Son muchas las novias virales e historias de amor de celebrities y royals que han pasado a los anales de la historia y convierten hasta al más incrédulo en un auténtico romántico. Pero, quizá, son las relaciones anónimas las que más cercanas sienten todos los que se topan con ellas y por eso cada una de esas parejas que cuentan un relato fascinante causa tanta emoción. La aventura de Paloma e Ignacio tiene mucho que ver con esto último, pues la suya es una batalla marcada por la distancia y la nostalgia, pero con un final feliz que hoy descubrimos. “Ignacio y yo nos conocimos un verano de hace 10 años en Altafulla, un pueblo de Tarragona donde pasamos las vacaciones los dos. Después de una relación larga y muy intensa, ya que gran parte ha sido a distancia (él en Barcelona y yo en Madrid), nos prometimos en diciembre de 2019”, introduce Paloma a ¡HOLA! Novias.
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Un amor de década
La pareja consiguió darse el ‘sí, quiero’ el 19 de septiembre de 2020 en una boda íntima y de aires silvestres celebrada en la casa familiar que los padres de la novia tienen en Altafulla (Tarragona), su lugar de veraneo. “Donde nos conocimos hace 10 años. Siempre tuvimos claro que queríamos que nuestra boda fuese ahí, ya que para los dos significa mucho y le tenemos un cariño especial”, explica Paloma. A pesar de los cambios y medidas que podían llegar en aquel momento, la pareja no quiso modificar el calendario: “era la fecha que elegimos desde el principio, y ante tanta incertidumbre, decidimos que no la moveríamos, ya que no sabíamos cómo iba a evolucionar el Covid y nadie nos aseguraba nada”.
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Un vestido de dos piezas
Si algo tenía Paloma por seguro eso era que su vestido de novia no sería como los demás, sino que reflejaría su personalidad, sin caer en estridencias. Su primer objetivo era convencer al novio: “Cuando empecé a pensar en el vestido no sabía muy bien cómo quería que fuera, pero sí sabía lo que me gustaba y lo que no. Tenía super claro que quería gustarle mucho a Ignacio, ¡pero a veces él puede ser un poco clásico!”.
La delicadeza y la sencillez, sin entrar en el clasicismo, eran dos de las premisas que la novia quería ver reflejadas en su vestido y las encontró en un diseño a medida: “Normalmente suelo vestir súper sencillo, me gustan mucho los diseños limpios y a la hora de añadir detalles, me gustan los juegos de telas o los drapeados (¡me encantan!). Claudia Llagostera fue la primera diseñadora que fui a ver, porque me atraía mucho su estilo más desenfadado y me sentía muy identificada”, apunta. Y continúa: “¡desde el primer momento supo entender perfectamente mi personalidad y lo que estaba buscando!”.
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El resultado fueron dos piezas para formar un único look: un vestido liso de tirantes y un sobrevestido de gasa, con mangas camiseras y un drapeado central, muy favorecedor. El proceso de creación del mismo fue todo un reto, pues comenzó el confinamiento y limitó los movimientos. “Tuvimos que hacer un parón por la situación, pero en cuanto salimos de la cuarentena nos pusimos manos a la obra. Fue todo súper rápido porque las pruebas salían genial, creo que desde el minuto uno ya lo veíamos todo súper encaminado. Yo soy una persona muy indecisa, pero reconozco que en ese momento me dejé aconsejar por Claudia y no pude elegir mejor: ¡volvería a ponerme en sus manos mil por mil!”, confiesa Paloma.
Es esa confianza a la que apela la novia para aconsejar a las prometidas acerca del proceso de creación de un vestido nupcial, que siempre debe ser un reflejo de la protagonista. “Lo más importante es no disfrazarse, ser tú misma, y sentirte cómoda. He visto vestidos super bonitos, muy originales, pero a veces me pregunto si la idea es romper con el clásico vestido de novia o sentirte tú misma y gustar a tu marido. Creo que a las mujeres nos gusta rompernos la cabeza ya que es un día en el que quieres estar espectacular, pero yo en este proceso descubrí que no tiene por qué ser así”.
