Una boda es como un gran viaje: puede prepararse con tiempo o buscarse a última hora, puede hacerse con un gran grupo de amigos o en la más absoluta intimidad y puede ser de carácter local o una celebración internacional. La de Cristina fue una de las aventuras más bonitas, un enlace íntimo con la magia de contar con pocos invitados llegados de todo el mundo: “Maximilian es mitad alemán mitad italiano, nos conocimos hace ocho años en Luxemburgo, donde trabajábamos los dos. Desde hace tres años vivimos entre Luxemburgo y Roma”, nos explica Cristina. Su gran día fue una maravillosa experiencia que ha culminado con la conversión de su look en un fenómeno viral, después de que diera el ‘sí, quiero’ el 21 de mayo en la sevillana Iglesia de Santa Cruz y bajo la atenta mirada de sus 30 invitados, sus seres más queridos.
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De gran boda a enlace íntimo
En un principio su enlace no iba a ser así, pero las circunstancias obligaron a la pareja a transformar su idea de boda ideal, pues se vieron obligados a aplazar su gran día. “Cuando tuvimos que posponer la boda en 2020 no sabíamos cuál iba a ser la situación para mayo de 2021 y, a medida que se iban acercando los meses y dado que la mayoría de los invitados eran internacionales o vivían fuera, comprendimos que lo más sensato y lo más seguro para nuestros invitados era hacerla lo más reducida posible, aunque nos costó mucho decidirlo”, apunta.
Fue tan solo unos días antes del enlace cuando pudieron confirmar los asistentes, pues concluyó el estado de alarma y se abrieron las fronteras. Entendieron que la ocasión era una oportunidad de oro para estar con sus seres queridos: “decidimos casarnos un viernes a mediodía para irnos el sábado a una hacienda a pasar el resto del fin de semana con nuestros invitados. Estuvo genial poder pasar más tiempo con nuestros familiares y amigos que, además, hacía mucho tiempo que no veíamos”.
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Un vestido midi, desmontable y viral
Dadas las circunstancias y modificaciones a las que los novios se vieron empujados, el vestido de la novia sufrió algunas transformaciones durante el proceso, desde que en 2019 Cristina llegara al taller de su diseñador. “Cuando cambió la idea de boda no me parecía el vestido más adecuado así que trabajamos en un plan B, pensando en una boda más íntima (cuando aplazamos la boda no sabía ni siquiera si lo iba a celebrar)”, comparte. Fue entonces cuando nuestra protagonista confió en las manos de Antonio García, el reputado creador sevillano, para idear un vestido desmontable, de largo midi, con organza, que ha dado la vuelta a las redes sociales.
Cuando Cristina acudió al taller de la firma ya había pasado por otros ateliers y no tenía claro el diseño que quería: “había visto muchos de muchos estilos. Tenía claro, en cualquier caso, que lo importante no era eso ese día y que seguramente con muchos iba a estar muy bien. Visité a Antonio García en su estudio y sólo le dije que quería algo elegante, cómodo, de cortes limpios y atemporal”. Y el creador dio en el clavo con el primer boceto. “Fue todo muy rápido. No nos conocíamos personalmente y me impresionó mucho su talento y su forma de trabajar”, confiesa Cristina.
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Por eso ahora con perspectiva nuestra protagonista solo puede enviar un consejo a quienes se encuentran en la encrucijada de dar con su diseño nupcial. “Si te lo vas a comprar ya hecho, que te guste, obviamente, pero que esté bien confeccionado y que tenga un tejido de calidad. Si te lo vas a hacer desde cero, además de todo eso, creo que elegir a la persona y al equipo que te lo va a hacer es fundamental. Son muchas pruebas y pueden surgir muchos imprevistos”, nos indica.
En su look de novia hubo, además, otros detalles destacados como unos preciosos pendientes largos y verdes, unas sandalias de terciopelo lila, de Flor de Asoka y un ramo de novia de aires clásicos, aunque muy actual, obra de La Galería de Jesús Fuertes. “Al casarme en mayo, al final elegí las peonías blancas que es una flor que me encanta, pero las quería abiertas para que tuvieran algo de movimiento”, reconoce. La decisión fue especialmente complicada porque Cristina es una amante de las flores: “me encantan las flores y todas las semanas tenemos flores frescas en casa así que me hacía especialmente ilusión todo el tema de la decoración floral y el ramo, pero precisamente por eso me costó muchísimo decidirme. Quería que la boda tuviera guiños a Italia, y tenía claro que las flores iba a ser uno de ellos”.
