Alessandra estaba situada tras la ventana y, como el protagonista de La ventana indiscreta, la famosa película de Alfred Hitchcock, observaba todo lo que pasaba al otro lado del cristal. Las góndolas y los water taxi llevaban a los invitados a la iglesia Santa María Assunta detta 'I Gesuiti' en el sestiere de Cannaregio de Venezia y, mientras, ella bebía una taza de té al tiempo que sus maquilladoras y peluqueras trabajaban. Aunque este arranque podría parecer sacado de una novela, lo cierto es que es parte de la historia de Alessandra Putin Ghidini, hija del industrial italiano D. Alberto Putin Bertacche y de la Cavaliere della Repubblica Italiana Dª Nora Ghidini Ghidini. Esta imagen tuvo lugar el pasado 24 de septiembre, el día de su boda con Borja Frías Leal, hijo de D. Ignacio Frías Gimeno y de Dª María Asunción Leal.
En imágenes: todos los detalles de la boda de Alessandra Putin Ghidini y Borja Frías Leal
Su historia de amor
Borja y Alessandra se conocieron como muchos, durante su etapa universitaria. Los dos estudiaban derecho en la misma facultad. Y aunque congeniaron en cuanto se conocieron, su relación surgió tiempo después. “Nunca tuvimos prisa ni presión por hacer nada, disfrutamos de cada minuto y de cada etapa. Llevamos 12 años juntos y es como si no hubiera pasado el tiempo entre nosotros. Luego me pongo a analizar las diferentes aventuras… y son muchísimas. ¡Y las que nos quedan!”, nos dice Alessandra.
La novia nos explica que ella nunca había sido de esas chicas que sueña con “la boda perfecta” y, aunque alguna vez habían hablado de casarse, fue más bien de forma anecdótica. “¡Pero Borja fue capaz de sorprenderme después de 12 años de relación! Cuando me lo pidió fue simplemente sensacional, cien por cien fiel a su estilo, discreto, elegante y sincero. Me dedicó unas palabras maravillosas y me regaló un anillo espectacular de diamantes baguette. Yo rompí a llorar y, por supuesto, pronuncié un ‘sí quiero”.
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Una boda en Venecia
Alessandra nació en Madrid, pero sus padres son italianos -su madre es lombarda, su padre del Véneto-. Por eso, cuando llegó el momento de empezar a organizar la boda, y fiel a su sangre Made in Italy, tuvo claro que quería casarse en Italia. “Siempre tuve una conexión especial con Venecia. Siempre fue, para mí, la más bonita del mundo. Su melancolía y su fastuosidad son propias de una ciudad que tiene mucho que contar. Historia, arte, amor, diversión, misterio, decadencia… para mí es un lugar que provoca un torbellino de sensaciones inexplicables. Ya desde pequeña me atraía, me fascinaba”.
La boda tenía que ser cien por cien veneciana y eso implicaba, entre otras muchas cosas, elegir escenarios adecuados para un enlace en el que el romanticismo y la teatralidad, tan propia de la ciudad de los canales, se daban la mano. La ceremonia religiosa tuvo lugar en Santa María Assunta detta 'I Gesuiti' en el sestiere de Cannaregio, una majestuosa iglesia que alberga, entre otras muchas, una obra de Tiziano y otra de Tintoretto. La celebración fue en el Palazzo Pisani Moretta, uno de los más representativos de la ciudad. Se trata de una construcción del siglo XV situada en el Gran Canal en la que también hay maravillosos frescos y cuadros de Tiepolo, Guarana, Angeli… “Soy una persona absolutamente sensible a la belleza y al arte, para mí era importante elegir sitios que tuvieran profundos significados”.
Alessandra nos explica que durante un año estuvo viajando constantemente a Venecia para poder organizarlo todo. “Reconozco que los viajes fueron tremendamente divertidos con Borja y con mis padres que me ayudaron muchísimo. Elegimos un equipo veneciano de wedding planners, K-Luxury, y no pudieron ser más maravillosas. Estuvieron atentas hasta el mínimo detalle, fue fácil trabajar con ellas porque son grandes profesionales”.
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El vestido de Alessandra
La mayoría de novias y diseñadores nupciales suelen coincidir en que el vestido de la novia debe ser un diseño que represente la personalidad de la mujer que lo va a llevar. Algo que también compartía Alessandra. En su interior tenía muy claro lo que quería. Por eso, después de visitar muchos ateliers, un día brotó la idea. “Un día me puse a dibujar, y a la primera salió lo que llevaba dentro, mi vestido ideal. Se trataba de un vestido ceñido con escote asimétrico en seda satén de color marfil, fluido, sencillo. Pero a la vez tenía que tener un componente veneciano: una imponente capa pondría la teatralidad necesaria al evento. La seda, venida de Japón, tenía una caída propia de vestidos de novia de primeros del siglo XX. Lo elaboraron perfectamente a medida para mi en alta costura”, nos explica.
Y si el vestido nació de una forma tan especial, el resto de detalles de su look nupcial estaban llenos de significado y simbolismo. Alessandra llevó unos elegantes guantes de seda con los que se casó su madre 50 años antes. Suyos también eran los pendientes. “Fueron un regalo que le hizo mi padre. Son de aguamarinas y brillantes, ¡fue un orgullo poder llevarlos! La aguamarina es de mis piedras preciosas favoritas, ¡son una pasada!”. Sobre el cabello, recogido en un moño elaborado, lució una preciosa tiara que un maestro joyero creó especialmente para ella. “¡Le enseñé el vestido y él se inspiró!”, asegura.
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Una preboda muy especial
“Cuando decidimos casarnos en Italia, tuve claro que quería que fuera en Venecia, pero la preboda tenía que ser en el Castello Bissari Sforza Colleoni, que pertenece a mi familia. Es un sitio lleno de recuerdos de infancia, donde mis hermanos y yo fuimos bautizados y donde hemos celebrado todo tipo de reuniones, ceremonias y festejos familiares. Es un lugar muy importante para nosotros y quería recibir a mis invitados allí, mezclar mi vida italiana con mi vida española. Fue muy emotivo. Sentimental al mismo tiempo que divertido reunir a familia y a amigos en el Castello, gente que vino de muchísimas partes del mundo”, nos explica Alessandra.
Para ese momento tan especial, la novia se decantó por otro maravilloso vestido inspirado en los años 50. “Lo acompañé de una gran pamela con un lazo. Me sentí muy cómoda con ello”, asegura.
Alessandra nos cuenta que aquellos días fueron muy especiales. Fueron días mágicos que compartieron con sus familiares y amigos más queridos. Personas importantes para ellos que los acompañaban en una de las mayores aventuras de su vida. “Lo más especial en aquellos días fue sentir que el ser humano se renueva constantemente. Con amor puedes llegar a descubrir sensaciones nuevas que nunca has sentido antes. Borja y yo lo vivimos así”.