El hecho de que un look nupcial resulte un éxito es tener en cuenta el mejor tejido, un corte elegante y un diseñador de prestigio, pero también influye lo que la novia siente cuando se ve frente al espejo. Y es que el triunfo de cualquier diseño reside en que el atelier o la firma en cuestión logre que la protagonista esté favorecida. Así también lo cree Irene, una de las novias virales más aplaudidas gracias a un vestido plisado muy especial. “Fui a visitar a varias diseñadoras, pero al entrar en la oficina de Flor Fuertes y hablar con ella, me transmitió mucha tranquilidad”, introduce ella misma a ¡HOLA! Novias. Y continúa: “además ese mismo día ya me estaba probando cosas, algo que ayuda mucho, pues al hacerte un vestido a medida es imprescindible antes de decidir cuál va a ser el diseño”.
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La esencia del vestido
El look con toques bucólicos y aires vintage, que recordaba a los plisados de Mariano Fortuny y Madrazo (el gran ingeniero, grabador y diseñador español de finales del siglo XIX y principios del XX), denota un estilo muy personal. “Tenía algunas ideas claras, sabía que quería dos telas superpuestas y que el vestido de abajo iba a ser tipo camisón de satén de seda”, nos cuenta Irene. A ello su sumo sus ganas de incorporar un velo, “lo tenía claro, clarísimo” y fue en el taller de Flor Fuertes donde se enamoró de él. “Además el estilo de sus vestidos me encanta: desenfadados, más ‘casual’ no tan clásicos (no me veía con el típico vestido blanco)”, apunta.
A ese diseño casi onírico, nuestra protagonista le sumó unos bonitos pendientes largos y un look de belleza que es el favorito de las novias de 2021: un moño de bailarina y un maquillaje sencillo. “Elegí a Ángela Blanco (maquillaje) y Víctor (peluquería) por recomendación y no me equivoqué. Fue un maquillaje súper natural, justo lo que quería porque yo nunca me maquillo y a la mínima me veo muy señorona. También maquillaron a mi madre, que iba guapísima”, reconoce.
Un ramo a juego
La nota más salvaje del look la puso un bonito ramo de novia silvestre que parecía hecho a medida para el vestido. En tonos rojizos, verdes y celestes, recordaba a una pintura de antaño y sorprendía al espectador por su delicadeza. “Delegué por completo en Inés Urquijo y su equipo y hasta el día de la boda, un par de horas antes de salir de casa, no vi el ramo. Me encantó, fue justo lo que yo tenía en mente, además de ir fenomenal con la idea del vestido”, nos explica.
Cambio de planes
La felicidad (y casi magia) que desprenden las imágenes de su boda, obra de Opalo Photos, junto con el vídeo de Flip Flop Media, se acerca a la realidad de un día inolvidable. Si bien en un principio celebrar un enlace en Madrid no era el plan de la pareja, finalmente todo salió bien y solo pueden recordar aquel día con cariño. “Mi ya marido me pidió matrimonio en junio de 2019 en Sevilla. Yo soy sevillana y me hacía ilusión casarme en mi ciudad, que creo es muy acogedora. Organizamos todo para casarnos en el 17 de octubre 2020 pero por el Covid y las restricciones de movilidad (el 80% de los invitados tenían que desplazarse a Sevilla, incluido los novios...) tuvimos que moverla al 21 mayo 2021 en la misma ciudad”.
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Sin embargo, no bastó con aquella primera modificación y los novios se vieron obligados por las circunstancias a hacer un segundo cambio. “Pasado el estado de alarma y la incertidumbre que se generó, decidimos, a finales de abril, ir a lo seguro que era buscar iglesia y finca en Madrid”, aclara. De manera que, la capital fue el escenario escogido finalmente para su enlace, que tuvo lugar el 28 de mayo 2021. “La ceremonia religiosa se celebró en la Basílica de La Milagrosa, en Chamberí, donde vivimos”.
Los novios se preocuparon de que la iglesia fuera cómoda y amplia, dado que no querían que ningún convidado que así lo deseara se perdiera la ceremonia por cuestiones de aforo: “queríamos compartir ese momento tan especial con todos nuestros invitados”. La ubicación del convite fue también un factor de importancia y tanto Irene como su marido encontraron en Finca Las Jarillas el enclave perfecto. “No pudimos tener más suerte, repetiría una y mil veces. Se volcaron con absolutamente todo, haciendo que fuera super fácil y sencillo organizar todo con un mes de antelación”, confiesa Irene. El menú de su gran día lo sirvió el Catering La Cococha con muy buen gusto.
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Organización de última hora
Como explicaba Irene, la antelación fue la máxima en los primeros meses de los preparativos de la pareja, pero más tarde la situación cambió. Por ello en un principio contaron con una wedding planner, pero más tarde decidieron renunciar a ello. “Empezamos a organizar la boda con mucha antelación, elegimos todo nosotros sin ayuda pero, cuando llego el Covid, como no podíamos viajar, necesitábamos a una persona que fuera nuestro segundo par de ojos en Sevilla y contratamos una wedding planner para coordinar todo”. La situación fue otra en la capital: “sin embargo, con el cambio final de mover la boda a Madrid, y puesto que todos los proveedores se volcaron, no necesitamos el servicio. Algunos de los proveedores que teníamos en Sevilla pudieron trasladarse a Madrid, lo que fue de gran ayuda”.
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El traslado de la boda de Madrid a Sevilla fue una decisión difícil para Irene, al igual que lo fue reducir el número de invitados (en un principio eran 450 personas). “Nos hacía muchísima ilusión Sevilla, que todos nuestros invitados estuvieran allí el finde entero, con una preboda el viernes y la boda el sábado”, comparte. No obstante en la memoria de Irene solo quedan grandes recuerdos, momentos muy especiales que aún emocionan. Desde la entrada en la iglesia del brazo de su padre viendo a su marido en el altar hasta la Salve Rociera que cantaron al final de la misa, pasando por el clásico momento del baile.
“Hay una anécdota al entrar en la Iglesia, antes de avanzar por el pasillo, uno de los invitados nos dijo que estábamos mal cogidos (mi padre y yo), pero con los nervios yo no me enteré. En las fotos, yo no estoy apoyando mi brazo sobre el de mi padre. Luego, al salir de la Iglesia se lo comenté y me dijo que no es que lo estuviera haciendo mal, es que él quería cogerme de la mano y no del brazo como es lo habitual. Me pareció un gesto muy bonito”, rememora.
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Por otro lado, al igual que Irene tenía ciertas cosas claras en cuanto a su look de novia, también las tuvo en lo referente a la decoración. Nos confiesa que tanto ella como su marido sabían perfectamente qué era lo que no querían y ello les llevó a acertar. Eso sí, ella intervino en un escenario muy especial: “Para la iglesia, mi marido delegó en mí (él quería flores blancas y a mí no me convencían), así que le sorprendí con flores totalmente diferentes y que le gustaron mucho”. Una decisión inesperada que formará parte de su colección de recuerdos. Porque poco hay más bonito que unas flores que acompañen un día inolvidable.