Elegir el escenario en el que se celebra una boda es un todo un proceso, a veces complicado para algunos novios. Sin embargo, hay parejas que llevan toda una vida imaginando ese lugar especial. Es el caso de Marina, una de las novias más aclamadas del verano, que decidió casarse el 17 de julio en un espacio repleto de simbolismo para dar el ‘sí, quiero’ a su entonces prometido, Alberto. “Nos casamos en el Altar Mayor de la Catedral de Santa María de Sigüenza y lo celebramos en nuestra finca familiar, una antigua huerta que fue pasando de generación en generación y en la que he vivido todos los veranos de mi infancia”, nos cuenta. Para ella, este enclave no podía ser más significativo, pues le trae muchos recuerdos y le hacía ilusión reunir a sus seres queridos allí.
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Amor en plena pandemia
La bonita boda fue el resultado de una pedida de mano que un año antes estuvo marcada por la situación sanitaria. “Alberto es neurólogo, trabaja en el Hospital Gregorio Marañón, uno de los hospitales más afectados por la pandemia. Al pasar el confinamiento separados y sufrirlo tan de cerca, tuvimos claro que queríamos estar juntos, por lo que decidimos comprometernos”, relata Marina. Nuestra protagonista recuerda el momento exacto del compromiso, cuando aún estaba todo cerrado y la pareja llevaba más de dos meses sin verse: “el primer día que se vino a casa a verme y cuando menos lo esperaba, me entregó un solitario precioso de Cartier”. Fue después cuando Alberto le confesó que antes de que llegara el confinamiento había organizado un viaje a Turquía para pedirle la mano.
Un vestido muy personal
Desde aquel primer momento la pareja se puso manos a la obra con la búsqueda de proveedores; entre ellos la diseñadora del viral, elegante y original vestido de Marina. La creación estaba marcada por unas espectaculares mangas en forma de flor, realizadas en tafetán; una cola compuesta por un chaleco de tul de seda bordado y un vestido elaborado en crepé de seda como base principal de la cola. Ideado por Helena Mareque, nuestra protagonista lo aprobó en el primer boceto que le ofreció la firma.
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“Quería un vestido original, con personalidad, que se caracterizase por tener volumen en los hombros, ya que siempre me han apasionado los diseños con estructura y que, ante todo, fuese muy yo. Al casarme en una catedral buscaba un vestido clásico, pero que luego fuese versátil y cómodo para poder disfrutar en la celebración y bailar hasta que el cuerpo aguantase”, apunta.
Marina solo tiene palabras bonitas para el atelier y destaca las ventajas de disponer de un look nupcial desmontable: “Helena es maravillosa, desde el primer momento supo entender lo que quería. Hicieron un trabajo espectacular inspirándose en patrones de volúmenes muy característicos de los años 50, como los de Balenciaga, y adaptando la complejidad de la estructura a mi cuerpo. Disfruté muchísimo cada prueba viendo como se iba dando forma al diseño”. La propuesta se iba adaptando a los diferentes momentos del enlace, puesto que constaba de cuatro piezas: “para el baile me quedé con la base del vestido y le añadimos un lazo de tul gris con pequeñas incrustaciones de cristal que le daban luz y movimiento”.
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La anécdota más divertida
Sí se mantuvieron, durante toda la celebración, los complementos que completaron su estilismo. Fueron unas sandalias de tacón de Aquazzura y unos pendientes de diamantes talla brillante, de estilo art decó, convertibles y diseñados por Coco Sempiterno. A ellos se sumó el otro gran accesorio, un ramo de estética silvestre obra de Inés Urquijo, que contaba con otras tres réplicas que repartió entre las invitadas. Esta creación fue la protagonista de una anécdota muy divertida: “como hacía tanto calor y lo recogimos el día anterior, nos indicaron que lo metiésemos en la nevera. No nos dimos cuenta de regular la temperatura y cuando lo fui a coger, ¡se había congelado! Menos mal que con las réplicas y lo que se pudo salvar, lo pudimos solucionar y quedó precioso”.
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Belleza previa
Precioso fue también su maquillaje, que estuvo a cargo de Javier Cofiño, a quien Marina conoce desde hace años e imaginó siendo el maquillador de su gran día. “Me hizo un moño bajo ideal, que me permitió disfrutar toda la boda sin estar pendiente, con un maquillaje muy natural”, comparte ella. Pero, para encontrar el éxito de su look ‘beauty’ hay que remontarse a los meses previos a su enlace, en los que recurrió a tratamientos indicados para las novias: “estuve los meses previos cuidándome la piel con la Doctora Raquel Moreno, que son fantásticas tanto ella como su equipo”.
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Una decoración mágica
La misma buena relación que Marina tuvo con su equipo de belleza la mantuvo con el resto de proveedores de su boda. Organizarla no fue tarea fácil, pues los novios necesitaban desplazarse a Sigüenza desde Madrid, pero las circunstancias lo impedían, por lo que hubo decisiones que tuvieron que dejarse para última hora. “Para la organización contamos con las Petite Mafalda. Me puse en contacto con ellas en el minuto uno y fue el mejor de los aciertos. Empezamos a trabajar a un año vista y pese a las complicaciones de la pandemia, nunca hubo ningún problema”, revela nuestra protagonista.
La espectacular decoración de la boda fue el resultado de muchas manos unidas trabajando en un mismo proyecto. Las de Rafa Echevarrieta, de Quilicua Catering & Deco entre ellas, quien se encargó de preparar el montaje de acuerdo a la idea de la pareja. “Nos apetecía aprovechar todos los recursos de la finca, y crear algo natural y con toques rústicos, ya que se trataba de una finca de campo, con mesas infinitas y que se integrasen en un espacio que estaba lleno de chopos y verde”, explica Marina.
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Idearon entonces una mesa serpenteante, con iluminación ininterrumpida con diversas lámparas de mimbre, además de un conjunto de mesas cuadradas y redondas con estructuras altas. El siempre acertado trabajo de Elena Suárez marcó los arreglos florales de los diferentes rincones y espacios. Desde un centro corrido con flores silvestres y velas hasta el bodegón más cuidado: “lleno de cestos enormes con flores y olivos, sobre un carro antiguo que compró en su día mi abuelo, al que tenía especial cariño, ya que jugaba siempre de pequeña con él”.
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Si Marina tuviera que destacar dos recuerdos memorables serían escenas muy diferentes, pero que demuestran la personalidad de su boda. “A Alberto le encantan Los Beatles, así que durante el cóctel los chicos de Hotel Flamingo versionaron varias de sus canciones junto con un repertorio rock-folk increíble, que a todo el mundo le encantó”, cuenta sobre el primero. Su marido y su padre protagonizan la otra gran anécdota del día: “lo más especial fue entrar a la catedral del brazo de mi padre, con una versión preciosa de una de las canciones preferidas de Alberto y verle emocionado esperándome en el altar”. Confiesa que fue un momento sobrecogedor y que lo primero que le vino a la cabeza fueron palabras de agradecimiento. Entonces quiso dar las gracias a todos los que estaban allí acompañándoles, pero, seguro que por encima de ello, a la vida, por estar escribiendo un nuevo capítulo rodeada de personas tan maravillosas.