La sencillez se ha convertido en una constante dentro de los vestidos de novia. Cada vez más chicas buscan diseños de corte minimalista, en los que la artesanía de la prenda, su corte, el tejido y los pequeños detalles se conviertan en los verdaderos protagonistas. "Volvemos al less is more. Pero eso no indica que el vestido es más sencillo, sino que es más complejo porque tiene que ser perfecto y debe quedar perfecto de una manera más purista. Si se utilizan puntillas deben ser muy artesanales. Estamos volviendo al trabajo más rico en cuanto a calidad", nos explicaba José María García, director creativo de Ze García. Por eso no sorprende que Ruth, diseñadora de interiores, amante de las tendencias y recién estrenada en el sector de la papelería nupcial con La flor de Catalina, apostara por este tipo de vestidos para su boda.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
El 'sí, quiero' de Ruth y Carlos en Mallorca
Ella, como muchas otras novias y expertos del sector, coincide en que uno de los requisitos fundamentales del vestido es que favorezca a la chica, respete su cuerpo y, sobre todo, su personalidad. Una prenda con la que se reconozca y no se sienta disfrazada. Tal vez por eso, meses antes de emprender la búsqueda del diseño ideal Ruth encontró lo que quería al probarse una blusa cruzada. "Supe entonces que ese estilo era lo que quería para mi día. Buscaba inspiración en vestidos con detalles diferentes, elegantes, en crepe pero que tuvieran algún guiño y lo hiciera distinto". ¿La firma elegida para su gran día? Colour Nude.
"Tras probarme vestidos de otros diseñadores di con un dos piezas de Colour Nude que era justo lo que quería. Mi único requisito era que me dejaran customizarlo y convertirlo en un vestido de una sola pieza. Además, estaban abiertos a que agregara cualquier otro detalle que lo hiciera diferente, y hubo varios: la falda en forma de pareo cerrado con botones a los lados, mientras el bajo quedaba ligeramente abierto para dejar ver un pelín los zapatos; las pequeñas hombreras que le añadí para que, sutilmente, las líneas se vieran más rectas; y, por supuesto, la capa, fue sin duda el detalle", relata la novia.
La capa de la que habla Ruth, un elegantísimo y sencillo diseño que partía de los hombros y respetaba el bonito escote en pico de la espalda, surgió como una alternativa al clásico velo o mantilla que lucen muchas novias. Una forma de no renunciar a la elegancia y al movimiento que aportan estas piezas, pero apostando por una opción más moderna. "Tuve muchas dudas sobre si llevar velo o mantilla, que era algo que me apetecía mucho y una tía mía modista se ofreció hacerme, pero siempre veía que a mi diseño le faltaba algo más con lo que me viera identificada. Buscaba el guiño, romper con lo clásico, el toque que lo hiciera diferente… Al final me probé una capa y lo tuve claro. Nuevamente la customizaría a mi estilo, pedí que le añadieran el mismo pico que tenía el vestido en la espalda. Era un diseño de líneas rectas que conseguía darle ese toque moderno que buscaba", apunta.
El poder de un moño de bailarina
La sencillez que en todo momento guio la elección del vestido de Ruth se dejó entrever también en el resto del look nupcial. Aunque la novia asegura que se considera un poco rebelde en eso de seguir las normas y cumplir con lo establecido, se rindió a una de las tradiciones más arraigadas dentro del mundo nupcial: la de llevar algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. Un pequeño ritual que llegó a emocionarla. Aquel día lució el anillo que su madre llevó en su boda "en realidad no era ninguna joya de valor e incluso me quedaba grande, pero me pareció precioso (bañado en oro, con un pequeño brillante y una piedra burdeos), y llevarlo conmigo me hizo valorar aún más la familia, el legado… En realidad no son cosas materiales lo que llevas contigo ese día, sino valores y por supuesto mucho amor".
Además de un maquillaje sutil, Ruth apostó por un peinado que aunque de tendencia en los últimos meses, es sencillo y muy favorecedor, un moño de bailarina. Uno de los recogidos más juveniles y que más suele favorecer a las novias. Eso sí, como buena seguidora de las tendencias no renunció a llevar una manicura en un elegante tono burdeos o unos pendientes desmontables en forma de flor, de color dorado y tamaño medio, de Olvido Madrid. ¿Y su ramo? Un diseño de flores silvestres que "recordara a esos paseos en los que terminas llevándote todas aquellas flores bonitas que te encuentras por el camino. La flor de cera ideal y me encantaba, la conjunte con un par de peonías blancas, que también es una de mis flores preferidas. Lo que lo hizo verdaderamente especial fue la medalla que unos meses antes nos regalaron a toda la familia con una imagen de mi prima hacía menos de un año fallecida… puedo decir que también entré a la iglesia con ella de la mano".
Un enlace con sabor mallorquín
Ruth y Carlos llevaban tres años juntos cuando decidieron dar el paso. Se habían conocido en el cumpleaños de una amiga y, aunque aquel día él pareció sentir un flechazo, no fue hasta casi doce meses después cuando volvieron a coincidir y empezaron a conocerse. Ninguno de los dos es natural de Mallorca llevaban dos años viviendo en la isla por cuestiones laborales. "Decidimos celebrar aquí la boda por facilidad de toda la organización a mano, aunque cuando lo pensábamos, en realidad lo que nos apetecía, es que toda nuestra familia y amigos disfrutaran y se enamoraran de esta isla preciosa y maravillosa de la que nosotros nos hemos enamorado".
Entre los dos se encargaron de organizar todos los pormenores del gran día. "Creo que soy una de esas novias que siempre han sabido lo que quería para su día, desde el menú, los detalles, la música… Fue fácil y muy muy divertido. Mi marido se ocupaba de unas gestiones, yo de otras y de las cosas en común apenas teníamos discrepancias, eso fue lo mejor: que nos imaginábamos las mismas cosas para nuestro día. Aunque no te voy a engañar, las últimas semanas de organización se nos hicieron cuesta arriba y hubiéramos deseado tener a alguien que nos ayudara", explica.
Pero todo salió como habían imaginado. Rodeados de familiares y amigos que llegaron desde Bélgica, Londres, París, Malabo, Estados Unidos… "Al vivir separados de todos ellos, el momento de la entrada en la iglesia no pudo emocionarme más verlos felices por vivir ese momento. Esas caras nunca se olvidan".