El amor puede surgir en cualquier momento y lugar, con personas que se conocen de poco o que llevan años compartiendo diferentes ambientes, pero es habitual que nazca de forma inesperada. Así sucedió con Manuel y Gemma, una novia que ha cautivado a las redes sociales con su boda celebrada el pasado 5 de junio. “Nos conocimos hace muchos años. Manuel me saca once años, porque yo fui jugadora de baloncesto y él fue mi entrenador. Entonces no le aguantaba mucho, pero al dejar el mundo del baloncesto surgió el amor. Siguiendo nuestras carreras profesionales y nuestras pasiones, yo acabé en Madrid y él trabajando en el extranjero, Suecia e Islandia, entre otros destinos, y pusimos a prueba nuestro amor durante cinco largos años”, nos cuenta Gemma. Hasta que finalmente se casaron en la Iglesia de San Bartolomé en Sangarcía, en Segovia, para después celebrar un banquete de ensueño en la Abadía de Párraces.
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Un espacio diferente
La pareja iba a casarse en agosto de 2020, pero por razones de seguridad ambos prefirieron posponer su enlace y dedicar esos meses intermedios a adaptarse a las restricciones. “Tras este aplazamiento, hablamos con Rafa y Mar de Quilicuá para buscar nueva fecha y nos propusieron el primer fin de semana de junio, que siempre lo hemos aprovechado para viajar y celebrar nuestro reencuentro, ya que mi marido Manuel ha trabajado en el extranjero y nos pareció que no había mejor fecha para celebrar el amor y que ya se quedaba en España de nuevo”, apunta.
Después de una preciosa ceremonia, los invitados se dieron cita en el espacio, un lugar lleno de historia con dos claustros y una antigua iglesia que, con la inminente lluvia, fue el escenario del banquete. Esa celebración interior estuvo decorada con mantelería floral y color vino, una iluminación con influencias rústicas y numerosos detalles naturales. “Tanto para la Iglesia como para la Abadía en tema floral confiamos en María de BeWater. Todo lo que habíamos visto de flores no nos encajaba o nos parecía muy repetitivo, por lo que nos dejamos guiar por su saber hacer y su buen gusto y fue el mayor acierto”, comparte Gemma.
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Nuestra protagonista no quería un entorno excesivamente recargado, tampoco un convite impersonal, por eso confió en el éxito de Quilicuá, un equipo y catering que le facilitó numerosas opciones para decorarlo. “Con mis ideas y su experiencia, encontramos el equilibrio perfecto de una boda con detalles y elegante sin estar sobrecargado o que algo destacase demasiado por encima de otras cosas”, recuerda.
Los novios apostaron por lo cotidiano y por el producto español para una ocasión tan señalada: “teníamos dos espacios especiales durante el cóctel. Mi padre se encargó del puesto de cerveza, que eran artesanas de El Bierzo, mi tierra y fueron todo un éxito, no sobró ni una. Por otro lado, mi suegro es ganadero en Salamanca, por lo que teníamos los mejores jamones ibéricos, de sus cerdos y de su reserva especial. Ambos puestos fueron un acierto y encantaron a los invitados”.
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El vestido de novia más aclamado
A esos mismos convidados y a todos los que disfrutaron de las imágenes después también les convenció el elemento más destacado de su gran día: el vestido de novia. Obra de Silvia Fernández Atelier, el diseño era sencillo y elegante, con manga larga, cinturón joya, una espectacular espalda con lazada y una larga cola, que no fue un impedimento para disfrutar. “Tenía claro aspectos de mi vestido: siempre quise ir con manga larga, larga cola y una espalda especial. Para mí, líneas rectas y pequeños detalles resaltan a la novia y son sinónimo de elegancia”, indica Gemma. Pensó en la diseñadora para hacerlo realidad, porque ya la conocía y captó su idea al instante. “Además, ella luego se encargó de vestir a mi madre, mi suegra y a la tía y prima de mi marido”, añade.
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Gemma sabía que lo más importante a la hora de lucir un vestido de novia es no caer en modas que no favorecen: “que tú lleves al vestido y no que el vestido te lleve a ti”. Por eso comenzó probándose modelos ya terminados para saber con cuál se sentía más cómoda. “Silvia sabe que yo soy muy de lazos y no podía faltar en mi vestido, por lo que ideamos la espalda muy abierta coronada por el lazo y cerrada en V con mil botones, capricho mío, y del que salían unas caídas para dar fluidez y movimiento a la cola, que se podían quitar”, aclara.
El imponente look no se quedó ahí, también contaba con complementos muy románticos para completarlo. Desde unos discretos y sofisticados pendientes hasta un velo de plumeti, que llenaba de magia el estilismo. "Quería ir velada, pero no encontrábamos un velo que encajase a la perfección con el estilo hasta que a Silvia se le ocurrió probar con el plumetti. Antes de estar colocado y ver el efecto, ya había dicho que sí mil veces”, nos explica.
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Un ramo sorpresa
El otro gran accesorio fue una creación de BeWater Flores. Gemma querría haber llevado muguet en su ramo de novia, pero no habría sido flor de temporada. “Era difícil de encontrar y de mantener en condiciones para ese día. Por lo que María tuvo 100% libertad para crear mi ramo y acertó de lleno. Verde con detalles blancos, ni muy grande ni muy pequeño, manejable y con cierto aire desordenado que le daba un poco de vida y movimiento”, rememora. Y confiesa que lo ató con un medalla muy especial: “grabada con una imagen de mi abuelito del alma, para que estuviera bien cerquita de mí ese día, aunque sé que desde el cielo me cuida todos los días”.
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El look de belleza
A todos estos ingredientes se sumó una gran sonrisa y el trabajo de Krystina Libertad, de Cool Producciones, para idear su look de belleza. “Quería un maquillaje muy natural porque habitualmente yo solo suelo llevar máscara de pestañas y no quería ese día parecer otra persona. Tanto mi madre, mi suegra y yo confiamos en ella para ese día”. Hizo la prueba de maquillaje con algo de antelación y por la mañana, para ver cómo se comportaban los productos durante todo el día.
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Gemma estaba muy favorecida y feliz, tal y como demuestran las fotografías del momento. El suyo fue un día repleto de sueños cumplidos y personas importantes, que los novios se guardan en el corazón. Momentos como la llegada al altar, el baile nupcial, la lectura ‘sorpresa’ de unas palabras, el detalle de unos gemelos de regalo de la novia al novio o una escena inesperada, marcaron su boda. “Al final de la comida, no nos dejaban movernos y era porque mi padre estaba metiendo el coche de mi abuelo en la abadía para regalárnoslo. Un Simca 1200 con más de 40 años. Fue muy emotivo porque mi abuelo, ya fallecido, vendió su coche hace unos 15 años y mi padre junto con mi hermano y su grupo más intimo de amigos, lo encontraron, lo restauraron y allí tuvimos la sorpresa”. Un recuerdo que se mantendrá por mucho tiempo en su retina, por ser de esos que solo suceden gracias a la magia de las bodas.