Las historias de amor más emblemáticas de todos los tiempos siempre han tenido una joya como coprotagonista: el anillo de compromiso. Símbolo en toda relación y punto y aparte para iniciar una nueva vida, son muchas las trayectorias de celebrities y royals que dieron un giro de 180 grados cuando quien entonces era su pareja se arrodilló para pedirles matrimonio. El gesto sigue siendo uno de los más emocionantes y son muchas las novias que ponen el foco en los diseños que mujeres como Wallis Simpson, Lady Di y Grace Kelly recibieron de sus prometidos. Es precisamente esta última una de las que más fascinación causan y cuya sortija sigue siendo un referente y un mito de la joyería. Sin embargo, la leyenda ha alimentado la idea de que solo hubo una pieza, la del diamante corte esmeralda valorado en tres millones de euros, pero no fue la primera y auténtica con la que Rainiero III de Mónaco dio el gran paso.
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Una historia mítica
En la Navidad de 1955, con la emoción de esta bonita época, el entonces príncipe pedía matrimonio a la bella actriz en Filadelfia. Se habían conocido en mayo de ese mismo año. El romance había empezado cuando se cruzaron en el Festival de cine de Cannes, al que la estrella de Hollywood había asistido para promocionar Atrapa a un ladrón, estrenada entonces. Rainiero decidió organizar una sesión de fotos en su casa para la actriz y, para la ocasión, ella escogió un vestido de flores que se recordaría por siempre junto con la anécdota. Empezó así una relación en la que ambos compartieron correspondencia durante varios meses, hasta que él voló a Estados Unidos para acompañarla en diciembre.
Poco después de hacerle la pregunta, a principios de enero de 1956, la pareja concedió una rueda de prensa en la casa familiar del icono del cine, en la que se pudo ver su anillo de compromiso. El diseño en cuestión era obra de Cartier (como el segundo y popularizado modelo que siempre se ha creído como el primigenio), tipo banda, realizado con parte del joyero familiar, según comentaba la prensa de la época.
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El popular medio The Philadelphia Inquirer se deshacía en halagos al describir la situación: “Grace, con un vestido de lana color champán con lunares metálicos dorados, lucía un hermoso anillo de compromiso, que el Príncipe había ordenado confeccionar a partir de dos reliquias familiares, en la forma de un anillo de diamantes entrelazado con uno de rubíes”. El guiño más llamativo de la sortija fue el hecho de estar realizada con los colores de la bandera de Mónaco, todo un homenaje del príncipe a su tierra natal.
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¿Por qué un segundo anillo?
Sin embargo y a pesar de la gran repercusión que la noticia tuvo en diferentes países, parece que esta joya quedó olvidada por la historia. Cuando poco después Grace regresó a Hollywood para rodar Alta Sociedad (1956) —la última cinta que grabaría antes de retirarse y trasladarse a Mónaco—, aquella sortija había desaparecido de su mano. Al parecer, el guion de la película exigía que la actriz luciera un anillo de compromiso con un gran diamante y, tal y como algunos medios afirman, ella misma comentó por aquel entonces a la columnista Louella Parsons que Rainiero mandó diseñar el segundo y ya reconocido modelo para que pudiera aparecer en la cinta. “Ahora puedo usar mi anillo de compromiso real”, contaba a la periodista.
La pieza en cuestión era, también, obra de Cartier. Contaba con un diamante central talla esmeralda de 10,48 quilates, que estaba flanqueado por otros dos diamantes baguette. La sortija no podía ser más exclusiva, pues pocos diamantes, solo aquellos libres de impurezas, permiten ser tallados al estilo esmeralda. La creación se coló en la película y pasó a formar parte del imaginario colectivo. Entre las escenas de Alta Sociedad se puede ver a Grace, que interpretaba a una adinerada socialité, jugando a pulir el anillo con un cojín.
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Mientras preparaba el papel y ensayaba junto a Frank Sinatra, se intuía el anillo de compromiso original, que posteriormente no estaría presente en la película. Ya durante el rodaje, en esa escena en la que Sinatra canta You are sensational de Cole Porter, se aprecia la que será la segunda y mediatizada gran joya. En fotografías del set en las que aparece con un bonito vestido blanco, como refleja la imagen, se puede observar del mismo modo el recién estrenado modelo del gran diamante, que terminaría por convertirse en un personaje más de la cinta.
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Sin embargo, la otra teoría acerca del diseño de la popular joya la daba la escritora, amiga íntima de Grace Kelly, Judy Balaban, quien fue dama de honor en su boda. Contaba que el primer anillo era simplemente un detalle del príncipe que simbolizaba amistad y se lo entregó mientras la gran pieza se estaba haciendo. Para confirmar esta posibilidad, algunos expertos se apoyan en las declaraciones que Rainiero daba a los periodistas acerca de este tema, poco antes de mudarse a Europa en 1956: “es una tontería contar los pollos antes de que nazcan”. Un dicho con el que parecía admitir que la segunda teoría era cierta.
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El joyero real de Grace Kelly
Ambos emblemáticos anillos formaron parte del joyero de Grace de Mónaco durante toda su vida. La relación de la actriz con este tipo de accesorios demostraba su buen gusto y el vínculo que la unía con importantes casas de joyería, especialmente con Cartier. Fue precisamente antes de su enlace cuando recibió, como regalo de bodas de su futuro marido, un collar de diamantes y la tiara Bains de Mer, de rubíes y diamantes, un detalle de la Société des Bains de Mer; ambas piezas de la de la misma firma francesa. Otras joyas emblemáticas de la princesa fueron el Collar Alhambra y el conjunto de perlas y diamantes, ambos de la prestigiosa casa Van Cleef & Arpels, y la tiara de diamantes de Kelly —con 42 diamantes baguette y 214 talla moderna—, conocida bajo este nombre y cuyo origen es desconocido, aunque se piensa que fue otro regalo de boda.