Paula es protagonista de una historia de amor que para muchas mujeres solo existe en películas de Nora Ephron u otras novelas románticas superventas. "Iñigo y yo nos conocimos en 2011, cuando estábamos estudiando segundo de Bachillerato, y desde entonces no nos hemos separado, hemos crecido juntos", nos desvela. Hace más de una década, sin saberlo por aquel entonces, esta novia ya había dado el 'sí quiero' a su primer amor, pero nadie hubiera podido anticipar que aquella promesa adolescente superaría todos los estragos del tiempo: "Él tenía tan claro que íbamos a acabar casándonos que aquel mismo año me hizo un vale por un anillo de diamantes, y diez años después, el día de nuestro aniversario, pude canjearlo por el de verdad".
El vestido de novia de una experta en moda
Como periodista especializada en moda, Paula pasa su día a día describiendo los espectaculares trajes que protagonizan la crónica social. Está expuesta a tantos estímulos e ideas que, al momento de escoger el vestido más especial de su vida, toda esa experiencia podía jugar en su contra.
Por suerte, dio con la persona indicada para guiarla en el camino: "Yo creo que lo importante a la hora de elegir firma para tu vestido es, sobre todo, que tengas feeling con esa persona, porque el diseño puede modificarse, pero si no sientes conexión con la persona que lo está creando, el proceso va a ser complicado. Yo visité varios ateliers y tuve un flechazo instantáneo con Cristina Valenzuela, que supo captar mi esencia desde el principio y lo hizo súper fácil".
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Si bien nuestra protagonista no tenía una idea clara de lo que estaba buscando, sí sabía que su futuro estilismo nupcial debía contener iguales dosis de clacisismo y teatralidad, elementos que pueden parecer opuestos pero forman parte intrínseca de su personalidad: "Soy bastante básica vistiendo, pero en ocasiones especiales me encanta arriesgar y adoro los juegos de volúmenes, por lo que la intención era reflejar esa dualidad, y creo que lo conseguimos".
Mangas de flores de organza y un velo bordado
Paula juró amor eterno a Iñigo con un precioso vestido de base limpia y sin apenas costuras a la vista en crepe, escote en forma de 'v' y unas imponentes mangas abullonadas realizadas con flores de organza, que -admite la novia- "acaparan todas las miradas". Tal fue el protagonismo de las mangas que no fue necesario añadir diademas, broches o joyas vistosas. En su lugar, completó el look con unos delicados pendientes de diamantes de Aristocrazy, regalo de sus padres, y un velo de tul muy original.
La opulencia de los pétalos que recubren las mangas del diseño podría dejar a cualquier complemento en un segundo plano, a excepción del velo de Paula: "A Cristina se le ocurrió adornar el velo con las mismas flores, que tuvieron que recortar una a una para conseguir el efecto degradado, y el resultado fue totalmente espectacular, digno de princesa de cuento y, como yo quería, 100% fiel a mi esencia".
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Un look de belleza natural
La elección del peinado, a cargo de Paula Guzmán, fue tan lógica como estratégica: "Me encanta la frescura y naturalidad que transmiten siempre sus looks, y ella hizo el proceso muy fácil". Una coleta alta, pulida, con una hermosa caída de ondas y tres diminutos apliques florales, en sintonía con la delicadeza del conjunto. "Como el vestido era tan marcado y las mangas tan espectaculares, ambas teníamos claro que lo ideal era cederle el protagonismo y despejar el cuello y la espalda", detalla la novia.
En la misma línea, Guzmán realizó un maquillaje de acabado luminoso y aterciopelado que resaltaba la tez bronceada de Paula, quien descartó los populares ojos ahumados en favor de un beauty look fiel a su personalidad: "Quería algo natural y que fuera similar a lo que yo suelo hacerme para no verme disfrazada. Me encanta el aspecto jugoso que consiguió, así como el delineado y la sutil sombra satinada que aportaba frescura".
Un ramo pastel, símbolo del amor
Las flores cumplen un rol primordial en la decoración de cualquier enlace, pero en el caso de Paula, también estuvieron presentes de pies a cabeza en su estilismo, de modo que solo faltaba definir cuál sería el ramo perfecto para este maravilloso conjunto. "Desde siempre me han encantado las peonías, así que tuve suerte porque en la fecha de mi boda todavía se podían adquirir y estaban preciosas" -explica la periodista- "Me decanté por llevarlas en rosa (mi color favorito), pero en versión muy pastel para que no rompiera mucho". Estas flores son una especie primaveral de vida muy corta y, curiosamente, su variedad rosa pastel simboliza en la tradición japonesa la unión en matrimonio.
