Hay veces en las que la realidad supera la ficción y si no, que se lo pregunten a Ellie Goulding, que hoy vive una boda de cuento de hadas que no imaginaba ni en sus mejores sueños. La cantante le ha dado el 'sí, quiero' a su pareja Caspar Jopling, con quien lleva dos años de relación después de que les presentara la princesa Eugenia de York, quien ha sido, junto a su hermana, una de las invitadas más esperadas del día. Después de hacer en una familia humilde y pasar una infancia difícil, hoy la cantante pasa por el altar con el hombre de sus sueños ante la jet set y la realeza británica. La ceremonia ha tenido lugar este mediodía en la Catedral de York, tras lo que la pareja y sus invitados se han desplazado al Castillo de Howard para la celebración, que incluirá una cena vegana e iglús de madera VIP para aquellos que quieran pasar la noche en la finca.
Para su gran día, la artista de 32 años ha escogido un fabuloso vestido de corte princesa obra de la casa Chloé que resulta inesperado por su estética totalmente clásica y tradicional, un estilo que rompe con la imagen que tenemos de la artista sobre el escenario y en eventos públicos, donde apuesta por prendas oversize, piezas metalizadas y complementos muy punk. Si alguien esperaba una elección rompedora y vanguardista, estaba totalmente equivocado. Para contraer matrimonio, Ellie ha buscado una imagen sobria muy apropiada para una celebración religiosa, y ha optado por una creación de cuello cisne y manga larga ligeramente acampanada decorada con una fina hilera de botones que añade una voluminosa falda al más puro estilo Grace Kelly.
El minimalismo y las líneas rectas únicamente se rompen con el detalle de encaje tipo lechuguilla que remata el cuello y los adornos puntillistas a relieve que cuajan el cuerpo, confeccionado en un tejido entallado que enmarca a la perfección la silueta de la intérprete de Love Me Like You Do antes de dar paso a una falda acabada en una gran cola digna de cualquier boda real.
Ellie ha llegado a la catedral acompañada de sus damas de honor, quienes iban también vestidas con impolutos diseños blancos de corte minimalista, hombros estructurados y una cinta de guipur a la cintura. Ellas abogaban por la comodidad al subirse a unas sandalias grises de tacón ancho y pulsera al tobillo, mientras que la novia prefería mantener esa estética clásica al decantarse por unos sencillos stilettos blancos. En cuanto al look de belleza, ha recogido su característica larga melena rubia en un moño de bailarina, sobre el que ha colocado un tradicional velo de tul.