En cuestiones de amor, el destino siempre hace de las suyas para que, cuando es la persona, sea de verdad: “José y yo nos conocimos por su prima, íntima amiga mía de la universidad. Un día, saliendo juntas de fiesta, coincidimos con él y me lo presentó, casualidades de la vida, que justo empezaba a trabajar en la misma empresa que él...”. A partir de ahí, todo es historia, hasta llegar al feliz día de su enlace en el Real Club Puerta de Hierro de Madrid.
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Sin embargo, aunque José lo tenía todo planeado para pedir matrimonio a Bea en una ermita de Ribadesella, el lugar donde él veranea, una tarde, mientras organizaban unas cajas, el anillo los pilló por sorpresa: “Como soy muy ordenada y él no tanto (risas), empecé a recoger su cuarto y a hacerle limpia de cajas, mientras él me decía lo que se podía tirar y lo que no. En una de esas, cogí la caja del anillo y, pensando que no había nada, la tiré, pero, al ver su reacción, volví a mirar y me di cuenta de que no era una caja normal y ahí fue cuando me lo pidió. Inesperado, pero precioso ”. Y es que así es la magia de la vida, cuando menos te lo esperas, dices ‘sí’ y todo da un giro maravilloso. ¿El cierre perfecto? La sonrisa de Bea, que la hizo ser pura luz el día de su boda.