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Inspiración silvestre en el look
Además de unos discretos pendientes y unas sandalias de Sèzane, el look de belleza completaba a ese vestido de ensueño ideado para la ocasión. Del maquillaje y la peluquería se encargó Alizia Moreno, después de que la novia, que es de Madrid, no parara de buscar a la persona apropiada. “¡Ahí no conocía a nadie, pero no pude elegir mejor! Soy muy ‘especialita’, no me gusta nada verme recargada, y con Alizia elegimos un look super natural. Me hizo un semirecogido con coleta y lo único que añadimos fue un collar antiguo de mi abuela paterna para que fuera más especial, ya que decidí no llevar velo”, nos explica.
Toda la decoración floral corrió a cargo de Fernando Muntadas y ello incluye también el ramo de la novia. “Lo elegí yo con Fernando el día de antes”, indica. "Le dije un poco el tipo de flor que quería, muy silvestre, y a la mañana siguiente (como es tradición en Cataluña), el hermano de Ignacio y su mejor amigo, Guille, me lo trajeron a casa antes de subir a la iglesia, junto a un escrito súper bonito que me leyeron”. Confiesa Paloma que este momento fue muy emocionante para todos.
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Una celebración en casa
La emotividad estuvo presente en la ceremonia y la celebración al completo, pues cuentan los novios que el convite fue sencillo y cercano, pero que lograr organizarlo no fue nada fácil, aunque ahora se quedan con lo bueno. “Nosotros no contamos con wedding planner, pero tuvimos la enorme suerte de contar con un familiar de Ignacio, Fernando Muntadas, que nos ayudó muchísimo y se encargó de la decoración floral y de dejar la casa preciosa. ¡Todo ello, en tiempo récord claro!”, explica. Por la situación que se les presentaba, tuvieron que hacer todo el trabajo contrarreloj, en el mes de agosto. Además, a la boda no acudieron el conjunto de invitados al completo, pues hubo que reducir la lista a consecuencia de la situación sanitaria.
“¡Lo más especial de aquel día fue ver que realmente estaba sucediendo! Los días previos a la boda fueron tan intensos que hasta que no llegó el día, ni me lo podía creer”, comparte Paloma. Admite que jamás podrá olvidar una misa tan bonita: “Fue preciosa. Ignacio y yo la preparamos con mucho cariño y recuerdo disfrutar mucho de cada momento. Además contamos con un coro espectacular que nos regalaron sus padres y lo hizo aún más especial”. Pero, sin duda, lo que más emocionó a los novios fue el hecho de estar acompañados de todos sus seres queridos. “Creo que en estos momentos lo agradeces más que nunca. Tenerlos ahí en una situación como esta, es un regalazo que ni te lo crees”.
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Decoración natural
Se reunieron todos en su casa familiar y los novios pusieron un gran empeño en que el espacio quedara precioso, pero natural, “que no fuera una decoración forzada”. Y para ello no quisieron perder la esencia de hogar que buscaban: “Queríamos que la casa estuviese bonita, pero sin dejar de ser una ‘casa’. Como nos casábamos a mediodía pusimos una carpa para la comida de la que se encargó Safara y la verdad es que parecía como si siempre hubiese estado ahí, quedó genial”. Cuenta Paloma que los propios novios se encargaron, junto a Fernando Muntadas, de los detalles. “Utilizamos un montón de cosas antiguas que estaban por la casa para crear pequeños rincones. Desde mil cestas hasta unos unos barcos antiguos”. El resultado fue tan personal como elegante.
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Por otro lado, relata Paloma, hasta minutos antes de su enlace estuvo muy tensa. "Ahora me río, pero en su momento sufrí muchísimo… Después de todos los agobios que habíamos pasado, la semana anterior todos los pronósticos anunciaban un ‘tormentón’ el sábado, y no teníamos un plan B”. Por suerte, aquello quedó en una divertida anécdota: “Hasta el día anterior el iPhone no dejó de anunciar lluvias, y recuerdo que una hora antes de salir hacia la iglesia empezó a llover. Mi madre me dijo: ‘Paloma, esta boda no nos va a dar tregua hasta el final’. Pero todo salió perfecto. Salimos de la iglesia con un sol radiante que nos acompañó durante todo el día”. Y, a juzgar por sus sonrisas, posiblemente aquello fue un preludio de todo lo bueno que estaba por venir.