Fue a través del ramo que nuestra protagonista consiguió añadir un toque de color a este look tan especial sin llegar a sobrecargarlo. Se lo encargó a Marta Azpeitia, responsable a su vez del resto de arreglos florales de la finca: "El vestido ya era muy potente, así que tenía claro que tenían que ser tonos muy suaves", confiesa la periodista. Por recomendación de Marta y su compañera Paola, complementó el ramo con eucalipto, hypericum y astrantia en blanco. El toque sentimental perfecto lo otorgó el lazo con el que lo ató, una cinta de raso gris de la marca Bouquet con los nombres de sus cuatro abuelos bordados, un regalo de sus tíos y primas para tenerles muy presentes en su gran día.
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Un verano especial en Madrid
Después de once años juntos, Paula e Iñigo -quien vistió un chaqué azul marino de Bon Vivant- habían imaginado más de una vez cómo sería el día en el que se darían el 'sí, quiero', pero la realidad de organizar al milímetro ese eterno recuerdo no estuvo exenta de complicaciones. Nuestra novia se puso manos a la obra valiéndose de su experiencia en el sector nupcial: "No contamos con wedding planner, lo hicimos todo nosotros. Al trabajar en el mundo de la moda y las bodas tienes una gran sobrecarga de información, lo cual es genial porque conoces todo el abanico de posibilidades que existe". Admite, sin embargo, que esto no deja de ser un arma de doble filo: "A la vez, eres extremadamente exigente y te acabas comiendo la cabeza por cosas que realmente no son tan importantes".
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La pareja sabía desde un principio que quería darse el 'sí quiero' en verano: "Yo soy una loca del buen tiempo y teníamos claro que queríamos huir de la lluvia". Sin rastros de nubes en el cielo, el enlace tuvo lugar el pasado 1 de julio por la tarde en la iglesia de San Jerónimo el Real, en Madrid.
A lo largo de cinco siglos, este imponente monasterio neogótico ha sido sede de incontables bodas aristocráticas y nombramientos reales, un escenario mítico ahora añade a su historial esta mágica unión: "Lo más especial del día fue el hecho de reafirmar que quieres estar toda la vida con esa persona, aunque lleves años juntos y te lo hayas dicho mil veces. Además, ver en un mismo lugar a toda la gente que te quiere junta es algo indescriptible y súper emocionante".
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El atardecer en el campo
Entre aplausos y lágrimas de felicidad, los recién casados partieron en un lujoso Rolls Royce Corniche Cabrio perteneciente a Coches Únicos by Nacho de Villota al posterior banquete celebrado en el Soto de Mónico. "Vimos más de diez fincas, pero al final nos decantamos por la que nos gustaba desde el principio", nos comenta Paula. En lo relativo a la decoración, tomaron como base la abundante vegetación del recinto para crear un ambiente "clásico pero fresco" utilizando una misma paleta crómatica, presente desde la invitación y la papelería -obra de las chicas de Kuramae- hasta las flores.
Los invitados disfrutaron del atardecer en los jardines de estilo mediterráneo de la finca con vista a un campo de pistachos. No fue un espectáculo casual, los novios eligieron deliberadamente una de las semanas de más luz del año: "Nos gustaba la idea de que anocheciera tarde para que la ‘hora dorada’ coincidiera con el cóctel".
Al caer la noche, se iluminaron los alrededores de la finca con unas microluces cual luciérnagas, cortesía de Luces de Cuento, de las que Paula se declara 'fan' empedernida. En el techo del salón, unas cadenas de pequeñas lucecitas y esferas de vidrio colgantes aportaron ese aspecto etéreo de cuento de hadas a la romántica cena, seguida de un fiestón que jamás olvidarán.
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Haciendo balance del gran día, nuestra protagonista destaca la importancia de ser fiel a los valores de la pareja y no dejarse llevar por la cantidad de opciones disponibles: "Al haber escrito acerca de tantas bodas, de todas coges ideas, pero es clave que todo tenga una continuidad y represente a los novios. A mí, por ejemplo, me encanta ver las bodas bohemias en la playa, pero no tienen nada que ver con mi estilo".
Una vez finalizadas las pruebas de vestuario, la selección de la iglesia, la música o el menú, Paula puede confirmar que todos los clichés que existen sobre las bodas contienen su punto de verdad y ofrece un consejo para las parejas que estén por embarcarse en esta misma aventura: "Yo diría que disfruten de la preparación también, porque al final la boda son unas horas pero todo lo demás son meses de preparación junto a tu futuro marido y vuestras familias. También que valoren el hecho de que toda la gente que os quiere esté en un mismo lugar y día únicamente por amor hacia vosotros".
Y es que, más allá del vestido, las luces o el paisaje de ensueño, esta novia se queda con la compañía de sus seres queridos, los que llevan más de una década atestiguando este amor y los que se han sumado con el tiempo. "Puedo decir que tuvimos nuestra boda soñada".