Lo verdaderamente emocionante de una boda es, precisamente, aquello que no se ve. Un enlace no deja de ser una celebración con los seres queridos y aunque esté marcado por momentos muy especiales, la parte más bonita, cuentan los propios novios, es lo que sienten quienes están allí y todos los detalles que planearon con un objetivo puramente emocional. Ana, pintora y una de las novias que ha causado sensación esta temporada, organizó su boda pensando en disfrutar con los suyos de manera natural, sin olvidar lo realmente importante. Su idea estuvo muy presente a la hora de elegir dos piezas clave de su look nupcial: el velo y el ramo.
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La magia de un velo
“Quería llevar algo especial, que pudiera conservar y quizás que alguna hija o sobrina pudiera utilizar también en su boda. Me parece algo muy entrañable y bonito en una familia. María Gadea me hizo un velo amantillado de tul bordado, que me pareció un sueño. Espero que alguien de mi familia lo luzca algún día, porque es una joya que conservaré siempre”, nos desvela ella misma. Fue esta pieza la que completó un look sencillo y sin estridencias, compuesto de un vestido realizado en satén y un chaleco de seda rústica. “El contraste de ambos tejidos fue lo que más me gustó de la propuesta”, reconoce Ana.
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Para su gran día, nuestra protagonista confió en el talento de María Gadea para realizar su soñado look cómodo con dos versiones: una para la iglesia y otra para la fiesta. Fue el único atelier que Ana quiso visitar, del que no solo se llevó un look nupcial, también el conjunto de camisón y bata para los preparativos. “Ella supo captar mi esencia para ir ‘muy yo’ en ambos escenarios. Sabía que ella me haría el vestido de mis sueños, y repetiría una y mil veces. Fue mi primera y única opción. María tiene una empatía y una manera de ser muy especial. Su delicadeza, cariño y en general, manera de ser, hicieron que disfrutáramos al máximo de todo el proceso. Y su impecable costura hace que desde el primer minuto confíes muchísimo en que todo va a salir perfecto. Y así fue”, señala.
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Estudiado ramo
Para un look especial, un ramo más especial aún. Diseñado en blanco y verde por Marta Azpeitia, gozó de un gran significado en el enlace. “Álvaro (el novio) y yo, hablamos mucho de cómo repartirlo entre las personas más especiales que nos iban a acompañar ese día. Cuando nuestras abuelas fallecieron, cambiaron nuestros planes y decidimos dividirlo en dos y llevarle una mitad a cada una de ellas. Llevarles un trocito de ese día tan especial para nosotros”, nos explica. No obstante, la pareja no quería sacrificar el momento de los ramos en el convite: “Marta nos hizo unas réplicas preciosas. Los teníamos planeados junto con una pequeña carta a cada una de esas personas”.
A este importante complemento, la novia sumó una pulsera que le regaló su mejor amiga y unos pendientes diseñados conjuntamente por su abuela y su tía: “otro trocito de ella que me acompañó todo el día”. Al igual que ella, Álvaro, el novio, llevó el reloj de pedida (“que no se lo quita”, nos cuenta Ana) y unos gemelos que su hermano le regaló.
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Look de belleza
Con accesorios y vestido definido, Ana no pasó por alto un look ‘beauty’ con el que deslumbrar y por eso confió en el trabajo de Ángela Blanco y Patrizia Sánchez: “que son unas profesionales diez”. Ángela fue quien realizó un maquillaje favorecedor y fresco para el rostro de la pintora y protagonista. “Tenía que ser ella, y tuve muchísima suerte porque estaba disponible. Ella nos maquilló a todas el día de la boda de mi hermana y todas mis primas cuentan con ella en eventos especiales. Pone muchísimo cariño y dedicación en todo lo que hace”, comparte.
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Patrizia fue la responsable de su cabello suelto con ondas, un peinado tendencia con el que, lejos de lo que podría pensarse, no tuvo que renunciar al velo. "La tenía fichada hace mucho tiempo por su increíble trabajo y en la prueba nos encantó. Todas conectamos muchísimo con ella, en especial mi madre por ser extremeñas”, desvela. Con ellas, nos cuenta, comenzó una celebración previa a la oficial con la que empezaron a disfrutar.
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Boda en Madrid
Fue el pasado 23 de julio, el día en el que Ana y Álvaro se dieron el ‘sí, quiero’ en la Iglesia de Las Esclavas de la Moraleja. “No teníamos otra opción de Iglesia. Álvaro nos contaba que pasaba por ahí todos los días para ir al colegio y desde pequeñito supo que quería casarse ahí. A todos nos enamoró: es pequeñita y tiene un algo especial”, apunta. A esa ceremonia debía sumarse una celebración que, en un principio, los novios imaginaron en su finca familiar en Extremadura: “pero pensamos en que iba a ser más complicado para los invitados y tuvimos la grandísima suerte de encontrar El Soto de Mozanaque que nos enamoró y tiene la misma esencia, una finca de campo con caballos, y un encanto muy especial”.
Organizaron todo con la ayuda de sus familias, un proceso que supieron disfrutar a conciencia y también con el inestimable apoyo de María, de Martina Por el Norte. "Siempre lo decimos y no nos cansaremos, para nosotros fue un ángel que nos acompañó durante todo el proceso. Ella captó enseguida el tipo de boda que queríamos e hizo que todo fuera posible”, dice nuestra protagonista.
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Y es que la pareja quería un enlace que les definiera, muy personal y con elementos inolvidables y para ello no podía faltar el trabajo de la propia Ana. “Hago cuadros con historia (y un poquito de arenas de lugares especiales). De alguna manera, tenían que estar presentes en este día tan especial. Queríamos algo muy diferente a lo que normalmente pinto, para que la gente no se lo esperase. Hice un cuadro de la colección Saudade (obra inédita), con un poquito de las arenas que hemos ido recolectando en nuestros viajes desde que nos conocemos. Para nosotros, el más especial de todos”. Un recuerdo que, más allá de la huella de un día tan esperado, nos cuenta, los acompañará siempre.