La primera boda real del año ha tenido lugar este fin de semana. El enlace entre Josef-Emanuel de Liechtenstein (nieto del fallecido príncipe Francisco José II de Liechtenstein e hijo de Margarita de Luxemburgo) y Claudia Echavarría se ha celebrado en la iglesia de San Pedro Claver, en la localidad colombiana de Cartagena de Indias, tierra de la novia. Una ceremonia en la que han estado rodeados de familiares y amigos, entre los que se encontraban numerosos miembros de la realeza y aristocracia, así como algunos espontáneos que no han querido perderse la entrada y salida de la pareja. Y como siempre, la novia se ha convertido en la gran protagonista, gracias en parte a su original vestido.
Claudia, conocida por sus familiares y amigos como Cloclo, llegaba a la iglesia con una preciosa sonrisa y un vestido que no ha dejado a nadie indiferente. La prenda presentaba un corpiño de escote barco que marcaba su cintura y se sostenía a través de dos tirantes con lazada, del que nacían dos impresionantes mangas abullonadas. Detalles de puntillas, encajes y bordados decoraban el escote, las mangas y la falda, que caía a su espalda creando una preciosa cola que se fundía con el velo semitransparente, decorado con bordados de flores.
Un diseño del modisto colombiano Esteban Cortazar, fabricado a partir de materiales reciclados, cuya majestuosidad se apreciaba especialmente en la espalda, donde el volumen de las mangas se hacía mucho más evidente y los bordados y encajes de la falda (detalles típicos del traje regional de Cartagena de Indias), se convertían en los grandes protagonistas. Todo ello rematado por la delicadeza del velo, que quedaba sujeto a su melena a través de un broche. El cabello, recogido en un trabajado moño bajo trenzado, no hacía sino otorgar más protagonismo a la prenda, dejando a la vista los hombros, el escote y la espalda. La novia completó el estilismo con un original abanico dorado y unos discretos pendientes de perlas.
En su salida de la Iglesia, fueron recibidos por un grupo de música folclórica y unas bailarinas ataviadas con el traje típico, lo que hizo más evidentes las similitudes entre éste y el vestido de la novia. El broche de oro a una ceremonia que continuó durante la cena, a la que se trasladaron en un coche azul oscuro.