La boda es un gran día que los novios conciben con tiempo, unos meses de antelación en los que perfilan al milímetro cómo quieren que sea la cita más esperada, con qué proveedores desean contar y qué detalles consideran imprescindibles. Sin embargo y a pesar de toda la preparación, en el enlace pueden producirse fallos inesperados o escenas que no eran las planteadas y en estos casos conviene contar con las herramientas apropiadas para relativizar y seguir disfrutando de un día que es único. El primer paso comienza durante la organización de la celebración, que puede resultar tan emocionante como cansada y la postura de los novios será determinante. “Las metas a largo plazo como puede ser una boda que se organiza con tanta antelación y requiere de tantos pequeños detalles que llevar a cabo y atender, también va a necesitar de una buena planificación. Como todo en la vida, las situaciones podemos interpretarlas como algo relajante o como algo que nos genera tensión”, nos adelanta Patricia Flor Arasil, doctora en psicología y psicóloga jurídica y mediadora familiar.
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El enfoque es clave
De cómo interpretamos esa situación dependerá el resultado de esos preparativos y la boda posterior, apunta la experta. “Por ejemplo, si lo veo como algo que quiero que salga perfecto sin ningún tipo de fallo y con un nivel de exigencia más bien elevado, en mi sensación probablemente predominela tensión o el estrés. En cambio, si veo la situación de una boda como una en la que tengo una lista definida y organizada de las tareas que deben hacerse y de quiénes y cuándo se tienen que ocupar de dichas tareas, ello va a hacer que mi sensación de control aumente y esa tensión la llevemos a la relajación o, mejor dicho, al disfrute del proceso, donde después de la tarea 1 va la tarea 2”, explica.
En la idea de planificación temporal coincide Alejandro Galiani Mejías, psicólogo de Centro Psicosanitario Galiani, que apuesta por lo que él define como planificación consciente: “cada miembro de la pareja debe plantear cuáles son sus expectativas respecto a su ‘boda ideal’ y qué preferencias tiene dentro de ellas y, posteriormente, acordar entre ambos otras cuestiones estructurales que tengan el mayor grado de acuerdo posible”. Apunta el experto que la comunicación durante el proceso de organización de una boda es clave para que todo salga lo mejor posible y “sobre todo para que se encuentre un ajuste emocional en cada miembro de la pareja y sea un proceso de disfrute y no de malestar o estrés”.
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Manejar la incertidumbre
Es precisamente Alejandro Galiani, psicólogo de Centro Psicosanitario Galiani, quien habla de un término que puede dar vértigo a las parejas, pero que, al fin y al cabo, siempre estará ahí. “Al igual que en cualquier cuestión de la vida, en la organización de una boda entra en juego con un papel muy relevante el concepto incertidumbre, es decir,resultará imposible ‘controlar’ todos los escenarios posibles que se van a poder producir durante la preparación y por supuesto también durante la celebración en sí”, recuerda. Por ello, para hacer frente a esto conviene centrarse en el presente y entender que hay pensamientos que restan: “es importante preparar todo de la mejor forma que esté en nuestras manos, sin caer en anticipaciones ni pensamientos catastrofistas que nos generen malestar y no nos permitan disfrutar del proceso”.
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Lo demuestran numerosas parejas durante los preparativos de su boda y lo confirman los profesionales del sector: existe una delgada línea entre ser un apasionado del proceso y conseguir que la cuenta atrás se convierta en un motivo de ansiedad. “La famosa ansiedad o tensión aparece justo en este momento, en el que sentimos que hay cuestiones que escapan de nuestro control. Cuando lo que ocurre es que nos faltan recursos”, señala Patricia Flor. La experta indica que hay que saber diferenciar entre que a la pareja le falten recursos (por ejemplo, tener poco tiempo, que puede resolverse al contratar a una wedding planner) y pensar que hay escenarios que se escapan de nuestro control (“como por ejemplo, que la fecha de la boda llueva o no”).
