Cuando una novia acude a un atelier a realizarse un vestido a medida sucede, en ocasiones, que no tiene claro lo que quiere, pero sí conoce sus líneas rojas, esos puntos ante los que nunca cedería. A Inés le ocurrió esto desde ese primer momento que se lanzó en la búsqueda de la diseñadora que haría su look más especial. “No tenía ni idea de qué quería, pero tenía muy claro qué era lo que no quería. Me considero bastante clásica, pero reconozco que siempre me gusta meter algo más especial, así que quería algo sencillo, pero que no fuera muy básico”, nos explica ella misma. Todo lo que buscaba lo encontró en Romancera, una firma que seguía desde hacía tiempo y que terminó por cautivarla: “Mis amigas alguna vez me mandaban diseños suyos diciéndome que 'eran muy yo’. Lo que no sabía era lo increíbles que eran Tamara y Lola, eso fue lo que me hizo decantarme por ellas”.
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Unas mangas inolvidables
Su diseño, con mangas con volumen fruncidas, lleva meses causando sensación en las redes sociales, por su elegancia discreta y por haber sabido transformar la tendencia de las mangas abullonadas a un concepto aún más original. El vestido es el resultado de la buena relación entre Inés y el equipo de Romancera: “La primera vez que fui me dedicaron todo el tiempo del mundo, nada de una hora y te vas, si no que estuvimos hablando todo el tiempo que fue necesario. Tamara me dio tal tranquilidad y entendió perfectamente qué era lo que buscaba, que salí de ahí sabiendo que me haría el vestido con ella. Además, la primera vez que fui, me enseñó varias telas para entender mis gustos, y aluciné con las opciones tan preciosas que tenía. A parte de los vestidos tan bonitos que hacen, para mí fue clave la cercanía, la predisposición, y el trato personalizado que recibí. Tamara se ofrecía a acompañarme a por los zapatos, la ropa interior…sentías confianza absoluta en ellas”.
El enlace de Inés y Fran, como muchos otros durante 2020, se vio modificado por las diferentes medidas y lo que en un inicio iba a ser una celebración de verano, terminó por ser una boda de otoño. “Celebramos nuestra boda el 30 de octubre del 2020, aunque nuestra fecha inicial era el 13 de junio. Nosotros queríamos casarnos en verano, pero con la pandemia no nos quedó otra que moverla y, creyendo que en octubre la situación iba a haber mejorado, decidimos posponerla. A la vuelta de verano, comenzó la segunda ola de la pandemia y nos entraron muchas dudas sobre si volverla a mover, pero ¿quién nos garantizaba que el año que viene todo estuviera perfecto?”, comparte. A pesar de los cambios, el vestido de Inés seguía siendo el mismo que el primer día.
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Inés sabía con certeza que no quería ser “una invitada vestida blanco”, sino verse de novia y por ello lo primero que escogió fue el tejido del bajo del vestido, un moiré muy delicado, diferente a lo habitual: “El primer día que fui a Romancera, Tamara me enseñó varias telas y, en cuanto vi esa tuve claro que tenía que estar en el vestido”. La novia, una enamorada de las mangas decidió que debían tener protagonismo en el look. “Es cierto que la típica manga abullonada me empezaba a aburrir, por lo que quería una manga original pero distinta a lo que estábamos acostumbrados a ver. Tamara me presentó varios bocetos, pero en cuanto los vi, me decanté por el que luego fue mi vestido”, relata.
Diseñadora y prometida añadieron al look un cuello cuadrado muy original y tres capas a la prenda, para que gozara de movimiento. “La cola era de quita y pon, porque quería estar cómoda en la celebración, pero nos apetecía hacer algo distinto, que no fuera la típica sobrefalda que te quitas. Tamara me puso unos enganches casi invisibles donde iba colgada la cola. Y por último el velo, que era de una seda impresionante”, puntualiza Inés.
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Accesorios: clásicos renovados
Los complementos fueron tan singulares como el look, pero sin renunciar a ese trasfondo clásico: unos zapatos atemporales de Salo Madrid, unos pendientes de su tía y su anillo de pedida, de la colección Ansorena by Casilda se casa. El otro gran accesorio fue el ramo, una creación de aires silvestres que servía de contrapunto a su estilismo, obra de Inés Urquijo, al igual que las réplicas que compartió con sus seres queridos e invitadas más especiales.
