En una boda, como en cualquier otro evento, existe un plan completo que distingue cada etapa del gran día, para que todo suceda tal y como estaba organizado. Sin embargo, puede haber detalles inesperados y escenas que pasen al recuerdo sin que los novios las tuvieran previstas. Esto sucedió con el enlace de Ana, una novia gallega muy viral que ha triunfado con un vestido con capa y un segundo look lencero. Su celebración estuvo marcada por divertidas anécdotas, un ramo de novia del que ella no sabía nada y una decoración sorpresa. “Nos casamos el 7 de agosto de 2021. Tras 10 años de relación, Antonio y yo llevábamos tiempo pensándolo, y al final, por circunstancias personales lo retrasamos, y nos prometimos en 2019. Como ese año teníamos muchas bodas de amigos, decidimos hacer las cosas con calma con lo que fuimos a parar al 2020. El 4 de septiembre de 2020 fue nuestra primera fecha de boda”, nos explica Ana, quien finalmente tuvo que retrasar la celebración casi un año más.
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Adaptarse a las circunstancias
El majestuoso Pazo de Sergude, en el corazón de Galicia, acogió su enlace que, como muchos otros novios, sufrió algunos cambios motivados por la situación de cada momento. “Contar con la ayuda de la wedding planner fue crucial. Cuando empezó la pandemia, en marzo de 2020, pensábamos, como todo el mundo, que en septiembre nuestra boda se celebraría sin problema. Decidimos posponerla un año, de acuerdo con nuestros familiares, porque todo el mundo tenía mucho miedo, ya que había incertidumbre. Empezamos a mentalizarnos que si lo más importante era casarnos, y las circunstancias no eran las óptimas, teníamos que comenzar a pensar que a lo mejor había que prescindir de algunas cosas que teníamos en mente antes de la pandemia”, recuerda. Tanto su marido Antonio, como las wedding planners y la diseñadora se encargaron de animar a Ana, que finalmente pudo celebrar su día como siempre había querido.
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La magia llegó aquel 7 de agosto como lo hizo el buen tiempo, a pesar de que la novia no veía muy claro que fuera a dejar de llover. “El tiempo fue muy especial. Después de un julio horrible, agosto no empezó mejor. Antonio es muy positivo y siempre me decía que iba a hacer buen día. De camino al pazo el día de la boda, a las 9 de la mañana diluviaba, y Antonio seguía insistiendo en que iba a hacer bueno a partir de las 12. Efectivamente, después de unos cuantos chaparrones, sobre las 12 de la mañana llegó el verano”, nos cuenta.
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Decoración espectacular
A la calidez del verano también le acompañaba una decoración cuidadosamente seleccionada. Flores silvestres y arreglos irregulares, alfombras envejecidas, sofás y mesas de aires rústicos, marcaron los diferentes escenarios. “Se encargaron las maravillosas chicas de Frida Kiwi. Habíamos visto diseños de bodas suyas y nos vimos muy identificados, además de que personalmente congeniamos genial. Conocen muy bien los espacios, y cuentan con un mobiliario fantástico. Teníamos claro que nos apetecía el factor sorpresa, así que no vimos nada del decorado hasta ese mismo día y fue increíble. La iglesia estaba preciosa, la entrada espectacular. El Pazo de Sergude es un lugar mágico, ellas se encargaron de poner el toque perfecto y volverlo todavía más espectacular”, señala Ana.
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Dos vestidos de novia para recordar
Elegantes, sofisticados y espectaculares también fueron sus dos looks de novia, ejemplo de sencillez, romanticismo y buen gusto. Siguiendo la tendencia de las capas para novia, Ana apostó por este detalle en su primer vestido. “Tenía muy claro que Sara Lage haría mis vestidos. En las primeras pruebas hablamos y aún a día de hoy no entiendo cómo lo consiguió con las pocas pistas que yo le di. Sí que sabía que quería llevar capa y quería que fuera ‘wow’. También jugar con los encajes. Eso y algunas fotos sin sentido entre ellas fue toda la información que recibió”, apunta. Y al ver el boceto se convenció de que había escogido bien.
A pesar del cambio de fecha de la boda, Ana mantuvo al completo su estilismo, pero la necesidad obligó a pensar en un segundo diseño. “Una semana antes de la boda, Antonio y yo cerramos lo que fue nuestro baile de novios, tras acudir a clase. Nos gustó tanto el proceso y las clases que lo que iban a ser unos pasos sencillos se fueron complicando. Yo realmente pensaba que sí que podía hacerlo con el vestido y cuando fui a la penúltima prueba hice unos movimientos y me vi bastante limitada”. Así nació un slip dress color champán, con mucho movimiento, digno de una supermodelo de los años 90.
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“Cinco días antes la boda, escribí a Sara preguntándole que cómo veía un segundo vestido exprés. El boceto ya lo tenía porque ella me había pasado unos diseños el año anterior pensando en un posible vestido para la preboda, que luego descartamos”, recuerda. El jueves previo a la boda, con el tejido listo, se pusieron manos a la obra y terminaron ese segundo look, que sorprendió a los invitados en el baile nupcial.
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Accesorios y peinado tendencia
Ambos vestidos de novia no habrían sido lo mismo sin el toque especial de los accesorios. Unos zapatos sencillos y elegantes de Flor de Asoka, joyas de tendencia de Joyería Romeu y un ramo de novia que fue toda una sorpresa para Ana. “Es muy importante confiar en los proveedores que contratas y en mi caso sabía que Ai Carmiña no me iba a fallar. Una semana antes fui a ver a Elena, le enseñé fotos del vestido, del peinado y de los pendientes, y ella me hizo el ramo el mismo día de la boda, me lo trajo a la habitación donde me cambié, y me encantó”, reconoce.
Para acompañar el diseño de la ceremonia, Ana quería llevar el pelo suelto, pero se dio cuenta de que aquello restaba protagonismo al vestido, así que ideó otro plan junto a Sabela Make Up. “Optamos por recogerlo en una coleta muy sencilla y soltarlo después. El maquillaje de día era muy natural, y para el baile pensamos en un aire más festivo. Tenía miedo que con la coleta se deshicieran las ondas, pero quedaron espectaculares, simplemente soltándola”, explica.
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Bonitos recuerdos
Estos y muchos otros recuerdos hacen que los protagonistas no hayan podido olvidar su gran día. Tampoco una de sus anécdotas más divertidas: “la entrada en la Iglesia con mi padre fue desastrosa. La verdad es que en ningún momento me planteé cómo sería la entrada, mucha gente me decía que si había ensayado y a mí me parecía absurdo. Ahora no me parece tan absurdo”. Su capa se quedó enganchada en el pórtico y, al resolver el enredo, caminaron hacia el altar a toda prisa. “Caminamos más rápido de lo que deberíamos y cabizbajos por la situación. De esto me di cuenta al ver las fotos y los videos de los invitados”, relata.
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Sin embargo y a pesar de aquella escena única, Ana y Antonio solo pueden agradecer a todos los que les acompañaron entonces y se limitan a recordar su boda con una sonrisa de oreja a oreja. “Llevamos 10 años juntos. Antonio es abogado y yo soy médico, pediatra de especialidad. Como hemos vivido en varias ciudades a lo largo de estos años nos implicamos mucho en conservar a las amistades. Nos encanta organizar, como llamamos en Galicia, xuntanzas y que todo el mundo se lo pase bien”, concluye. Porque, como dice Ana, una boda es una celebración sin precedentes: “juntarlos a todos es el mejor de los regalos. ¡Repetiríamos todos los años!”. Y sus invitados, seguro, tampoco fallarían.