Señala la experta que esta segunda opción es más preocupante: “podrían llamarse miedos anticipatorios o ansiedad anticipatoria. Cuando existen esta clase de miedos podemos plantear dos visiones o posturas: ¿se trata de un miedo racional o irracional? y luego ¿qué sí dependería de ti y qué no dependería de ti en caso de que eso sucediese? Cuando más pongamos el foco en aquello que sí dependerá de mí, mayor seguridad o sensación de control tendré”.
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Un problema sin solución
Las dudas y ‘pesadillas’ durante los preparativos pueden surgir y contar con las herramientas adecuadas para pasar página es fundamental, pero ¿qué pasa cuando algo sale mal durante la boda y no tiene solución? “Es muy probable que encontremos situaciones inesperadas o contratiempos que no debemos percibir como errores, sino más bien como cuestiones propias a la organización de una boda. Por supuesto, será crucial que ambos miembros de la pareja se apoyen entre sí y todas las decisiones que se tomen estén consensuadas, de cara a que si algo no sale como se esperaba, ambos compartan el mismo nivel de responsabilidad sobre la decisión que se acordó”, recomienda Alejandro Galiani Mejías.
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No existe, por tanto, una solución en forma de barita mágica para cuestiones inesperadas, pero sí es posible concienciarse y apostar por ejercitar nuestra flexibilidad cognitiva, un término que nos explica Patricia Flor. “Es la capacidad de valorar varias opciones. Por ejemplo, imagina que te gustaría que sí o sí fuese el o la fotógrafa X quien asistiera a tu boda para las fotos. ¿Qué pasa si te dice que no puede en esa fecha? Antes de preguntarle podemos tener "bajo la manga" una u otras opciones. En otras palabras, no limitarnos solamente a una única opción, e ir practicando la flexibilidad cognitiva a través de los preparativos para el día de la boda. De esta manera podemosir entrenando nuestra flexibilidad. Antes de decidir, tener tres opciones que nos gusten también y hacer lo que yo llamo: ¡dejar que el destino elija!”.
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Siempre resiliencia
Los expertos han confirmado que los novios, sin duda, deben estar preparados para imprevistos, pero han de vivir con la tranquilidad de saber que son comunes en todos los enlaces. “La cuestión más importante para poder gestionar los contratiempos será aceptar que no todo saldrá tal y como se espera. Esto no significa que debamos dejar cuestiones ‘a medias’ o sin preparar, pero sí ser conscientes de que probablemente haya cuestiones que no salgan como teníamos previstas y así poder gestionar la frustración que se sentirá en esos momentos”, matiza Alejandro Galiani Mejías, psicólogo de Centro Psicosanitario Galiani.
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Es ahí cuando entra en juego la resiliencia, un valor importantísimo según Patricia Flor Arasil, doctora en psicología y psicóloga jurídica y mediadora familiar: “Es la capacidad de adaptarse a las situaciones adversas, como puede ser algún imprevisto previo o durante el día de la boda. Trabajar la resiliencia y practicar la meditación podría ser útil. En caso de que ocurra algún imprevisto el día de la boda, un truco rápido podría ser cambiar el famoso foco atencional. Cuando algo negativo ocurre, nuestra emoción en ese momento cambia, y podemos sentirnos más tristes o frustrados/as, por eso es importante conocer algún truco que nos ayude a cambiar el foco. Para ello, podemos tener en cuenta el ratio 1:5, es decir, habiendo detectado el imprevisto, buscar cinco cosas que sí han salido bien hasta el momento”, recomienda.
Pero, por encima de todo, es momento de ayudarse mutuamente, de mirar las circunstancias desde el prisma positivo porque, apunta Alejandro Galiani: “el apoyo entre los miembros de la pareja, establecer una adecuada comunicación emocional y tener las decisiones bien consensuadas, jugarán un papel fundamental a la hora de poder gestionar adaptativamente los contratiempos que se encuentren”. Y seguro que cualquier problema parecerá mucho menor.
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