Güeñes, un pueblo cerca de Bilbao. Puesto que el tiempo en el norte es impredecible, querían una finca con un gran salón interior y eligieron la Torre Loizaga, aunque, finalmente, el sol fue uno de los protagonistas.
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