El amor puede surgir por sorpresa, en lugares y con personas cotidianas, en las que por alguna razón inexplicable no nos habíamos fijado. Algo así le ocurrió a María, que conoció a Manuel en un ‘afterwok’, sin saber que trabajaban en la misma consultora. “Dos años después de cruzarnos por el pasillo y literalmente ignorarnos, casualidades de la vida, nos metieron juntos en el mismo proyecto y empezamos a hablar. Nunca hemos negado que invertimos más tiempo en conocernos que en el proyecto. Fue flechazo total”, cuenta ella a ¡HOLA! Novias. El pasado 25 de septiembre la pareja se daba el ‘sí, quiero’ en la parroquia de Santiago Apóstol, de Nembra (Asturias) y ella ha ganado popularidad gracias a un look de novia sostenible y muy especial que rezuma personalidad.
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Un diseño diferente
María no desaprovechó un minuto y desde que Manuel le pidiera la mano, en el verano de 2020 en Menorca, buceó en la red para buscar las opciones que mejor encajaran con su estilo. “Tenía claro que quería un vestido sencillo y cómodo, que me permitiera bailar y saltar sin parar, y un abrigo por encima que me cubriera durante la ceremonia religiosa y terminara en cola. Cuando empecé a buscar opciones, hablé con una amiga que se había hecho el vestido con Marcela Mansergas e Inés Lacasa y se lo comenté. Me dio el número de Inés y me dijo que hablara con ella porque podía encajar muy bien con su forma de trabajar y lo que yo buscaba”, relata. Desde el primer momento el dúo diseñadora-novia funcionó a la perfección y nuestra protagonista supo que este atelier en clave ‘eco’ era el elegido.
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María buscaba una tonalidad para el look que no fuera el blanco más puro, con un efecto satinado y elegante. Inés dio en el clavo y añadió textura con un chaleco de bambula, que hacía que el diseño fuera desmontable. “Lo más diferenciador del vestido fue el bordado en nido de abeja del chaleco. Un día hablando sobre cómo decorar la bambula para que no se viera demasiado simplona, vimos una foto de un nido de abeja y le dije que me gustaba mucho y que no era muy común verlo en novias. Inés me propuso bordar un nido de abeja hasta debajo de la cintura, no limitándonos solo a meterlo en una parte pequeña, y me pareció muy original”, reconoce. A este gran acierto se sumaron unas mangas con detalles anudados y un volante al final, que hacían un guiño al traje de flamenca sevillano.
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Complementos atemporales
El estilismo, que era romántico y moderno al mismo tiempo, no estaba completo sin los accesorios adecuados. Por un lado, los zapatos de terciopelo eran ese ‘algo azul’ que dicta la tradición nupcial: “Fueron de Flor de Asoka. El modelo Perdita en color acqua. Comodísimos y muy elegantes”. A ello se sumó un imponente detalle que dirigía toda la atención a su recogido. “En el pelo llevé una pulsera familiar de la abuela de mi marido, que falleció el verano pasado poco antes de prometernos”, cuenta. También en honor a otra abuela, la suya, llevaba un detalle familiar en su ramo de novia, realizado por El Invernadero de Oviedo en tonos azules y borgoña. “Llevé un broche, en el ramo, de mi abuela, que lamentablemente falleció un mes antes de la boda. El ramo me lo regaló mi mejor amiga, que se casa dentro de poco, y me lo entregó en los preparativos”, apunta.
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Un maquillaje empolvado
Como defienden las novias con más éxito de los últimos meses, el maquillaje del gran día debía ser natural y favorecedor para María y esas premisas las tuvo en cuenta nuestra protagonista para dar con su equipo de belleza. “El maquillaje de mis hermanas, mi madre y el mío lo hizo Jana Tagarro. La descubrí después de buscar mucho y cuando hablé con ella y vi fotos de sus novias, no dudé un minuto. Yo no suelo maquillarme mucho y para mi era importante verme natural, con maquillaje en tonos empolvados y labios nude, como suelo llevarlos”, indica. Jana le recomendó a Mirian Martínez para el peinado y fue todo un acierto: “todas alucinamos con lo rápido y bien que trabajan, que con dos minutos que te miran y hablan contigo ya saben qué te favorece”.
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Organizar en la distancia
Aquella belleza que desprendía en su gran día era pura emoción, porque, cuando los novios recuerdan su boda, solo pueden alegrarse por lo bonito que fue y hacer un viaje a aquellos primeros días en los que tuvieron que organizar su enlace en la distancia. “Fue algo estresante por muchos motivos: vivimos en Madrid y estuvimos muchos meses encerrados sin poder ir a ver proveedores, todos los invitados eran de fuera lo que implica tenerlo todo muy organizado, y las restricciones en Asturias eran mucho más duras que en otras Comunidades”, explica María. Pero no se rindieron, como tampoco lo hicieron sus invitados: “asistieron cerca de 200 de los 300 que eran, pero en esta situación sientes cerca a todo el mundo. La gente se volcó mucho con nosotros”.
Sus primeros pasos, una vez decidida la iglesia, se encaminaron a encontrar el espacio de celebración ideal y en el Palacio de Valdesoto vieron su pequeño oasis. “Es un sitio elegante, muy cuidado y además con uno de los mejores caterings de Asturias. Fuimos un día a visitarlo y encajaba perfectamente con el estilo de boda que queríamos, sin que nos viéramos obligados a poner una carpa en caso de lluvia. Casi todos los invitados eran madrileños y sevillanos y nos daba pena que se ‘perdieran’ los jardines y el Palacio si estábamos dentro de una carpa”, cuenta. En el gran día sucedió así: los convidados quedaron impresionados por la localización y por el menú, servido por el catering Real Balneario de Isaac Loya (con una estrella Michelin).
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De la decoración del templo se encargó la florista Verónica de Ixia Diseño Floral, que se ocupó de colocar arcos de flores en la entrada de la iglesia, el pasillo y el altar, en tonos blancos y verdes. “Y poner una esquina de recepción de invitados con paraguas, mascarillas con estampados diferentes y confeti y pétalos de rosa para la salida de la iglesia”, puntualiza María. Ya en el Palacio de Valdesoto fue El Invernadero de Oviedo quien se hizo cargo de la estética con las tonalidades azules y berenjena como protagonistas. “Montaron un seating plan en un árbol en la zona de cóctel, con flores y botellitas, y todos los centros florales”, relata.
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Cada uno de esos detalles se ha quedado grabado en la retina de la pareja, que solo puede desear, a quienes están en vísperas de celebrar su enlace, que disfruten y sean capaces de congelar el tiempo, porque: “¡es un día precioso y único y pasa demasiado rápido!”. Haciendo balance, María se queda con la jornada previa a ese 25 de septiembre, su preboda, en la que vio a todos sus invitados allí, por ellos. “Fue súper bonito y sabemos que no volveremos a vivir algo parecido”. Pero llegarán muchas cosas buenas más, eso seguro.