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Ekaterina Malysheva ha lucido para su boda con el príncipe heredero de Hannover, Ernst August, una joya de incalculable valor y que ha supuesto el complemento perfecto para su look de princesa de inspiración rusa. La novia ha optado por una joya de la familia de su marido: la tiara floral de los Hannover, una fantástica pieza que realeza, aún más si cabe, la majestuosidad de su estilismo.
Esta delicada joya, creada en el siglo XIX, tiene distintos motivos flores -de ahí su nombre- como madreselva, brotes, hojas, flores y ramas entrelazadas que evocan el valor de la lealtad. Además la madreselva es una planta perenne, lo que simbolizaría el amor eterno, una elección perfecta para llevar en esta boda real. Está realizada en brillantes, plata y oro y tiene un claro estilo romántico.
Antes de Ekaterina, otras princesas de Hannover han lucido esta pieza. La última que se la ha puesto fue la princesa Carolina de Mónaco, segunda mujer de Ernesto de Hannover, con el que se casó en 1999, que la lució en 2004 en las celebraciones de la boda de Federico, príncipe heredero de Dinamarca, con Mary Donaldson. En esa ocasión Carolina conjuntó la diadema con unos pendientes de brillantes, también florales, y un llamativo broche en el pecho, los dos de su propiedad.
Anteriormente, Chantal Hochuli, primera esposa de Ernesto de Hannover y madre de los príncipes Ernest August y Christian de Hannover, la lució en algunas celebraciones entre 1981 y 1997, periodo en el que duró su matrimonio con el jefe de la Casa real alemana.
Ha tenido que pasar más de una década, 14 años en concreto, para que esta importante joya real coronase de nuevo a una princesa de Hannover. Quién sabe si en el futuro Ekaterina decidirá lucirla de nuevo en alguna cena de gala o en otro boda real a la que acuda como invitada.
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