Es una decisión muy personal. Preguntarse qué estilismo es el más apropiado para la boda de una hermana, un amigo o cualquier otro ser querido hace que en nuestra mente ronden dos opciones: pasear por las tiendas de nuestro pueblo o ciudad (o visitar las mejores firmas online) para hacernos con un vestido al que solo habrá que hacerle pequeños arreglos, o pensar un concepto desde cero, ponerse en manos de un diseñador y crear una pieza única. La disyuntiva hace que muchas invitadas lo dejen todo para el último momento, pero también es la razón de que algunas prefieran reciclar una pieza antigua o poco utilizada. Precisamente para resolver las dudas sobre qué alternativa puede ser mejor, las voces de los equipos de Fernando Claro, Inés Martín Alcalde y Belulah dan respuesta a nuestras preguntas sobre la comparativa del hecho a medida frente al ready-to-wear.
¿A medida o comprado?
"Para eventos muy especiales, creo que tiene más sentido crear una pieza exclusiva pensando en el evento, en la localización, en cómo se quiere sentir esa persona allí… Es un trabajo muy personal. Por otro lado, en nuestra web pueden comprar piezas muy bonitas con nuestro sello y atemporales, para eventos en lo que no necesiten algo tan especial. Pienso que para eventos profesionales, para bodas menos allegadas etc. puede ser muy buena alternativa". Lo explica Bea Claro, al frente de la firma que fundó tu padre Fernando Claro, que ha vestido a medida a anónimas, celebrities e influencers en numerosas bodas.
Coincide con Bea Claro su compañera de profesión Susana Quirós, que acumula más de 10 años de experiencia vistiendo novias e invitadas como alma máter de Belulah. "Aconsejamos hacerse un vestido a medida a todas las invitadas muy cercanas a los novios, ya sea la madrina, madre de la novia o hermanas, ya que el diseño será único para ellas". El equipo de la firma gaditana idea desde cero cada diseño y lo adapta a la figura de su clienta, por ello, en la costura también pueden encontrar una solución quienes no se convencen con una prenda ya terminada. "También lo recomendamos cuando la invitada necesita un tallaje especial. Encontramos chicas con poca cadera, mucho pecho, talles cortos las cuales tienen serias dificultades para encontrar un vestido que le quede perfecto". Ahí estaría Belulah para conseguir un resultado favorecedor, cómodo y pensado exclusivamente para ellas.
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Sin embargo, en el mercado hay piezas muy atractivas, ya terminadas, a las que solo habría que dar unos retoques y que pueden ser también muy elegantes. "Los vestidos previamente hechos de nuestra firma son de sastrería por lo que se pueden retocar en nuestro atelier y sientan también impecables", apunta Quirós.
Esta idea es la que defiende Inés Martín Alcalde para su línea Collection. "Nosotras somos mucho más partidarias de comprar un vestido confeccionado en la mayoría de las ocasiones, ya que es mucho más fácil para la clienta verse con un vestido que ya sabe como va a quedar, y únicamente va a mejorar con las rectificaciones necesarias, pero ella ya se ha visto y no hay sorpresas. Además, nuestro sistema hace que sean unidades muy muy limitadas y evita el riesgo de coincidir con otra invitada igual, ya que apuntamos las bodas para que esto no ocurre".
Aún así, hay excepciones y desventajas y ambas diseñadoras lo saben: la gaditana destaca que los pocos diseños previamente creados con los que cuentan pueden tener un gran recorrido en las redes sociales y por tanto, ser menos originales, mientras que la madrileña entiende que personajes como las madrinas merecen un modelo a medida.
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Ventajas e inconvenientes de una prenda hecha para ti
Conviene entrar en detalle en los pros y contras de cada opción, tanto el ready-to-wear como el a medida, para comprender qué alternativa encaja con cada tipo de invitada. "Al hacerlo a medida la pieza es exclusiva, creada para cada persona, cuenta cada detalle que el cliente quiera destacar y es un guante. No obstante, la primera vez de un vestido a medida crea inseguridad, pues la clienta lo elige viendo solo un boceto", detalla Bea Claro.
En Belulah van un paso más allá y están convencidas de que no hay otro formato mejor para sacar partido a la silueta de una asistente elegante. "Lo mejor de hacerse a medida es diseñamos un vestido único para la cliente siempre teniendo en cuenta los gustos y la personalidad de la misma. Puede escoger el color y el tipo de escote se le corta en cuerpo, para que le quede exacto donde más le favorezca, al igual que el largo de mangas y de falda. En definitiva se crea en el propio cuerpo de la clienta, por lo que le va a quedar impecable".
Sin embargo, reconocen que el coste para quien lo solicita es elevado, aunque depende de la confianza y es habitual que alguien que consuma costura, repita. "Merece la pena gastar un poco más en algo que no te cree dificultad de buscar una pieza que jamás te va a sentar como un guante". Y continua: "Nuestras invitadas también disfrutan más de todo el proceso de pruebas en tienda y de creación del vestido... Lo sienten más especial aún. El trabajo a medida requiere de personal cualificado para que asesore a la cliente y le transmita la tranquilidad de que se sabe lo que se hace".
Pero un vestido de colección también tiene mucho que aportar e Inés Martin Alcalde rompe una lanza en favor de este formato que tantas facilidades ofrece. "Con vestido ya confeccionado no tienes que imaginarte nada, sino que desde el principio ves y trabajas con el vestido que vas a llevar, no hay sorpresas de último minuto. Es un proceso mucho más sencillo, rápido y fácil.
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Esta no es la única virtud de una versión ya construida. “El poder visualizarte tan temprano, te permite mucha más facilidad a la hora de elegir los complementos. Si encima son unidades limitadas, apuntan las bodas y lo adaptan a cada cuerpo (como es nuestro caso) tiene poco que envidiar a los vestidos a medida. Por ello, nosotras somos partidarias de esta modalidad”, concluye la creadora. A la exclusividad que trabaja esta casa de la capital hay que sumarle un plus de estética única, la que se respira en sus tejidos: siempre 100% naturales, tanto lisos, como estampados, diseñados en su taller e impresos en Italia.
El tiempo, la clave para un resultado perfecto
Tanto para el handmade como para la confección, las prisas no son buenas, aunque los márgenes del primero están muy alejados de los versátiles del segundo. En Fernando Claro trabajan con invitadas entre cinco y ocho meses antes, un espacio de tiempo similar a que explica Susana Quirós: "Lo normal es que las invitadas vengan con cuatro meses de antelación al evento y si son novias mínimo con ocho meses de antelación. El proceso de recepción de los tejidos y del patronaje de cada cliente requiere su tiempo y empezamos a probarlas unos dos meses antes de la celebración, si es invitada y unos cuatro o seis meses antes, si es novia".
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Ante una situación contrarreloj el ready-to-wear ganaría por goleada. Lo explica Martín Alcalde de la siguiente forma: "En nuestro caso, no hace falta cerrarlo con mucho tiempo. Nuestras clientes suelen ser previsoras y venir con dos meses aproximadamente, aunque puedes venir hasta dos semanas antes de la boda y lo adaptamos sin problema". Son las invitadas, por tanto, quienes deben decidir, en base a las circunstancias, el presupuesto y la relevancia de la boda. Una cuestión es segura: para acertar, mejor ponerse en manos de un equipo de profesionales.