Entrañables, divertidas, emotivas o impactantes, pero siempre inesperadas. En toda boda hay sorpresas que los novios agradecen con una sonrisa y, en más de una ocasión, con alguna lágrima de emoción. En el caso de Gloria, la primera de ellas, en su boda, fue el ramo de novia. “Me lo hizo una tía mía que tiene una floristería en Oviedo llamada El Invernadero. Solo concreté que quería algo silvestre”, nos explica. Y el resultado fue un ramo con verdes y flores lilas como recién cogidas del campo que completaba un estilismo para el recuerdo. Quizá buscando el mismo efecto memorable, más allá de esta creación floral, hubo otra llena de significado, todo un guiño de la asturiana a su marido que fue casi improvisado: “Parte de las flores secas que llevaba en el pelo eran del ramo que Diego (el novio) me dio el día de nuestra petición cuatro meses antes. Fue algo no planeado que surgió días antes de la boda, y me gustó”. Las dispuso rodeando un recogido clásico y sencillo que le hicieron en Peluquería Suárez, de Julio Suárez.
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En el amor, los polos opuestos se atraen
Gloria y Diego se casaron el 24 de octubre en Asturias y en ningún momento decidieron cambiar la fecha, puesto que preferían mantenerla siempre que pudiesen darse el ‘sí, quiero’ ante su familia más cercana. Él, consultor de asuntos públicos, ella, médico en Toledo; se conocieron hace cuatro años en una inauguración gracias a la hermana y el cuñado de Gloria, que eran amigos de Diego. “Es curioso porque incluso llegó a dormir como invitado de mi hermana en mi cuarto de Asturias, sin que yo le conociese”, apunta ella. Surgió el flechazo entre ellos, aunque sus personalidades son muy diferentes: él es tranquilo, reflexivo y un apasionado de la política y el teatro; ella es enérgica, le encanta viajar y bailar. A pesar de sus diferencias, el deporte les une, aunque “juntos hacemos muy buen equipo”, admite Gloria.
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Escenas memorables de una boda para el recuerdo
Quizá por ese bonito vínculo entre ambos, su enlace estuvo repleto de momentos mágicos y pudieron disfrutar de un tiempo espectacular: “como se dice en Asturias, un día de restallu”, confiesa la novia. En su memoria escenas que recuerda con ilusión: “Reducimos la boda sólo a familia, dejando fuera a nuestros amigos. Aún así, dos de mis íntimas amigas bromeaban con que se presentarían en la iglesia, aunque no estuviesen invitadas. Y dicho y hecho. Se organizaron con mi familia a nuestras espaldas y ahí estaban. Esa mañana estaba muy tranquila, pero cuando al entrar las vi en el banco de testigos… Me empezaron a caer ‘lagrimones’. No me pudo hacer más ilusión”.
A ese gran momento, se sumó otro que Gloria reconoce como muy tierno: cuando la novia vio a sus sobrinos de un año, vestidos de asturianos, andando por el pasillo de la iglesia. La tercera anécdota que marcó su gran día tiene mucho de cinematográfica: “Para ponernos en contexto, soy una fan de la película Love Actually. Al salir de la iglesia empezó a sonar “All you need is Love” con la maravillosa voz de Cynthia Zebaze. Fue una sorpresa espectacular, me sentí Keira Knightley total”.
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El vestido, muy personal
Eso sí, para el vestido se fió de su instinto y del saber hacer de Javier de la Fuente, en quien confió desde el primer momento. “Sabía que quería un vestido de dos piezas, me gustaban los looks con telas vaporosas, enredadas, no muy ajustadas, pero que sí marcasen algo de silueta. Me inspiré en varias cuentas de Instagram de novias, en trajes como los de Cortana y Marta Martí, y del propio Javier de la Fuente”, concede.