“Me encantan los ramos que hace, porque mezcla tonos verdes con flores de colores muy alegres, y la composición que hacen es impecable. Realmente confié en ella al cien por cien, ya que le mandé algún ejemplo, y le dije que quería que fuera otoñal, en tonos granates, y dieron en el clavo. No lo vi hasta el mismo día, así que fue confianza absoluta en ella, y no me equivocaba, era precioso. El ramo me lo regalaron dos amigas mías, Sonso y Marta”, cuenta. Decidió atar el diseño con una medalla de la Virgen de Lourdes que le regalaron otras dos de sus grandes amigas: Ana y Mariu. Las más pequeñas de la ceremonia, las niñas de arras, llevaron un aro de sálix: “mucho más cómodo para que llevasen en la mano y más original que un cesto con flores”.
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Del mismo modo, cuidadosamente seleccionado, fue su look de belleza: un maquillaje creado por Goyo Acevedo y un recogido obra de Gema Ledesma. “El maquillaje me lo hizo Goyo Acevedo y en la primera prueba que hicimos juntos supo maquillarme muy natural, que era lo que yo buscaba. Es todo un profesional, lo elegiría mil veces más”, explica. “En cuanto al peinado, me lo hizo Gema Ledesma, a la que no conocía, pero su tranquilidad y los peinados tan bonitos que hacía, me hicieron decantarme por ella”. Fue el mismo día de la boda cuando ambas decidieron modificar su peinado, en un primer momento, con trenzas. Finalmente optó por un moño de bailarina con una trenza a un lado que lo rodeaba.
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Ceremonia religiosa en Madrid
La pareja se casó en la madrileña Iglesia de Espíritu Santo y celebró un convite reducido en en el Real Club de la Puerta de Hierro. Con los cambios de junio a octubre, tuvieron que hacer las alianzas en el último momento y cuando se dieron el ‘si, quiero’ no se lo podían creer. “Cuando Fran me pidió que nos casáramos, llevábamos juntos 4 años y medio, y me lo pidió haciendo el camino de Santiago (muy especial)”. Desde aquel primer momento en el que se conocieron en la universidad, y su posterior compromiso, hasta entonces, habían pasado muchas cosas, pero quizás jamás imaginaron una situación tan atípica para su boda.
Inés reconoce que fue complicado porque las medidas no hacían más que cambiar cada semana y la incertidumbre no les dejaba apenas respirar. Por suerte, contaron con el equipo de A-Típica para la decoración de su gran día, lo cual facilitó algunos procesos. “Nos dio la vida para no tenernos que encargar de toda la coordinación que supone. Fueron super profesionales, y dejaron el club precioso. Es cierto que aprendimos a relativizar, y que lo que en una boda normal hubiera sido un drama, para nosotros eran problemas insignificantes”, indica.
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Decorar una boda de tarde
Entre esos llamativos cambios de última hora destacan la reducción del número de invitados, por la seguridad de los asistentes; la alteración de la fecha y la consecuente modificación de la decoración; el toque de queda a las 12 de la noche y el cierre perimetral de Madrid. “Contamos con A-típica para que nos ayudaran en la decoración, ya que nos encantan y hacen un trabajo impecable”, introduce Inés. Se centraron en la carpa, que la buscaban transparente para que diera sensación de amplitud y dejara ver el jardín con vistas a Madrid. “La iluminación era la clave en nuestra boda, porque en octubre anochece antes y queríamos que el club estuviera bien iluminado. Así que pusimos luces que iluminaban los árboles, luces en la carpa, velitas…”. Además, mantuvieron la vajilla original del club, pero sí que modificaron: “la copa de agua por una copa color ciruela, y un bajoplato de porcelana”.
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A pesar de cada uno de estos detalles, que hicieron de su boda la mejor versión de ambos, Inés y Fran solo pueden sentirse agradecidos porque pudo casarlos un gran amigo y por la oportunidad de congregar, en un momento tan complicado, a tanta gente significativa: “Lo más especial fue haber podido celebrarla con la gente a la que queremos, y verles completamente entregados a la causa. A pesar del Covid nos sentimos súper arropados por todos”. Y, como muchos reivindican desde hace algunos meses, es ese el verdadero sentido de esta celebración: el amor.
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