Conexión. Es eso que se produce entre una novia y el diseñador de su vestido cuando comienzan la grandiosa aventura de idearlo desde cero y a medida. Esta química es imprescindible y es a lo que hacen referencia las que ya han triunfado en la red con su look, cuando se les pregunta sobre el tema. También ha recurrido a ello Paloma, cuyo estilismo nupcial no ha pasado desapercibido para los expertos y que celebró su gran día en Asturias. “Lo más importante a la hora de elegir un vestido de novia es encontrar a una persona con la que te entiendas, que te escuche y tenga en cuenta tus opiniones y gustos. Volvería a escoger a Lucía Incera un millón de veces. De hecho, mi hermana se casa en mayo y es ella quien está haciendo su vestido”, nos cuenta.
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Un vestido transformable
En los últimos meses, el diseño que lució en su enlace ha cosechado todo tipo de alabanzas, una propuesta desmontable en la que se recogía su esencia. “No tenía una idea clara de cómo iba a ser mi vestido, pero sí sabía que quería algo sencillo, con lo que estuviera cómoda para moverme durante todo el día. Siempre me había encantado el vestido de Carolyn Bessette, y fue una de las imágenes que le enseñé a Lucia Incera, la diseñadora de mi vestido”, nos explica Paloma. Y el proceso de creación de este diseño excepcional fue más sencillo y bonito de lo que se esperaba en un primer momento.
“Yo iba hablando, diciendo lo que me gustaba y lo que no y ella iba dibujando. Cuando me lo enseñó, me encantó. Después, empezamos a ver telas, y cuando vi la tela con la que hicimos el vestido me enamoré, una bambula, tuve claro que esa tela tenía que ser para mi vestido. Para la chaqueta decidimos jugar con otro tejido, para hacerla más especial: era un tweed que combinaba a la perfección”, apunta. Fue así como nació su look transformable de largo al tobillo, que fue evolucionando al mismo ritmo que lo hacía la propia boda y que para el baile era, ya sin chaqueta, un segundo diseño.
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Joyas vintage
Para completar una propuesta tan original, Paloma recurrió a unos accesorios muy especiales, empezando por las joyas. “Alejandro (el novio) sabe que me encantan las joyas antiguas y las esmeraldas. Escogió una sortija de pedida de los años 50 preciosa. Como también quería llevar alguna pieza especial que perteneciera a mi familia, escogí la sortija de pedida de mi abuela y unos pendientes que pertenecieron a mi bisabuela. Lo completé con la pulsera que me regalaron los padres de Alejandro el día de mi pedida, que desde el día de la boda no me la he quitado”. No obstante, según nos desvela ella misma, sus sandalias de tiras con lazada fueron un gran éxito: “eran amor a primera vista y un regalo de mis amigas”.
El otro gran complemento destacado fue su ramo de hortensias burdeos, una elección elegante y atemporal que contrastaba acertadamente con el look. “Mis flores favoritas son las hortensias y por supuesto tenían que estar en la boda. Mi amiga ‘Bego’ me mandó un día la foto de un ramo por Instagram y tuve claro que sería ese. Le enseñé esa misma foto a Conchi, de Leymar y ella se ocupó de conseguir las flores del color perfecto”.
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El peinado de las novias modernas
A este sofisticado mix de elementos, nuestra protagonista sumó la magia de un peinado que convence a todas, especialmente a las novias modernas y con el que estaba muy favorecida. “Para mi look de belleza, conté con el equipo de Mely Bueno, es mi peluquería de toda la vida y sabía que con ellas iba a ser yo. Mi look era sencillo, ya que nunca suelo hacerme peinados ni maquillarme demasiado. Una coleta baja con el pelo ligeramente ondulado y la cara despejada. El maquillaje fue muy natural con los ojos en tonos marrones y labios en color nude. Y por supuesto, gracias a la insistencia de mi hermana, conté con el equipo de Estela Belleza para preparar mi piel antes de la boda y que estuviera perfecta ese día”, señala.
Todos estos ingredientes y otros que aún no hemos desvelado sumaron para que el gran día de Paloma y Alejandro fuera inolvidable. El 17 de septiembre se dieron el ‘sí, quiero’ en el Palacio Conde de Toreno, en Malleza, Asturias. “No conocíamos el lugar antes de empezar a organizar la boda y cuando fuimos a verlo nos encantó. La finca tiene su propia capilla, lo que facilitaba mucho la logística para los invitados. Además, el palacio es un hotel que cuenta con 14 habitaciones, donde nos quedamos con familiares y amigos. El desayuno al día siguiente todos juntos fue uno de los mejores momentos de la boda”, reconoce.
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Una jornada que llegó después de muchos años de amor y una preciosa historia. “Alejandro y yo somos de Gijón y fuimos juntos al colegio. Aunque no teníamos mucha relación, en un evento del cole para recaudar fondos para nuestro viaje de estudios cuando teníamos 16 años nos conocimos más y desde entonces estamos juntos. Vivimos en Madrid, pero nos encanta volver a casa siempre que podemos”.
Organizar y decorar una boda en el norte
Cuando se comprometieron, comenzó la cuenta atrás para la boda y con ella la organización de un día repleto de detalles. La pareja prescindió de ayuda durante los preparativos, pero sí se puso en manos de Vintage Bodas, el servicio de wedding planner para coordinar el día del enlace del que dispone el propio espacio. “La organización fue sencilla, dentro de lo difícil que puede llegar a ser organizar una boda. Cuando empezamos ya había muchos proveedores cogidos, el más difícil sin duda fue el fotógrafo, pero tuvimos una gran suerte con Chus Monteserín, hizo un trabajo increíble y sus fotos nos encantan. Además, Chus nos puso en contacto con Juan Marín para el vídeo, quien superó nuestras expectativas”, señala.
En materia de decoración, los novios no quisieron caer en el exceso y apostaron por sacar a la luz la belleza natural del palacio. “Simplemente adornamos la capilla, la zona del aperitivo y el comedor con flores. Se encargó de todo Leymar. Conocían muy bien el lugar y nos aconsejaron en todo aquello que les pedíamos. Hicieron un gran trabajo, todo estaba precioso. Además, las wedding planner del palacio nos ayudaron con la iluminación de la fiesta”.
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En el recuerdo de Paloma perviven anécdotas divertidas como la que ella misma nos cuenta. "Quisimos dar una sorpresa a los invitados para animar la fiesta y nos pusimos en contacto con Fran Todolominosos. En medio de la noche apareció un robot de luces y dimos a todo el mundo palos de luces de colores. Pero la gran sorpresa me la llevé yo, me trajeron una capa de luces que fue un puntazo y con la que bailé hasta el final de la fiesta", recuerda.
"A quienes se casan próximamente les diría lo que dice todo el mundo, que disfruten al máximo ese día, pasa volando, desde el inicio de los preparativos hasta el último minuto de la fiesta. Y que se rodeen de buenos profesionales, con su experiencia consiguen que la boda sea perfecta".
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Para concluir, nuestra protagonista reconoce que se queda sin palabras, pues es difícil escoger un momento como el más especial del día. Y, aunque pueda sonar a tópico, se acuerda con especial cariño del cosquilleo con el que todo comenzó en su boda. “Me quedaría con el momento de la entrada a la iglesia del brazo de mi padre y ver a Alejandro esperándome en el altar”. Y es que pocas cosas podrían compararse a dar un paso tan significativo y ver al otro lado a un compañero de viaje desde la infancia, a quien desde entonces pasará a ser tu marido, a quien ha crecido contigo.