Una de las grandes leyendas de Hollywood es la del cazatalentos, ese profesional que mientras un futuro personaje público tomaba un helado, viajaba en transporte público o paseaba por una gran avenida, le abordaba para decirle que le iba a cambiar la vida, que había visto un gran potencial en tan solo unos segundos. Algo parecido le sucedió en plenos años 30 a Lana Turner (Wallace, Idaho, 1921 - Los Ángeles, 1995) cuando aún era menor de edad. De nombre de pila Julia Jean Mildred Frances Turner, al poco tiempo de su descubrimiento y siendo aún adolescente, comenzó su carrera en el cine con papeles secundarios en películas como Ellos no olvidarán (1937) y La pareja invisible (1937). Con los años, en algunas de sus cintas más emblemáticas, se vistió de novia por requerimientos del guion y el resultado no pudo ser más espectacular.
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La novia perfecta en la gran pantalla
Fue con El cartero siempre llama dos veces (1981) cuando se ganó el corazón del público, la atención de la prensa y el ojo de la crítica. El look más memorable de la actriz, ese de shorts y top blanco en su gran aparición en escena en la cinta de Bob Rafelson, no dejó indiferente a nadie. A ese icónico estilismo se unen otros que dibujan la buena relación que la actriz tuvo con el mundo nupcial en algunos de sus filmes más populares. La industria cinematográfica hizo de ella no solo un icono de la época, sino también una novia diferente, simbólica, original. Entre los títulos de los que quedan registros fotográficos en la actualidad destacan El matrimonio es un asunto privado (1944), Madame X (1966) o La calle del delfín verde (1947).
En la primera, una obra de Robert Z. Leonard, la intérprete conquistó con un vestido de novia poco discreto, que las diseñadoras de vestuario Irene Maud Lentz y Marion Herwood Keyes idearon para ella. El look en cuestión constaba de un top con escote cuadrado, manga larga y silueta péplum del que nacía una elegante cola y una falda recta de tul. Como accesorios: un tocado con velo incorporado, flores en la frente y un ramo de azahar con mantilla alrededor.
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Para Madame X, Kathleen McCandless, la responsable del vestuario en la película, busco un diseño deslumbrante que Holly Parker (Lana Turner) pudiera lucir en su enlace con Clay Anderson (John Forsythe). Lo encontró en una pieza de silueta princesa, escote corazón y pequeñas mangas cortas, que acompañó con unas llamativas joyas; una de ellas una horquilla que ponía el broche final a su ‘lacado’ recogido.
La corriente maximalista en la moda, con rasgos vintage, digna del viejo Hollywood y a la que tantas estrellas se apuntaron, primero por orden de los estudios y productores y, más tarde, por gusto propio, salpicó también a los vestidos de novia. La mayor prueba de ello la encontramos en trabajos de Lana Turner como Cautivos del mal y la ya citada La calle del delfín verde. Es en esta última es en la que la actriz luce un diseño propio del siglo XIX, con cordel al cuello, mangas con volumen, plisado en el pecho y una imponente mantilla que cae por su frente.
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Siete maridos y ocho bodas
Cautivadora en la gran pantalla y referente de femme fatale, a su prolífica trayectoria en el séptimo arte se sumó una pujante vida amorosa, que la llevó al altar hasta en ocho ocasiones; con uno de sus maridos dos veces. De esos aprendizajes del cine, bebió para idear sus looks nupciales, pues cuentan con ciertas similitudes con respecto a los que vistió en la gran pantalla. Se casó por primera vez con Artie Show, un músico que la cautivó mientras rodaban una película, pero con el que el matrimonio no llegó al año. Sin embargo, con Steve Crane (Joseph Stephen Crane), la relación fue algo más duradera porque, además de darle a su primera y única hija (Cheryl Crane), se casó en dos ocasiones con él. En dos años hubo dos etapas en la relación, divididas en dos matrimonios.
Para su primer enlace con Crane —como demuestra la imagen— Lana se decantó por un vestido mucho más sencillo de lo que acostumbraba: un modelo blanco, con hombreras, mangas cortas, escote de pico y lazada a la cintura. Frente a la sencillez de la propuesta, los vibrantes complementos fueron un broche para cerrar el escote, una pulsera con detalles florales, pendientes dorados y flores a los laterales del pelo.
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La decisión estilística de la intérprete sigue resultando sorprendente frente a la que tomaría años después, en 1948, para dar el ‘sí, quiero’ a su tercer marido Bob Topping (Henry J. Topping), de quien sería esposa hasta 1952. El millonario inversor le propuso matrimonio lanzando un anillo de diamantes dentro de su copa de Martini, en pleno 21 Club de Los Ángeles, uno de los locales de referencia entonces. Para la gran boda, en Hollywood, la icónica estrella escogió un diseño de seda y encaje, con cuello mao, falda plisada y escote corazón que combinó con una diadema tipo visera y guantes también de encaje.
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En 1953, un año después de su divorcio de Topping, Lana celebró su boda con Lex Baker, el actor que interpretó a Tarzán en la saga iniciada en 1949. Con él fue feliz y estuvo hasta 1957, cuando ella descubrió su lado más oscuro, el que había condicionado físicamente a su hija Cheryl con unos polémicos abusos. Tras él, ya en 1960, le llegó el turno al empresario Fred May, que estuvo junto a ella dos años. Para volver a pasar por el altar con May, lejos de los clásicos vestidos, la actriz se decantó por un traje de falda y chaqueta y un sofisticado collar de perlas, una opción ideal para un enlace civil como el que se celebró.
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Sus últimos matrimonios
Después de un sonado divorcio con May, la actriz dejó correr algo de tiempo hasta llegar al que fue su sexto enlace, con el productor Robert Eaton, su compañero de vida entre 1965 y 1969. El amor se terminó para ellos y, por desgracia para Lana, tampoco hubo éxito con quien fuera su séptimo y último marido, Ronald Dante (cuyo nombre original era Ronald Pellar). Un supuesto hipnotizador con quien se casó en 1969 que terminó por estafar a la actriz más de 100.000 dólares de la época. Dante acabó en prisión por otros escandalosos fraudes. Su relación terminó con el último divorcio de la celebrity, en 1972. Después de aquello, Turner no volvió a comprometerse. No obstante, una de sus últimas apariciones públicas, antes de fallecer, fue en el Festival de cine de San Sebastián en 1994, en nuestro país. Allí demostró su elegancia sin condicionantes, pues recogió el premio Donostia con la misma sofisticación y seguridad con la que había conquistado corazones en sus 74 años de vida.