¿Pueden dos culturas unirse en una misma boda? La pregunta se la han hecho multitud de parejas y todas ellas han demostrado que es mucho más lo que las conecta que lo que las distancia. El amor no entiende de fronteras, tampoco de nacionalidades, por eso son muchos los enlaces en los que conviven diferentes tradiciones, decoraciones y formas de entender el gran día. La historia de Duarte y Paula, una novia cuyo look ha fascinado, demuestra que no hay barreras cuando se quiere y que este tipo de celebraciones son siempre sinónimo de diversión. “Al ser él portugués y yo española, juntar a toda la gente que queremos en un mismo sitio era algo casi imposible. Poder ver a todas nuestras familias y amigos en un mismo lugar ese día y, a la vez, tan felices, fue emocionante”, nos cuenta Paula.
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La pareja se casó el pasado 2 de abril con una preciosa ceremonia en la espectacular Iglesia de San Nicolas en Valencia y lo celebró en la Vallesa de Mandor. “Fue la tercera fecha que escogimos para la boda después de retrasarla hasta casi dos años y medio por el Covid”, nos explica. En esos años de espera, Paula tuvo tiempo para pensar y repensar su look del gran día y, a juzgar por su viralidad en el universo digital, su elección fue todo un acierto.
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Un diseño vaporoso
El primer paso fue el vestido, una idea que, confiesa, creía tener definida en un principio y luego fue evolucionando en su cabeza. “Cuando llegó el momento de la verdad tenía casi más claras las cosas que no me gustaban que las que sí. Sabía, tan solo, que quería cuello y espalda cerrada, tela ligera y un vestido sencillo, pero trabajado al mismo tiempo, con un aire romántico”, recuerda. Para acertar emprendió la búsqueda del diseñador perfecto y visitó cuatro ateliers que le interesaban. “Con la que sentí más identificada, quien me generó más confianza, fue Marcela Mansergas. Me gustó mucho cómo crea los diseños desde cero y cómo entendió lo que quería tan bien, ¡casi mejor que yo!”, apunta.
Diseñadora y clienta compartieron momentos cómplices en los que descubrían las inspiraciones de cada una. “A partir de aquí comenzó a hacer bocetos de cero, pero para llegar al resultado final fue súper rápido. Diseñó un vestido muy romántico, que aún siendo sencillo, tenía un trabajo impresionante, con un smock y nido de abeja que yo le había enseñado como inspiración. Ese mismo día, viendo muestras de telas, me propuso usar una bambula de seda de la que me enamoré y fue la que usamos para el vestido”, rememora. Cuenta Paula, además, que Marcela sabía perfectamente lo que necesitaba en cada momento, antes de que ella misma lo manifestara.
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Al imponente diseño vaporoso, le sumó una elección de maquillaje y peluquería más que sobresaliente. Un recogido pulido con raya al lado fue su peinado, obra de María de Le Blonde 10, su peluquera de confianza. El maquillaje, que daba luminosidad a su piel, fue responsabilidad de Raúl Castaño: “es un maquillador que respeta mucho tu belleza natural y el tipo de maquillaje con el que más te identificas”. Así fue, la novia no podía estar más favorecida.
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Accesorios sofisticados
Sin embargo, el look no estaba completo sin unos accesorios tendencia, muy especiales, para completar el estilismo. Sus stilettos de Jimmy Choo, blancos y muy cómodos fueron todo un flechazo. A ello se sumaron unas joyas sofisticadas: “los pendientes tuve la suerte de poder diseñarlos con un joyero amigo de mi familia, Miguel Antón. Sabía que quería que fueran desmontables para poder usarlos después en el día a día y estilo rivière, solo con brillantes. Partiendo de esa base fue todo muy fácil. Además, llevé el anillo de pedida de mis padres; fue mi ‘algo prestado’”.
El otro gran complemento bucólico no fue otro que un ramo de novia blanco, sencillo, delicado y estilo bouquet. “Busqué muchísimos ramos y todo lo que me gustaba era con la misma flor, especialmente con peonías. Así que cuando fuimos a decidir las flores para la decoración hablé con El taller de Clo de mi idea y dije que me fiaba al 100% de lo que me hiciesen”, revela. Y lució un detalle inolvidable en él: “le puse un lazo de terciopelo verde con los nombres grabados de mis hijos, Carlos y Gonzalo”.
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Una decoración campestre
Las flores del ramo no fueron las únicas protagonistas de un día inolvidable, hubo una trabajada decoración de la que se encargó un equipo de altura. “Desde el primer momento contactamos a Las Bodas de Araventum, yo ya seguía su trabajo hace mucho tiempo y me encantaban. Ángela fue la encargada de todo lo relacionado con la boda y preboda. No pudo hacerlo más fácil, ha sido una pasada trabajar con ellas”, señala Paula. Nuestra protagonista se confíensa como una gran admiradora de las decoraciones de estas wedding planners. “Siempre con un aire muy silvestre y era eso mismo lo que buscaba”, dice.
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Su enlace se celebró en dos escenarios, uno exterior primero y uno interior después, pero el día no pudo ser más brillante. El equipo de Araventum, junto a El Taller de Clo, plasmó aquello que los novios siempre soñaron. En el cóctel optaron por mobiliario: “para crear espacios de chill out para los invitados y decorar los puestos de comida que pusimos”. En la zona del banquete, por su parte, apostaron por la inspiración silvestre. “Mezclamos una gran mesa rectangular, donde nos sentamos con nuestros testigos, con mesas redondas, en mantel vichy negro y rosa pastel, con flores y centros de diferentes colores y alturas, junto con candelabros, frutas y verduras. El día que lo vi, me emocioné mucho, porque no pudo gustarme más. Para dar ese aire de jardín en el salón decidieron poner arbolado y centros de ramas altos en algunas mesas”.
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Los mejores recuerdos
Más allá de todos y cada uno de esos detalles que hicieron que el conjunto visual fuera espectacular, lo verdaderamente importante para la pareja son esos recuerdos que siempre quedarán grabados en su retina. Desvela Paula que le resulta muy complicado quedarse con un solo momento de aquel día, pero tiene algunos muy significativos en su memoria. “El discurso de Duarte, que es algo que acordamos que solo haría él, pero en ningún momento estaba esperando que fuese algo tan bonito. Primero habló en portugués, dirigiéndose a su familia e invitados portugueses. Después dedicó unas palabras en español a mi familia, a nuestros dos hijos y a mí. Intenté contener las lágrimas, pero fue imposible. Fueron las palabras más bonitas que he oído nunca”, recuerda emocionada.
La otra gran escena que no podrá olvidar tiene que ver con su abuela. “Le di mi ramo. Ella está pasando una etapa un poco más triste y para mí es como mi madre, no puedo quererla más, así que tenía claro que sería para ella. Fue un momento muy emocionante porque no estaba, para nada, esperándolo”, nos cuenta. Y es que este es el poder de las bodas: sorprender, acercar, conmover, destacar, disfrutar y, sobre todo, dejar una huella imborrable en el corazón. Un cúmulo de recuerdos felices que permanecerán por encima de todo, contra viento y marea, en el corazón. Paula y Duarte ya lo saben.