Cada vez son más las celebrities y anónimas que se apuntan a lucir un segundo vestido el día de su boda. Aunque la fórmula supone añadir un punto de espectacularidad al enlace, no convence a muchas, porque quitarse el look que llevarán un único día en su vida no es una opción que contemplen. Para contentar a todas, nacieron los aplaudidos diseños desmontables, una propuesta que permite contar con dos estilismos en uno y ser fiel a las diferentes facetas de una misma. La última en apuntarse ha sido Belinda, una novia cántabra cuya boda ha conquistado la red, que dio el ‘sí, quiero’ enfundada en una creación de tul completamente transformable. Hablamos con ella para que nos desvele los secretos de su gran día.
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La inspiración
“Cuando empecé a buscar, reconozco que no tenía claro lo que quería. No soy de esas chicas que llevan años pensando en la boda y tienen la suerte de tener claro cómo es su vestido soñado desde hace tiempo”, apunta Belinda. Al principio, se puso a investigar a través de Internet y fue de esta forma como reconoció que sí tenía un estilo marcado, porque siempre guardaba el mismo tipo de imágenes. Fue entonces cuando se puso manos a la obra en su búsqueda física y en las primeras visitas no dio con una firma que captara su esencia.
“Hasta que conocí Alma de Boda. Es una pequeña tienda de Santander que además de tener vestidos de muchas firmas y diseñadores cuenta con su propio atelier y la verdad que Ana supo entenderme a la perfección”, nos explica. Al llegar a este espacio, Belinda se fijó en las mangas de un diseño de Yolancris, aunque el resto de la pieza no era de su estilo: “acabamos diseñando un cuerpo en el que añadimos el bordado igual a la manga y una falda de tres capas de tul, con poco volumen y mucha caída. Personalizamos hasta los botones: no podía casarme sin que mi vestido llevase perlas, me encantan y Ana lo hizo realidad trasformando todos los botones en perlas”. Y fue así como supo que ya tenía su look, estaba muy emocionada.
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El otro look
Debajo de esa propuesta de corte A, llevó un diseño de Rosa Clará sencillo, con escote de pico, sin mangas y abertura central, que descubrió para el baile: “sabía que sería mi segundo vestido. Me le probé antes de encontrar el vestido número uno”. Fue una sorpresa que dejó boquiabiertos al novio y a los invitados y para la que también modificó su peinado. Sí que mantuvo muchos de sus accesorios. En el gran día, más allá de unos zapatos diseñados por ella misma de Salo Madrid y otros vintage de Yves Saint Laurent, nuestra protagonista apostó por ‘algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul’.
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“El ‘algo prestado’ fueron unos pendientes antiguos de mi tía, de oro y una perla blanca en forma de lágrima. Adoro las perlas y cuando los vi en su joyero, tuve claro que los llevaría ese día. El ‘algo viejo' tiene todavía más valor sentimental si es posible: el año pasado, en marzo, perdí a mi abuela paterna. En mi boda llevé uno de sus anillos que nunca se quitaba de oro, con una perla, para que me acompañase en mi gran día”, señala Belinda. A esa bonita historia sumó una muy especial, pues llevó un reloj con su look nupcial: “me lo dio ella en vida y me contó su historia. Se lo regaló su abuela cuando ella se casó y tuve claro que me lo iba a poner el día que me casase. Con la manga larga del primer vestido no se veía, por eso me lo puse cuando me cambié para el baile nupcial”.
Un ramo de novia tendencia
El conjunto lo completó con un ramo que es pura tendencia en las bodas de principios de verano: de peonías. Mezcló esta flor en blanco, su favorita, con ramas de olivo, en honor a sus raíces extremeñas. “El ramo era ligeramente en pirámide y de tallo largo con las peonias bien abiertas. Llevaba una cinta de terciopelo verde que me regalaron mis cuñados, donde ponía escrito Anywhere, (una frase que para nosotros significa mucho) y un trocito bordado de mi vestido”, matiza.
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En clave de belleza
En un primer momento, Belinda no tenía claro qué quería hacerse en materia de peluquería y maquillaje. Buscaba un resultado sencillo y fresco y triunfó con las dos expertas que contrató: “la maquilladora me recomendó algo natural que me acentuase la mirada con tonos nude y creo que fue todo un acierto”. La peluquera, Verónica González, consiguió coger el punto a Belinda, que suele llevar el pelo suelto y no se encontraba cómoda con un recogido. “No acaba de verme con ninguno, así que a unas pocas semanas de la boda decidimos cambiar por completo y probamos con una coleta sencilla, muy pulida y con ondas. Tanto ‘Vero’ como yo tuvimos claro nada más verlo que este era el peinado sin duda”, recuerda. Después lo transformó y se encargó de soltarse el pelo con unas ondas glam para el baile.
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Boda en el norte
Todos estos ingredientes y otros muchos fueron clave en su inolvidable enlace, celebrado el pasado 4 de junio, con una bonita ceremonia civil y una celebración con sus seres queridos. “Cuando Roberto me pidió que me casara con él en San Valentín del año pasado lo primero que hicimos fue visitar y consultar fechas en la Casona de las Fraguas. Teníamos claro que queríamos casarnos allí, ya que nos parece un lugar único”, señala. La pareja disponía de poco tiempo para organizar el gran día, pero se volcaron en los preparativos, especialmente Belinda que se considera bastante perfeccionista.
Además, contaron con un gran apoyo: “Celine, la fantástica wedding planner de la Casona de las Fraguas. Y, con su ayuda, sus consejos y su experiencia todo ha sido mucho más fácil. Programábamos las citas con proveedores y las cosas con tiempo para ir avanzando los fines de semana”. Desde el primer momento decidieron que querían dar diferentes usos a cada rincón del espacio, siempre dentro de la misma línea decorativa, para sorprender a sus cien invitados. “es una finca inmensa, que podríamos dividir en tres zonas: el bosque y los maravillosos jardines; la zona que rodea el exterior de la casona y el gran salón en su interior”, apunta.
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Decorar en un entorno especial
En el bosque realizaron la ceremonia civil, rodeados de grandes árboles, con un mobiliario y unas flores en blanco, acompañados de una cortina de claveles y unas damajuanas colocadas a lo largo del pasillo central. “Colocamos dos maletas antiguas, dentro de una colocamos los paipáis de bambú y blanco, y en la otra los conos para el confeti, los hicimos nosotros con las hojas de un libro de 1851 que nos regaló mi padre y dentro colocamos hojas de olivo por mis raíces extremeñas (mi madre y mis abuelos)”, indica Belinda.
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En el cóctel destacó una de las grandes sorpresas: “un libro de firmas con significado para nosotros. A Roberto le encanta la música y se nos ocurrió poner un tocadiscos antiguo que Roberto restauró y la gente nos iba firmando en los vinilos, quedaron geniales, pensamos enmarcarlos y colocarlos en la pared de casa”. Convencieron también los nombres de las mesas: estaciones de esquí en las que la pareja había estado, que una gran amiga pintó en acuarela.
La guinda del pastel fueron los detalles que ofrecieron a los convidados. Regalos hechos pensando en ser originales y en que los asistentes recordaran siempre aquel día: “una brújula dorada para los hombres y una llave antigua para las mujeres”. Porque, como siempre reconocen novias y expertos, una boda la hacen verdaderamente especial los propios novios y no hay nada más mágico que rememorar aquel gran día con ese recuerdo que ellos repartieron.