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Tradicional y minimalista
Su look de belleza tenía grandes parecidos con su estilismo: sencillo, personal y muy favorecedor. Fue Eva Romero la encargada de poner color a su rostro con la ayuda de las brochas y siempre en clave minimalista, junto a un recogido clásico. “Normalmente no me maquillo, así que tenía claro que quería algo cómodo, sencillo y que fuera natural. El día de la prueba fue muy importante, en mi caso, para hablar con la maquilladora y que supiera lo que iba buscando”, explica. La experta le dio mucha confianza, dejó atrás sus miedos y le aconsejó de cara a futuros maquillajes.
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Organización sin ayuda
La otra gran aventura de los novios fue organizar un enlace en plena incertidumbre y quizá, por ello, hasta ellos mismos se sorprendieron de lo que sintieron: “curiosamente, quizás a raíz del Covid, supimos darle el valor que ese día realmente tenía, fue muy especial. Y eso que después de siete años de relación, no pensábamos que nos íbamos a emocionar tanto”. Pasar de 250 convidados a 30 fue un gran reto. La pareja pensó que los preparativos serían más sencillos, pero la realidad les sorprendió. "Fue bastante estresante con todos los cambios constantes, la situación sanitaria, y que al final acabamos organizando dos eventos, la boda propiamente dicha del viernes y luego el fin de semana en Jerez, incluyendo alojamiento, desplazamiento, pruebas PCRs, etcétera”, aclara Cristina.
A todo ello se sumó que no quisieron contar con wedding planner, dado que querían estar en cada detalle y decisión, pero admite Cristina que entiende “– y más ahora – la importancia de su trabajo y lo mucho que te pueden ayudar”. Fue el catering Alfardos su mayor apoyo: les ayudó a decidir la decoración y contactar con otros proveedores. “También Rosa Fernandez Leal, la fotógrafa, fue una ayuda excepcional, sobre todo en los últimos días cuando más dudas surgen. Ella ha visto muchísimas bodas y tiene una sensibilidad especial, supo darnos muy buenos consejos”, apunta.
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Decoración inolvidable
La espectacular Hacienda La Soledad, con una preciosa arquitectura y unos jardines de cuento, fue el escenario de la celebración. “Cuando visitamos la hacienda por primera vez en 2019 teníamos claro que ese era el sitio, no sólo por su belleza en sí, sino, además, por todo el cariño y las facilidades que recibimos desde el primer momento. Por eso, cuando cambió el concepto de la boda decidimos mantenerla a toda costa”, nos cuenta. La dificultad residía en que los espacios resultaban muy amplios para los pocos invitados con los que contaban, pero encontraron una solución: “podía resultar poco acogedor, creo que al final conseguimos todo lo contrario gracias a las flores y la propia vegetación del sitio. Las decisiones finales las tomamos el día antes prácticamente".
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El toque más personal llegó con una decisión de esas que todos los invitados recuerdan: “durante el confinamiento empecé a hacer fotos con la Polaroid a flores que compraba cada semana para animar esos días tan grises. Me encantaba hacer las fotos, y me encantaba pensar en las flores que iba a comprar la semana siguiente, para ver cómo salía la foto siguiente”. En su gran día, Cristina tomó la decisión de utilizar cada una de ellas para sentar a sus invitados, que se las quedaron como recuerdo, después de que los novios dos días antes, de madrugada, pusieran cada nombre. “Me costó deshacerme de ellas y elegir cuál era para cada invitado pero nos encantó verlas en la mesa y repartirlas entre nuestros familiares y amigos ese día”, confiesa. Seguro que el detalle mereció la pena; y es que no hay regalo más emocionante que el que está lleno de significado. Un momento que Cristina, su marido y sus convidados llevarán por siempre en sus corazones.