Un sueño cumplido. Para los novios darse el ‘sí, quiero’ es hacer un deseo realidad, pero esta sensación se multiplica cuando la relación ha sido a distancia. Con un océano que los separaba, Nico y Alejandra, una novia bohemia que se ha hecho muy popular en los últimos días, decidieron mantener su amor a flote contra viento y marea. Él, argentino, apostó por su futuro juntos y se trasladó a España y esa promesa se selló con su boda de otoño en Vejer de la Frontera. “Nuestra relación ha sido un claro ejemplo de lucha constante y de respeto. Desde pequeñita he querido casarme en la playa, como buena amante del mar y del surf. Hace tres años el destino nos trajo a este lugar. Lo elegimos porque después de muchos años a distancia ha sido nuestro primer hogar juntos. Queríamos compartir con los nuestros este sitio tan increíble, salvaje y 'muy nosotros’”, nos cuenta ella.
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Una boda junto al mar
Su espectacular y romántico enlace tuvo lugar entre La Parroquia del Divino Salvador de Vejer de la Frontera y el Trafalgar Polo Club, dos espacios que guardan un significado especial para la pareja. Después de meses de preparativos tuvieron que realizar algunos cambios frente a su planteamiento inicial, pero, aunque se la esperaba, la lluvia no hizo acto de presencia y pudieron celebrar la fiesta que siempre habían imaginado. “Desde el primer momento quisimos que todo quedara ‘en casa’. Quisimos contar con profesionales que fueran amigos o conocidos. Todo lo organicé yo, con el apoyo de Nico y nuestras familias. Fue increíble como todo el mundo se volcó, amigos, padres, hermanos, los chicos de Trafalgar Polo Club…Todos trabajaron muchísimo para que estuviera como habíamos soñado”, explica Alejandra.
No obstante, a última hora, los novios sí confiaron en un apoyo extra: “en los últimos días sí que conté con la ayuda de Elma Martel Caballero, amiga nuestra. No era wedding planner, pero confié en su gusto y responsabilidad para rematar los últimos detalles y que en el día de la boda yo pudiera disfrutar. Ella nos conoce bien y estaba segura de que iba a hacer un gran trabajo. Superó mis expectativas”.
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Decoración natural
De la Iglesia al convite, Alejandra desvela que no querían resultar cargantes con la decoración nupcial, preferían una propuesta sencilla. “El lugar es muy bonito y rodeado de naturaleza y no queríamos tapar eso”, apunta. Por eso confiaron en la belleza de los enclaves elegidos y estudiaron al milímetro qué tipo de elementos incorporarían. “Para las flores y plantas decidimos optar por plantas autóctonas y de temporada. En un principio queríamos todo en tonos verdes y ocres (por el olivo y la avena), pero cuando fui a la floristería y vi el brezo me enamoré de ese toque de color y estaba en temporada”, recuerda.
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Confió en el trabajo de Cotton Candy, una coqueta floristería de Conil de la Frontera, para los detalles florales. “Fue súper bonita la experiencia con ellas. Se reían porque cada vez que entraba por la puerta venía con una idea nueva…Supieron clavar nuestro estilo a la perfección”, relata entre risas. Con esta idea clara, en la iglesia prefirió no decorar en exceso, porque estaba cautivada con su belleza al natural: “solo contraté un centro de olivo, eucalipto y colas de zorro para el altar que dejé ahí como ofrenda”.
Ya en el convite, dedicaron un rincón decorativo a sus grandes pasiones. “Hicimos un mural donde, por un lado, estaba mi mundo (tablas de surf, palmeras y el mar), y, por otro, su mundo (monturas de caballo, tacos de polo, bochas y cascos) y en el centro los faros (nombres de las mesas), el elemento que desde el principio utilizamos como neutro y que nos identifica a los dos y a este lugar. Todos los elementos eran sacados de nuestra casa”, desvela. Del resto de detalles se ocupó su gran amiga Elma, quien, con algunos ayudantes, cortó lentisco de la zona para decorar diferentes puntos de la boda.