Gloria, que considera que lo más importante de un vestido de novia es que te sientas identificada con él, conocía a la perfección el trabajo del diseñador, mantenía una buena relación con él y sabía que sacaría lo mejor de ella misma. “Conozco a Javier desde hace ya varios años. Trabaja en la calle perpendicular a mi casa. Nos conocimos de manera casual, buscando con mi madre un vestido para la boda de mi hermana. Me encantó, conectamos mucho, me captó muy bien el estilo desde la primera vez. Es un profesional increíble, además capta a la perfección las ideas que le explicas. Y por encima de todo, es una bellísima persona, tenemos una muy buena amistad”. Confiesa que cuando se decidió a casarse no le dio más vueltas, no solo por la cercanía, sino por su experiencia en la industria nupcial.
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El resultado no fue otro que el imaginado desde del principio, un mes antes de que la pandemia llegara a sus vidas. “Decidí dividir el vestido en dos piezas porque me gustó la idea, y más aún la opción de poder usar las prendas por separado. Fuimos dibujando bocetos, tardamos poco en dar con uno que me gustó. Después estuvimos mirando las telas, sabia que quería algo vaporoso, así que no fue difícil”. Al diseño, que además contaba con un elegante nudo en la espalda, Gloria le añadió un chal de mohair de Anauve Knitwear: “Me encantan las novias con chal y decidí ponerme uno en blanco hielo que me encanta”, reconoce. Y en los zapatos, unas sandalias de Flor de Asoka en tonos rosados.
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La organización: un desafío difícil y duro
Todo salió bien. Ese es el mensaje con el que se quieren quedar los novios, pero el camino no fue fácil. Aunque empezaron optimistas, cuando las cosas comenzaron a torcerse, la pareja tuvo que modificar sus planes y eso supuso algún disgusto, porque tenían que dejar a personas muy importantes fuera de la lista de asistentes. “En nuestro caso no veíamos viable seguir adelante con una boda grande en una situación como la que estábamos viviendo. Primero por lo que yo estaba viviendo en mi trabajo y, segundo, porque no queríamos pasar por el estrés de organizar una boda grande (con todo lo que conlleva), sin tener la certeza de que la podríamos llevar a cabo. No fue una decisión fácil, pero estábamos tan ilusionados con la idea de empezar este proyecto juntos, que no queríamos esperar más meses o incluso años, sin saber cómo iba a evolucionar la situación. Una vez tomada la decisión, y después de alguna llorera por mi parte (Diego lo vio claro rápidamente), fue como quitarnos un peso de encima”, explica Gloria.
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Decidieron entonces que harían una segunda celebración a finales de 2021 con todos aquellos que no pudieron estar, que eran bastantes porque pasaron de contar con 350 asistentes a hacerlo con menos de 30. Pero para la pareja tenía sentido, porque era importante poder abrazar a esos amigos y bailar sin condicionantes. Por suerte, también hubo ventajas y es que la reducción de aforo les permitió escoger una iglesia románica y pequeña que les encantaba.
“El mes y medio previo fue bastante estresante, con varios familiares indispensables infectados por el virus: mi madre, la madre del novio, mis hermanos, mi cuñado…¡Incluso el novio!. En resumen, todos menos yo. A lo que había que añadir las diferentes limitaciones a la movilidad. Fueron momentos de estrés en los que mi madre me ayudó mucho”, recuerda Gloria.
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Los novios lucharon contra viento y marea para poder mantener su gran día y lo consiguieron. Pero acerca de la decisión a la que se enfrentan las parejas que estudian si cancelar su boda, a ojos de Gloria, no hay una única solución. “Decidáis lo que decidáis, va a estar bien. Si vivís juntos, no tenéis prisa y queréis una boda con amigos, quizás la pospondría. Si ya habéis esperado tiempo desde que tomasteis la decisión de casaros, no queréis esperar y asumís el estrés de una ‘boda pandemial’, no la pospondría”. Porque, como admiten las novias que se han casado en los últimos meses, lo importante es pensar que se ha encontrado a esa persona especial y, dice Gloria, eso es algo por lo que sentirse verdaderamente afortunado.