En todo look de novia los detalles son muy importantes, porque de ellos se puede leer entre líneas. Capaces de transformar un estilismo al completo y de definir la personalidad de la novia, los accesorios pueden conseguir un resultado aún más favorecedor y pocos tienen tanta potencia visual como un velo o una mantilla. Elegir entre ambas opciones puede resultar complicado para muchas, pero cuando la mantilla es la escogida se abre todo un mundo de posibilidades acerca de cómo llevar esta joya tradicional. Existen múltiples formas de colocarla y hoy queremos desvelar las más bonitas.
Contaba a ¡HOLA! Novias Rosa López, responsable de atención al cliente en la emblemática casa sevillana Juan Foronda (experta en mantillas, mantos y mantones), que existen incontables maneras de lucir una mantilla, al igual que un velo y que es importante añadir a la lista el concepto de manto, un paso más en la mantilla, con mayor tamaño y más elaborado. Si tuviera que elegir la combinación ganadora para una boda, explicaba, lo tenía claro: “en mi caso prefiero un vestido de seda con escote barco, manga francesa y una cola de tres metros, junto a un manto de novia oval bordado a mano en seda natural y con un diseño floral”. Como esta referencia en la materia, son muchas las firmas y personalidades que han popularizado una forma de disponer este accesorio nupcial que difícilmente podremos olvidar.
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Con broche
La opción más clásica para colocar la mantilla de novia está asociada necesariamente a otro complemento que, en ocasiones señaladas, ha quedado relegado a un segundo plano o incluso olvidado en el joyero. Hablamos de los broches, esos accesorios capaces de captar toda la atención y demostrar, de manera discreta, la elegancia de la protagonista. Es habitual verlos junto a la mantilla para sujetarla con altas dosis de estilo, ayudados -eso siempre- de alfileres con cabezales del mismo tono que la pieza. Ahora estos broches se han reinventado y, más allá de los tradicionales de joyería, pueden encontrarse versiones de bisutería, diseños hechos a mano con flores artificiales o preservadas e incluso creaciones más artísticas.
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Sobre la frente
Hay escenas de ciertas bodas que se recuerdan por siempre, con looks de novias reconocidas que terminan por convertirse en iconos en el universo nupcial. Algo así le sucedió a Laura Ponte desde que celebrara su enlace con Beltrán Gómez-Acebo en septiembre de 2004. “Es un referente con el que aún acuden nuestras novias al atelier después de muchos años: era un vestido tipo años 20 con pedrería y ella lo lució con gran estilo con una mantilla ovalada de encaje de Bruselas”, explicaba Carmina Pairet de L'Arca Barcelona en declaraciones a ¡HOLA! Novias. La modelo colocó la mantilla sobre la frente y la sujetó con una tiara ubicada en la misma zona, que conseguía un efecto a medio camino entre lo bohemio y lo vintage.
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Anudado
Las novias más originales apostarán por llevar la mantilla en versión anudada. Esta propuesta es la más complicada de todas, la más arriesgada también porque impactará de lleno con el estilismo que se haya escogido para la ocasión. No apto para looks tradicionales, esta fórmula habrá las delicias aquellas que buscan cierto aire relajado y desenfadado en su boda. Funcionará en ambientes distendidos como el campo o la playa, para los que cada vez más prometidas escogen looks románticos, bohemios y retro. Aunque su colocación parece sencilla, es conveniente contar con un profesional para evitar que se caiga durante la jornada.
Rizado
Teniendo como base el sentido de las blondas (el encaje que marca todo el filo de estas piezas), se puede jugar con la mantilla hasta conseguir un efecto rizado. Con ayuda de alfileres y haciendo motivos circulares este accesorio se verá de una manera diferente, elegante y algo más bucólica. En estos casos siempre se recomienda llevar la melena recogida en moños con formas redondeadas, de manera que la mantilla pueda disponerse alrededor y que ese sea el punto de referencia para el equipo de belleza que construya el look de la novia.
Bajo una tiara
La mejor embajadora del velo amantillado (un velo con notas de mantilla de novia) fue en su boda fue, sin duda, la Reina Letizia. En su enlace el 24 de mayo de 2004 escogió esta pieza que colocó bajo su tiara para acompañar el imponente diseño de Manuel Pertegaz. El accesorio, regalo personal del entonces príncipe, estaba realizado en seda natural y contaba con bordados a la aguja que se confeccionaron bajo técnicas históricas del siglo XIX, con roleos y guirnaldas que fusionaban la flor de lis y la espiga en la misma pieza. Siguiendo su estela, son muchas las novias que han rescatado sus mantillas familiares para lucirlas bajo tiaras heredadas o realizadas por encargo.
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A modo de capa
En otoño y en invierno las novias más atrevidas se conceden algunas licencias. Lucir una pieza tan mágica como una mantilla puede hacerse de forma poco tradicional y convertirla en una capa es una opción a considerar. Sujetando este accesorio en el nacimiento del cabello y en los hombros de la protagonista se puede conseguir este efecto que simula un look de cuento. Eso sí, mejor llevarlo junto a vestidos muy sencillos, de corte recto o al bies y con tejidos ligeros.
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En la coronilla
“La novia ya no lleva la mantilla con tiara o corona de flor de naranjo de cera como antes, sino que, en ocasiones, lo hace solo prendida de una ‘peina’ invisible o de otras formas (ablusonado, como capa) y se lo quita al entrar en el banquete a veces”, nos contaba Carmina Pairet, de L’Arca Barcelona. Si hubiera que decantarse por una opción como la más popular de todas, la que colocar esta pieza de forma sencilla sobre la coronilla sería la elegida. Se trata de la versión actualizada de la mantilla junto al broche y triunfa por ser la más cómoda y práctica de todas. Aunque en cuanto a peinados no hay nada escrito en este caso, se recomienda que sean recogidos tradicionales como moños de bailarina los que se utilicen, para evitar que con un peinado más desenfadado, la mantilla se mueva.
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