Lo dicen los expertos y lo confirman las novias con más estilo: la base de todo gran vestido nupcial reside en los tejidos que se emplean para su confección. Esta idea, en ocasiones olvidada, la tenía muy clara Lola, una de las recién casadas más virales, que para su enlace en Asturias apostó por un look desmontable, tres en uno. "Quería una tela buena y especial, sin bordados o encajes, de esas telas que no necesitan nada más. Me gustaban, además, las transparencias. Había visto alguna novia de T.ba y tenían un estilo muy único, pero a la vez sencillo. Eso es lo que buscaba”, nos cuenta ella misma. Con este concepto como punto de partida y defendiendo las bondades del escote halter (su favorito), comenzó su viaje por el universo de los diseños a medida.
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Transformar el look nupcial
Su aplaudido y original vestido, obra de T.ba, quedó casi definido con la primera visita, desde el tejido hasta la silueta del diseño. “El resto de citas fueron ellas las que me iban proponiendo pequeños cambios o mejoras. Por ejemplo, la espalda inicial del top cambió por completo. Me trajeron una propuesta a la que no me pude resistir: asimetría y caída al mismo tiempo, me encantaba”, señala.
Siguiendo las tendencias, en su look no faltaba una capa, que fue el centro de todas las dudas, ya que se buscaba no cubrir el original escote que habían ideado. “El resultado final fue un vestido con tres partes, que pude ir adaptando a lo largo del día. La capa estaba pensada para quitarla poco después de la ceremonia y dejar el vestido con el top halter”, apunta. Fue ya al final del día cuando desveló el tercer estilismo, más sencillo, compuesto de la base palabra de honor. La guinda del pastel para una prenda muy emocionante: “ha sido un placer hacerme el vestido en T.ba, me entendieron fenomenal y recuerdo todas las pruebas con muchísimo cariño”.
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Accesorios con significado
Lola tampoco puede olvidar el gran valor sentimental de los accesorios que lució en su gran día. Salvo sus cómodas alpargatas de Castañer, que ella misma eligió, los complementos, tan llamativos como las joyas, gozaban de un significado especial. “Los pendientes fueron un regalo entre Pedro (el novio) y mi familia por mi cumpleaños, que me hicieron muchísima ilusión. Los hizo la joyería Moyano de Oviedo”, nos desvela. El anillo de pedida no podía faltar: “me lo regalaron los padres de Pedro. Queríamos que fuese de Urbieta porque nos encanta el concepto de que rescaten piezas únicas de joyería antigua y les den una segunda vida. Nos parecía perfecto para nosotros”.
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Por otro lado, también acaparó las miradas su ramo, un diseño floral con tonos verdes, malvas, borgoñas y notas de naranja que parecía recién cogido de los propios jardines. “Fue el regalo de una amiga que es paisajista (Cristina Matossian) y también se dedica al mundo de las bodas. Su trabajo es increíble y todo lo que hace me chifla. Por eso, confié plenamente en el ramo que me iba a hacer, y por supuesto me encantó. También hizo los ramos que entregamos a la abuela de Pedro, nuestras madres y mi hermana”, indica.
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Belleza sin riesgos
Esa confianza con la que nuestra protagonista acertó en su ramo, fue la misma que depositó en Fini Rico, quien la maquilló y peinó en este día señalado. Al principio, el look de belleza era uno de los temas que más la preocupaban: “fue un reto, porque nunca me maquillo y me daba miedo verme rara”. Sin embargo, habían conocido el trabajo de Fini en las bodas de sus hermanos: “ella nos encantó porque nos dejó muy naturales y el peinado era espectacular. Recuerdo esa trenza con mucho cariño. Por eso supe que sería ella quien me prepararía para el día de mi boda”. Y así fue, dado que captó a la perfección la frescura y ligereza que Lola deseaba. Una elección perfecta para acompañar la trenza desigual que llevó, recomendación de la firma de su vestido, T.ba y fantásticamente ejecutada por Fini. “En la prueba salí encantada y más aún con el resultado final”, reconoce.
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Boda en el norte
Definitivamente, especial y diferente. Así fue el look que Lola escogió para darse el ‘sí, quiero’ en un enlace veraniego en el norte. El asturiano Palacio de Meres acogió, el 16 de julio, su gran día: “en cuanto se quedó una fecha libre entre julio y septiembre, no lo dudamos. La verdad que fue de las mejores decisiones que tomamos, no sólo porque el palacio es espectacular, sino por la organización y confianza que transmiten”. El equipo de este espacio se implicó y les ayudó como cualquier wedding planner, lo cual facilitó en gran medida el trabajo a los novios.
Para un espacio imponente, nada mejor que un menú de altura y mejor aún si se busca hacer un homenaje a la gastronomía local. “Con lo que nos gusta comer, teníamos claro que el catering sería una de las principales prioridades y aunque lo teníamos bastante decidido, fuimos a cenar un día a los restaurantes que nos propuso Meres. No tardamos mucho en decantarnos por Casa Gerardo: la comida asturiana es espectacular y queríamos tener su famosa fabada y arroz con leche en el día más importante de nuestras vidas”, desvela Lola.
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Decoración ‘self-made’
Esta implicación llegó también a otras áreas de la organización, como la decoración: “queríamos darle un toque más personal y africano, por ello, hicimos tanto la papelería como el resto de detalles”. Nuestra protagonista recurrió a sus dotes artísticas para dar forma a toda la papelería y cartelería de la boda: “desde el plano de las invitaciones hasta las minutas, los misales y los carteles del cóctel”. Todos esos detalles terminaron por emocionar a los asistentes que también quedaron fascinados con el trabajo floral de El Invernadero de Oviedo. “Queríamos una decoración muy verde y de campo, pero a la vez sencilla, el resultado quedó espectacular”, nos explica.
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Su cuidado al milímetro de cada uno de los detalles llegó también a la inspiración de las mesas. África y más concretamente Kenia estuvieron presentes con algunos tejidos en el reclinatorio, también en los manteles de mesas seleccionadas, en los regalos de los testigos e incluso en el seating plan: “hecho con los nombres de las misiones que tiene la MCSPA en Turkana y otros poblados que Pedro visitó viviendo allí”.
Sí, detrás de esta elección, que parece únicamente estética, hay una explicación que da sentido a todo: “Pedro y yo llevamos un proyecto, llamado Tamaisan, junto con la MCSPA (Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol) en Turkana, una de las zonas más pobres de Kenia. Se trata del desarrollo y mantenimiento del colegio St Irene Lobur Primary School, que da comida y educación a los niños de la zona. En este proyecto damos apoyo desde Madrid a nuestra misionera y gran amiga que vive allí y dirige el colegio todos los días. Por esta razón quisimos tener muy presente África en nuestro día". Una decisión valiente y sincera que, no solo dice mucho de la boda, sino de cómo son los propios novios. Y eso, sin duda, tiene mucho más valor y otorga una emoción doble a la que ya es, seguro, una experiencia inolvidable para todos los que estuvieron allí.