Para que un vestido de novia se convierta en todo un fenómeno, hay un conjunto de factores que pueden coincidir, pero quizá el más importante depende de la firma o diseñador que lo confecciona. Lejos de lo que pueda pensarse, hay looks impresionantes en los que la protagonista apenas ha participado o que se han concebido de cero incluso cuando ella no tenía claro lo que quería, con los que un profesional ha sabido mostrar la personalidad de la prometida sin contar con muchos datos. Esto le sucedió a Inés, quien dio el ‘sí, quiero’ el pasado 25 de junio en Sevilla con un vestido de novia de corte imperio, silueta recta, capa y manga corta que nació en el atelier de Manuel Obando y que ha sorprendido por ser muy poco previsible.
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Una novia diferente
“No tenía nada en claro, solo que quería algo sencillo con mangas cortas y que fuera totalmente atemporal”, nos cuenta ella misma. En un primer momento, Inés no sabía quién podría dar forma al estilismo, por eso fue a visitar diferentes espacios. “Hasta que llegué a Manuel Obando. En cuanto me hizo el primer boceto con las ideas que se nos iban viniendo a la cabeza, lo tuve claro: era él”. Y de ahí surgió una propuesta con gran personalidad, confeccionada en dos tejidos diferentes, que sus amigas y familiares supieron alabar y en la que reconocieron perfectamente la propia esencia de la novia.
“El cuerpo y la cola desmontable, que salía del escote de la espalda, eran de una seda preciosa con la que pudo montar mis soñadas mangas con cuerpo y volumen. La falda estaba diseñada en crepé del mismo tono. El escote cuadrado fue lo último que decidí y creo que para el tipo de vestido que llevaba, acertamos de pleno. Sin quererlo fue un poco siglo XIX, pero actual”, reconoce nuestra protagonista.
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Accesorios joya
A juego con un vestido inesperado e inolvidable, debía haber unos accesorios que completaran y transformaran el estilismo en una experiencia para quien lo viera. Ella lo logró con un ramo pequeño con gran presencia de verde, elaborado con ramas de eucalipto, rosas pequeñas y paniculata blanca y malva. “Llevé una diadema de brillantes que pertenecía a mi tatarabuela y que ha ido pasando de generación en generación hasta mi padre. Es la misma que llevaron mi hermana y madre en sus bodas”, desvela Inés.
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La joya captaba toda la atención y se complementaba con un velo con historia, de su madre: “mi hermana decidió ponerse mantilla, pero yo tenía claro que quería ir velada. Era precioso, con incrustaciones de cuentas en los remates y en cuanto lo vio Manolo, mi diseñador, me dijo que no dudara más”. Por si no fuera suficiente, la guinda del pastel la pusieron unos pendientes familiares largos y con zafiros: “tenía otra opción, pero hasta que no estuve vestida, peinada y maquillada no me decidí”.
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Look de belleza fresco
Precisamente su peinado y maquillaje mutaron en la barra libre, al igual que su look, dado que prescindió de la cola, el velo y la diadema y se colocó unas flores secas en color blanco sobre el moño. Un recogido que creó su peluquera de confianza, la que siempre la ha acompañado en su día a día. “No era ninguna que estuviera de moda o de la que me hubieran hablado. Creo que es importante estar segura ese día, dado que los nervios pueden jugarte malas pasadas y qué mejor que estar en manos de alguien que te conoce”, aconseja. Y su moño de bailarina fue todo un éxito, al igual que el maquillaje en tonos claros, con sombras rosas y malvas que lució, que no tuvo que retocar en el día: “conté con una de las maquilladoras oficiales de Dior aquí en Sevilla. La conocí y me encantó”.
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En La Maestranza
El look no fue lo único que destacó, hubo más elementos que sus invitados guardan en su retina. Tal vez el primero y más destacado de ellos fue el lugar escogido para la boda. “La ceremonia religiosa tuvo lugar en la capilla de Nuestra Señora del Rosario que pertenece a la Real Maestranza de Caballería, a las 20:00 horas, ya que teníamos miedo de que fuera un día ‘asador’”, confiesa. Fue en este mismo lugar donde los invitados disfrutaron del convite, tipo cóctel: “fue en los salones de la Casa de la Real Maestranza (comodísimo para los invitados, ya que desde la capilla solo tuvieron que subir unas escaleras hacia los salones)”, con el fin de darles las mayores facilidades.
La sorpresa llegó en la barra libre: “la hicimos en otro lado, en el Real Club Pineda y no queríamos que la cena se eternizara. A las 00:30 horas ya estábamos rumbo al club en los autobuses contratados, hasta las ‘seis y pico’ de la mañana, sin parar de bailar”. A pesar de ser una fórmula poco habitual, la pareja acertó de lleno gracias a la inestimable ayuda de la madre de la novia y a grandes proveedores. “El catering fue Miguel Ángel, muy conocido en Sevilla, con el que sabíamos que es imposible fallar y que, además, mis padres conocen desde hace más de 20 años. Contar con ellos era apuesta segura”, apunta.
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Decoración floral
Los novios reconocen que han sido realmente privilegiados de poder celebrar su enlace en una localización de ensueño, del siglo XIX. El enclave lo decoraron en verde y blanco para la ceremonia y con color para la posterior celebración. “Conté con la ayuda de un florista encantador, Eusebio, que nos lo puso todo fácil y con muchísimo cariño. Además, tiene su taller al lado de mi casa, Floristería El Porvenir y, debido a mi falta de tiempo, tener un proveedor cerca me resultó lo mejor. Yo quería todo muy verde y blanco para la ceremonia con nardos, paniculata blanca y eucalipto. En los salones, escogimos mucho color: cada mesa tenía el mismo tipo de flor: alstroemerias o lirio de Perú con distintos colores, quedó ideal. En Pineda, donde tuvo lugar la barra libre, el exterior lo decoraron con flores en mesas y guirnaldas de luces”, nos descubre Inés.
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Con esos pequeños detalles, como la decoración medida, la ceremonia estudiada y los proveedores locales, Inés y Ricardo parecían querer regresar a los enlaces del pasado: esos que se hacían sin pretensiones, con el único objetivo de disfrutar de amigos y familia. Y este mensaje es precisamente el que Inés envía a los que se casen próximamente: “que disfruten con la preparación de todos los detalles, que, a veces, menos es más. Abogo por las bodas clásicas sin mucho más que buena comida, buena música y rodearte de los que te quieren”. Porque esa fórmula ni falla ni defrauda.