Para darse el ‘sí, quiero’, muchas novias escogen ese lugar en el crecieron; otras prefieren que sea la ciudad del novio o donde se conocieron; unas terceras apuestan por salir al extranjero... y las últimas se decantan por rincones que le llamaron la atención y que guardan en su corazón. Aunque se puede convertir en un recuerdo mágico, casarse en una provincia que no es la tuya es todo un reto para la pareja. Así lo hicieron Beatriz, la novia del momento y su ya marido: celebraron su enlace en la Ribera del Duero y sin wedding planner: “contábamos con el handicap de casarnos a 200 kilómetros de Madrid por lo que se necesitó una organización extra, en cuanto al alojamiento y desplazamiento de todos los invitados”. Pero, como ella misma nos cuenta, con las ideas claras y el trabajo por objetivos, el resultado fue tan espectacular que se hizo viral.
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Dos éxitos rotundos
De todos los elementos de este enlace que han enamorado a los amantes de las bodas, el look de Beatriz ha sido el más comentado. Si bien hay un diseño que se ha llevado todo el protagonismo, en su gran día nuestra protagonista no contó con un solo vestido, sino con dos, porque su familia le regaló el segundo diseño. El más popular de ambos lo lució para el convite y era el estilismo con el que siempre había soñado. Beatriz tenía muy claro lo que buscaba y dio con la firma que lo supo plasmar. “Un vestido de silueta recta, que envuelve el cuerpo y termina en cola, con escote barco y manga francesa, lo que hace de este vestido una opción perfecta para las bodas de invierno, una obra maestra de María Barragán Costura. El tejido muy especial es de organza de seda bordaba con flores en 3D”, nos explica.
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A ese precioso diseño con detalles florales, se añadió una capa realizada en organza de seda que era toda una oda al romanticismo: “este tipo de tela le daba presencia y a la vez ligereza. Cuando fui a la prueba final, me parecía realmente un sueño”. Frente al romanticismo y las tendencias presentes en este look, el segundo vestido, que finalmente decidió llevar en la ceremonia religiosa, se centraba en los códigos royals más clásicos. “De corte princesa, la falda era de raso de seda turquesa, el corpiño lleno de pequeñas perlas, rematado en la parte superior con tul de seda transparente”, describe ella misma.
A pesar de ese cambio de estilo en fases diferentes de su gran día, Beatriz mantuvo los mismos accesorios durante toda la jornada. “Fue imposible resistirme al encanto de lucir un recuerdo personal en mi gran día, llevé una tiara joya que perteneció a mi abuela, pendientes de Yanes, una pulsera en oro blanco con detalles en oro rosa (regalo de mi madrina) y sandalias de Carolina Herrera”, recuerda.
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Rostro con frescura
Acostumbrada a no ir maquillada, tenía miedo a no reconocerse el día de su boda, por lo que se dejó aconsejar por su hermana, quien la conoce a la perfección. “En mi día a día no me maquillo nunca, por eso me fie ‘a pies juntillas’ de su consejo, me recomendó a Ángel con productos de Giorgio Armani. El maquillaje en tonos nude, estuvo todo el día inmóvil y quedaba estupendo en las fotos, siendo muy natural y despejado dando importancia a mis labios”, señala. De su peinado se encargó Esther Vega, que diseñó un recogido pulido y sofisticado de bailarina: “no tengo palabras para agradecer su empatía y profesionalidad”.
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Atreverse con el naranja
Después de todos esos detalles, al look nupcial solo le faltaba un ramo de ensueño. Beatriz lo tuvo gracias al trabajo de Byindesign, que también se encargó de decorar los diferentes espacios. “Estaba elaborado con rosas inglesas, 12 rosas de color blanco cremoso y 12 rosas de color melocotón, con bayas de hypericum y hojas verde agua, estás últimas con su color verde grisáceo dan al ramo en forma de bouquet una textura envejecida. La empuñadura en terciopelo verde agua, en el mismo tono, que los trajes del cortejo de pajes y damitas”. Junto a la cinta que ataba el diseño floral, había una medalla de la Virgen Milagrosa, regalo de su madre en un día tan especial.
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Celebrar en un monasterio
Un día especial que tuvo lugar el pasado 19 de marzo en el Monasterio de Santa María de Valbuena, un rincón que atrapa al visitante. “Además de ser un lugar increíble, tiene un restaurante que es un lujo. Todo esto situado en la Ribera del Duero y rodeado por las mejores bodegas del mundo, que hacen que el camino hasta el monasterio sea un auténtico espectáculo”, puntualiza. Precisamente para el equipo de Castilla Termal Monasterio de Valbuena, los novios solo tienen palabras de agradecimiento: “nos ayudaron en todos los preparativos de la boda y nos acompañaron desde primera hora en el gran día, hicieron que todo fuese mucho más fácil”.
Al tratarse de un enclave tan austero, la pareja no quiso añadir excesiva decoración a los rincones, pues estaban convencidos en respetar el concepto de espacios limpios y sencillos, como es vocación en los monasterios. Confiaron en Byindesign para poner esa nota de gusto sutil en cada estancia, sin caer en excesos. “Comenzamos por la iglesia, con unas columnas impresionantes con las flores que habíamos seleccionado, teniendo como protagonista los tonos blancos en combinación con verdes”, apunta Beatriz. Y continúa: “esta misma línea de tonos verdes y blancos la mantuvimos en todos los espacios, tanto en los bancos de la iglesia, como en el seating y los centros de mesas, siempre teniendo como protagonista a la flor”.
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Recuerdos inolvidables
En estos escenarios tan bonitos también escribieron sus particulares recuerdos junto a sus seres queridos. En su memoria quedarán grabadas escenas inolvidables que son consecuencia de la magia de una boda, esa mezcla de sentimientos a flor de piel. “Uno de los momentos más especiales fue cuando entraba del brazo de mi padre a la iglesia y sonaba el Canon de Pachelbel, no pude contener la emoción. La ceremonia fue amenizada por el Grupo Dolce y cada canción era única, pero vibramos de una manera especial cuando la soprano canto el Ave María de Schubert”, rememora. Pero, especialmente, todo se resumía en: “la emoción contenida de lo afortunados que éramos por casarnos el uno con el otro y rodeados de la gente que queremos y apreciamos”.
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Ese amor, que se expresa de muy diferente forma a lo largo de las horas que componen un enlace, es clave en el consejo que Beatriz quiere dar a los prometidos que se casen este año. “Que tengan siempre el espíritu del Carpe Diem: 'Nadie es tan joven que no se pueda morir mañana, ni tan viejo que no pueda vivir un día más', como escribió Fernando de Rojas en La Celestina”. Porque, como ella misma concluye, estamos en un mundo tan cambiante que la ilusión, especialmente en una boda, nunca debe perderse. Que así sea.