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Aires bohemios
La decoración, como el look de la novia, contaba con notas bohemias y románticas y era todo un retrato de la pareja. Precisamente el estilismo de Alejandra es el resultado de sus recuerdos y sueños de la infancia: “Desde pequeñita me han encantado los cuentos de fantasía. Tenía claro que en vez de velo quería llevar una capa con capucha, que no fuera blanco, sino más bien en tono marfil y que fueran dos piezas: un vestido debajo y un abrigo encima semitransparente que pudiera quitarme después”.
En búsqueda de ese efecto visitó a varias diseñadoras hasta que dio con Alma Aguilar. “Un día en Instagram ví a una amiga mía modelo (Cristina Tosio) vestida con su colección novias y decidí llamarle. No sé si fue casualidad, pero me dijo que su taller estaba a dos minutos de mi casa de Madrid andando. Desde el primer momento supe que iba a ser ella. Su forma de ser, de recibirme, sus ganas y su dulzura me hicieron sentir que estaba en el lugar correcto”, comparte. Entonces le llevó una prenda especial: ‘una salida de teatro’ que perteneció a su abuela y que se convirtió en un detalle indispensable de su look.
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“¡Cuando ví los bocetos me emocioné! No sólo había captado a la perfección lo que quería, sino que parecía que me conocía más que yo a mí misma. Había visto mil referencias de vestidos y nada se asemejaba a lo que ella diseñó para mí. Me hizo tres modelos de vestido y al final, cogimos un poco de cada uno”, confiesa nuestra protagonista. Para la iglesia optó por una capa con capucha, mientras que esa prenda especial tuvo un lugar destacado en otro momento: “entre las cuatro (mi madre; Alma; Angélica, la modista y yo) dimos con la solución. ¡Cuando me quitara el abrigo y me quedara con mi vestido, podría ponerme la salida de teatro de mi abuela en el atardecer! Era una pieza única que no podía descartar”.
Accesorios especiales para el look perfecto
El look no estaba completo sin las preciosas flores, en colores empolvados, que llevó para acompañar su semirrecogido y que estuvieron presentes en su ramo de novia. “Meses atrás había comprado un tocado de flores silvestres que me encantó y por si acaso me lo llevé, y al final acabé usándolo”, recuerda. Los zapatos también tuvieron su importancia, eran muy cómodos, de tendencia y ‘made in Spain’, de Javier Gonzalo. “Ese día llevé a mis abuelas conmigo, mi anillo era el anillo de compromiso de mi abuela inglesa, los pendientes de mi abuela materna (al igual que el chal). Además, las alianzas nos las hizo mi tío Jose González-Onieva (escultor y joyero)”, indica Alejandra.
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Maquillaje de última hora
Al estilismo solo le faltaba un look de belleza que mostrara la personalidad de nuestra protagonista y Mónica Martínez lo logró por partida doble. Ella se encargó del maquillaje y la peluquería después de que una amiga se la recomendara a Alejandra y se encontró con una modificación de la última hora. “Hicimos una prueba antes del día de la boda y me hizo una coleta alta. Mi idea era entrar a la iglesia con coleta y luego soltármelo. Horas antes de la ceremonia cambié de opinión. No me veía con coleta y ese vestido tan bohemio, así que le dije a Mónica que lo iba a llevar semirrecogido, ya que me iba a sentir mas ‘yo’”, rememora.
- Un peinado, un vestido de novia
Contra todo pronóstico, en el último momento, nuestra protagonista decidió que tanto el peinado como el maquillaje no serían cómo los planeó, sino más frescos y románticos. “Ese día me guié por mis instintos”, nos cuenta. ¿Hay mejor elección que esa? Después de todo, esos instintos han mantenido viva la llama de su amor a distancia e hicieron que su gran boda fuera todo un éxito, siempre especial, tan auténtica e inolvidable como los propios novios.