Desde hace siglos la realeza y los aristocracia han sido la referencia perfecta en cuanto a estilo nupcial. Ni actrices ni modelos, las futuras reinas, duquesas y condesas entre otros títulos nobiliarios, siguen siendo la inspiración ideal a la hora de pasar por el altar. A pesar de las tendencias, en estas mujeres encontramos ejemplos de cómo el equilibrio perfecto entre lo clásico y lo atemporal logra imponentes looks de novia. Para muestra, el vestido que eligió Belén Corsini en su boda con Carlos Fitz-James Stuart en los maravillosos jardines del Palacio de Liria. El mismo lugar donde Sofía Palazuelo contrajo matrimonio con Fernando Fitz-James Stuart en octubre de 2018 y también causó sensación con aquel vestido sobrio diseñado en el atelier de su tía Teresa. Así pues, las dos novias de la Casa de Alba ocupan la lista de las aristócratas más elegantes coincidiendo además en algunas decisiones de estilo que hoy hemos querido recordar.
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Ni detalles recargados, ni apliques barrocos, la sencillez reinó en sus diseños. El 22 de mayo Corsini se unió a una de las familias más importantes del país, con el título de condesa de Osorno, enfundada en un maravilloso vestido de corte imperio, mangas abullonadas y una larga cola de tul de la firma española Navascués.
Una favorecedora silueta resume a la perfección su buen gusto por la moda. Este romántico modelo, que podría formar parte del vestuario de una película de cuento de hadas o de la serie Los Bridgerton, estaba confeccionado en georgette de seda natural con doble falda y enagua en satín con remate bordado, pero la espalda escondía un secreto: iba rematada con una pequeña abertura que dejaba entrever la piel. Añadió a su fabuloso traje de novia la imponente cola de varios metros de plumeti bordada desmontable con pequeñas flores rosas oscuras sobre gazar, igual que el majestuoso velo de tul que parte desde la juvenil y cómoda coleta.
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La novia, fiel a su personalidad, se decantó por un maquillaje muy natural y bronceado y un pequeño tocado circular de plata y brillates con motivos florales perteneciente a la colección de la familia de la Casa de Alba. Y por último una pieza muy especial, unos pendientes de brillantes con botón que pertenecieron a su abuela materna. Nuevamente, Belén coincidía con su cuñada Sofía en un detalle muy significativo, además de la sencillez de sus trajes y las colas desmontables. Este es el hecho que las ha diferenciado de las demás novias de la historia de la Casa de Alba rompiendo así una de las tradiciones familiares más antiguas que siguió Matilde Solís o Eugenia Martínez de Irujo: ninguna llevó tiara.
El 6 de octubre de 2018 los jardines del Palacio de Liria también se vistieron de fiesta para el gran día de Palazuelo, una celebración que reunió a más de 400 invitados, incluso a representantes de la Casa Real como la Reina Sofía. La novia en este caso apostó por el ingenio creativo de su tía Teresa Palazuelo para su traje nupcial, un diseño de organza de líneas rectas y estética minimalista -con la ausencia de los típicos encajes, brillos y bordados- que acaparó las miradas de todas las españolas.
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Lejos de los cánones clásicos, la futura duquesa de Alba optó por la conocida silueta A de corte fluido, de manga corta dejando al desnudo sus tonificados brazos, el escote en 'V' y tenía una larga capa de tul que nacía en los hombros y caía de forma elegante a modo de cola (de más de dos metros) desmontable. No lució una tiara, ¡pero tampoco velo! Optó por la sencillez de un pequeño tocado de plumas blancas de Teresa Briz que añadió a su delicado moño bajo, unos pendientes con forma de rombo en oro blanco y una pulsera con una piedra central de los que aún se desconoce su procedencia. Ambas aristócratas han sido el fiel reflejo de todo lo que una novia española del siglo XXI quiere llevar el día de su boda: dos vestidos elegantes, alejados de las tendencia arriesgadas de la industria, porque la sencillez siempre reinará en el altar, pase el tiempo que pase.