Cuando una chica piensa en su vestido de novia suele imaginar una prenda diferente, que encaje con su personalidad, la favorezca y la acompañe en un día muy especial. Pero no todas piensan en un diseño que, en parte, puedan reutilizar en un evento especial o en su día a día. Ana es una de esas excepciones que se deben aplicar a cualquier regla porque ella sí lo hizo. "Quería que tuviera algo que pudiera reutilizar en un futuro, que no se quedara en el armario sin más", nos explica. Y Teresa Baena, la diseñadora encargada de crear el vestido de sus sueños, lo consiguió. El vestido de Ana iba acompañado de una bonita chaqueta con encaje que poder utilizar cuando la ocasión lo merezca.
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Ana es una apasionada del mundo de las bodas. "Siempre he querido casarme y las bodas me encantan. Antes de tener novio ya tenía el iPad lleno de descargas de fotos de bodas... y cada vez que una amiga se va a casar, me gusta ayudarle y aconsejarle". Por eso no sorprende que cuando Eduardo y ella se comprometieron tuviera decenas de ideas en su cabeza sobre el vestido perfecto. "¡Me inspiré en todo! Quería un vestido sin cola, por la incomodidad para la comida y el baile, y con escote en 'V', que considero que me favorece más". Para dar con él no dudó en hablar con Teresa y, tal como nos explica, sintió un feeling muy especial con la diseñadora. "Es una mujer súper simpática y súper amable. Y encima el día que la conocí me dijo que mi boda era el día de su cumpleaños. Lo vi como una 'señal' y fui a ver sus vestidos. ¡Los quería todos! Me gustaron sus encajes, sus telas, los cortes de sus vestidos… ¡Todo! Y encima su taller está casi debajo de mi casa. Todo estaba a su favor".
Para muchas novias –la mayoría en realidad– sentir una conexión especial con el diseñador suele ser algo determinante para elegirlo como el autor de sus vestidos. Pero para que ese tándem funcione, el entendimiento tiene que ser mutuo, como en el caso de Ana y Teresa. "Mi vestido no era de la colección, lo empezamos de cero. Primero Teresa me enseñó un montón de telas y encajes, y según lo que me gustaba y las ideas que tenía yo (escote, no cola, camisa/chaqueta encima…), Teresa me hizo varios diseños. Me costó decidirme, la verdad, todos eran preciosos". El resultado fue un vestido sencillo y muy favorecedor, con escote de pico y falda de línea 'A', decorado con una elegante chaqueta. Una prenda atemporal, de las que no pasan de moda. "Insistí mucho a Teresa es que me gustaría ver las fotos cuando pasaran los años y no pensar que era un vestido anticuado o de otra época, sino algo más bien atemporal", explica la novia.
La magia de las tradiciones nupciales
Ana asegura que le gustan las tradiciones y los significados que encierran muchos símbolos del gran día. "Soy muy de tradiciones, así que sí, me parece importante cumplirlas. Teresa me cosió un lazo azul con una moneda en la etiqueta del vestido. En el convite regalamos lo más clásico del mundo, alfileres con una perla a las mujeres, y puros a los hombres". El velo, por el sentido que tiene, también era fundamental para la novia, por eso no dudó en llevarlo en su gran día. Quizá lo más sorprendente es que combinó este elemento clásico –con el que no se atreven todas las chicas– con un peinado por el que se decantan las novias más modernas y elegantes: la trenza. Una opción que Ana suele llevar en su día a día.
La novia, que apostó por el blanco para el resto de su look nupcial –a excepción de los zapatos, que fueron nude–, sorprendió con un elegante ramo con rosas y paniculata en ese mismo tono, con detalles malvas. Un diseño lleno de elegancia que creó la mujer de uno de sus primos. "Ella tiene mucho estilo para eso, así que le dije cómo lo quería, hicimos una prueba y se encargó".
Boda lluviosa, boda dichosa
Ana y Eduardo se conocían de vista, de la parroquia, pero hasta que no coincidieron en la Feria de Sevilla –ciudad de la que son ambos– no se decidieron a hablar. Ahí empezó todo y tras cinco años de noviazgo y haber logrado algo de estabilidad laboral decidieron dar un paso más en su relación. "Llevaba muchos años viendo blogs de bodas y más o menos sabía por dónde moverme, así que no me hizo falta wedding planner, porque además me emocionaba hacerlo todo yo". Eso sí, contó con la gran ayuda de sus hermanas. Y Eduardo, claro.
"Me dediqué, sobre todo, a tener detalles con algunos invitados. Por ejemplo, a cada uno de los invitados les puse una tarjeta de agradecimiento diseñada por mí, con unos caramelos de violetas, que son mis preferidos. A los testigos hombres les regalamos un llavero con sus iniciales grabadas en una cara y un 'gracias' en la otra, y a las mujeres una medallita de plata con su inicial y un 'gracias'. Esta medallita también se la regalé a mis hermanas y a Teresa Baena", nos explica Ana.
Y llegó el gran día. Pese a la lluvia –que obligó a desplazar el coctel a otra zona– todo salió como habían planeado y dejó un sinfín de recuerdos a la pareja. Tantos que a Ana le cuesta decidirse cuando le preguntamos por lo más especial de aquel día. "Todo... sobre todo ver allí a toda la gente que quiero y todos contentos y haciendo que yo lo estuviera".