El pasado sábado 8 de mayo, después de tres años de discreta relación, Alejandra Ruiz de Rato, la hija de mayor del torero Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ y Patricia Rato, y Ernesto de Novales se daban el ‘sí, quiero’ en el pequeño santuario de Nuestra Señora de Setefilla, patrona de Lora del Río. Una boda íntima —solo hubo 60 invitados, todos familiares cercanos— que culminó con una celebración en la ‘Dehesa Majavieja’, propiedad del diestro. Un día lleno de felicidad en el que se desveló uno de los secretos mejor guardados: el vestido de la novia.
Aunque habíamos visto a Alejandra acudir a recoger el vestido junto a su padre y había trascendido que se trataba de un diseño de Pronovias creado especialmente para la ocasión por Alessandra Rinaudo, directora creativa de la marca, no se conocían más detalles. El sábado pudimos comprobar que, fiel a su estilo clásico y romántico, la novia apostó por un diseño en crepé blanco, con escote barco (recuerda tanto al que lució Meghan Markle en su boda que lo han apodado como escote ‘Meghan’), espectacular corsé y abotonaduras en las mangas.
Alejandra quiso cumplir con las tradiciones y llevar en su gran día “algo prestado”. En este caso fueron el velo —una pieza antigua de encaje, que perteneció a su tatarabuela materna— y los pendientes de pedrería que su abuela materna, Felicidad Salazar-Simpson, le regaló a su hija Patricia cuando se casó con Espartaco.
La novia culminó su estilismo con un maquillaje muy natural y favorecedor y un un sencillo moño que adornó con un broche desmontable. Se trata de una pieza diseñada por Suarez que puede convertirse en unos preciosos pendientes, con caída y motivos botánicos. Un recuerdo de este día y su segunda joya —la primera es la alianza, claro— de señora de Novales.
Siguiendo los consejos de los diseñadores nupciales, Alejandra huyó de las tendencias al elegir una prenda que no solo favorecía su figura, sino que se adaptaba perfectamente a su estilo y personalidad. Sin embargo, como muchas novias, optó por un vestido dos en uno: una prenda que evoluciona a lo largo de la ceremonia. Además de soltarse el pelo, cambiar los zapatos por alpargatas de esparto y quitarse el velo antiguo, de casi dos metros de largo y demasiado pesado para el baile, Alejandra se desprendió de la sobrecola extraíble, de tres metros, de crepé y organza, y la voluminosa enagua. Es la misma novia, pero ahora más ligera, lista para la fiesta, con una espectacular espalda de encaje y un cinturón, también de encaje, con pedrería, bordado a mano.