Apenas dos semanas antes de su boda María José se dio cuenta de que a su look nupcial le faltaba algo. Como tantas novias, había decidido prescindir del velo, pero en una de las últimas pruebas de su vestido, Fernando Claro, el diseñador encargado de confeccionarlo, le recomendó llevar algo en el pelo. "Esto me descolocó por completo porque no entraba en mis planes, pero tampoco quería desoír su consejo porque confiaba plenamente en él. Estuve unos días dándole vueltas al tema y de repente me acordé del tocado que había llevado Sofía Palazuelo en su boda. Me gustó en general, porque iba muy de mi estilo –sencilla y elegante–, pero lo que más me llamó la atención fue su decisión rebelde de prescindir de la típica tiara, tan de futura Duquesa, y optar por un tocado. En su día había leído que era obra de Teresa Briz, así que me puse en contacto con ella". Y aunque pensaba que con tan poco tiempo iba a recibir una negativa por parte de la diseñadora el tocado llegó a tiempo, perfecto para que esta onubense lo luciera en su gran día.
Foto a foto, la romántica historia de María José y Juan
La historia de María José es, en realidad, una de esas que demuestran que lo de tener todo bajo control no siempre es posible. Y que hay cosas que, aunque no salgan exactamente como las habíamos planeado, son mejor así. Ella, al contrario que muchas chicas, no había soñado con casarse. Al menos no había entrado en sus planes y tampoco se imaginaba cómo sería su boda. Pero un 6 de enero, día de Reyes, debajo del árbol había un anillo de compromiso, regalo de Juan, su novio, y no pudo decirle que no. "Soy una persona con las ideas muy claras, así que una vez que Juan me pidió matrimonio y fijamos la fecha de la boda –el 6 de abril de 2019–, tuve claro qué tipo de boda quería y qué tipo de novia iba a ser". Quería una boda sencilla y elegante, en la que hubiera buena comida y diversión. Y música, la mejor música.
¿Y el vestido? "No hubo un proceso de elección. Tenía tan claro lo que quería y que Fernando Claro iba a ser el diseñador que mejor se iba a adaptar a esa idea que sólo fui a verle a él, no visité ningún otro atelier. Fui a verle con una idea muy clara: no quería un vestido de novia, quería un dos piezas. Una falda de talle alto, recta y a la altura de los tobillos y del mismo tejido una especie de chaquetilla de cuello redondo, manga larga y recta y que cerrase por detrás. Quería meterle algo de pedrería en los hombros, para darle un toque especial. Él captó la idea al momento y me hizo un boceto que era exactamente lo que yo tenía en mi cabeza", explica. Eso sí, con las pruebas el diseño varió un poco. La falda se alargó ligeramente y añadieron una capa de georgette que nacía en el escote trasero de la chaquetilla para tapar la espalda durante la ceremonia religiosa. Además, introdujo un toque de color. "Fernando me enseñó varios apliques para los hombros y cuando vi el que tenía toques azules me enamoré de él. Me encanta el azul; Juan lo sabe y por eso el anillo de compromiso que me regaló era un zafiro. Era perfecto para mí, lo vi claro". Los zapatos y el ramo –de rosas de pitiminí–, sin embargo, fueron blancos. No quería que hubiera demasiado color o que la mezcla resultara excesiva. Además, como le dijo Charo, la mujer del diseñador: "cuando todas las novias llevan los zapatos de color, lo arriesgado es llevarlos blancos".
El nivel de riesgo de cada estilismo nupcial lo mide la propia novia. A la hora de elegir el vestido de novia y el resto de complementos hay que sentirse una misma, y dejar de lado lo que el resto pueda opinar sobre el vestido. María José se arriesgó, y acertó. "Creo que la novia tiene que estar cómoda con lo que lleve puesto ese día. Debe mirarse al espejo y reconocerse, no sentir que va disfrazada. Yo traté de ser lo más fiel que pude a mi estilo propio. El vestido era sencillo porque yo en mi día a día soy muy de básicos y de colores neutros. Y cuando tengo un evento trato de ir siempre sencilla, sin grandes estridencias". Con la elección del maquillaje y el peinado hizo lo mismo, ser ella misma. Tanto es así que optó por uno de sus looks más frecuentes, un moño tipo bailarina con raya en medio, o "peinado salvavidas", como lo llama ella.
Catorce años de amor
Juan y María José son una de esas parejas que se conocen de toda la vida. Eran del mismo grupo de amigos, hasta que un verano… Lo suyo empezó como una relación a distancia. Él, que también es de Huelva, se fue a estudiar a Madrid y estuvo allí cinco años. Cuando volvió, ella se fue a Buenos Aires, donde cursó cuarto de Derecho. Después Juan voló a Dublín… “Y ahora, catorce años y un matrimonio después, volvemos a vivir separados porque yo estoy destinada en Algeciras y solo estoy en casa los fines de semana”, nos explica María José. Pero la distancia no impidió que llegara aquel 6 de abril, ni que se convirtiera en uno de los días más bonitos de sus vidas. Eso sí, María José tiene claro que de no ser por Nuria y Marina, las wedding planners de Martina se casa, no se habría podido haber relajado. "Organizar una boda es un trabajazo, muy bonito, pero un trabajazo. Y hacerlo mientras opositas, es para volverse loco. Pero es que además yo aprobé la oposición unos meses antes de la boda y me tuve que ir a Madrid primero, a un curso de formación, y después me destinaron a Algeciras, así que sin ellas no sé cómo lo habría hecho".
Pero las cosas salen, siempre lo hacen, aunque no sean como uno habría previsto. Y es que, aunque aquel día de primavera no todo resultó como María José imaginaba, fue perfecto a pesar de las imperfecciones. "Soy una persona de idea fija, súper exigente, una perfeccionista de manual. Me daba mucho miedo que el día de la boda algo saliera mal y yo estuviese tan centrada en eso que no había salido como yo lo tenía planeado, que fuese incapaz de disfrutar del momento. No fue así en absoluto. Hubo cosas que no salieron como estaban previstas. El tiempo, sin ir más lejos, no acompañó. Yo había imaginado un día primaveral precioso, en el que no hiciera ni frío ni calor, ni lloviera ni hiciera viento, para poder celebrar un almuerzo al aire libre, en el claustro del Convento de la Luz, que es un lugar impresionante. Pues bien, el 6 de abril de 2019 hizo frío, viento y llovió. ¡Hubo un momento en el que hasta granizó!”. Pero la andaluza asegura que no cambiaría nada de aquel día. Tampoco la lluvia.