Por mucho que ellos lean sobre tendencias, visiten decenas de joyerías y consulten con la madre o la mejor amiga, al final la elección del anillo de compromiso se reduce a la personalidad de la novia, o, a un nivel más complejo, a sus gustos. Que el estilo del anillo no case con lo que llevaríamos normalmente no significa necesariamente que la joya resulte decepcionante o que no queramos llevarla, aunque puede suceder que, una vez en nuestra mano, nos planteemos cómo adaptar esta nueva (y a menudo carísima) pieza a nuestro estilo personal, sin ofender a nadie. A diferencia de lo que sucede con la alianza, en la elección del anillo de compromiso no suele tener voz la novia, a pesar de que ésta sea una joya para toda la vida.
Acertar o no con el anillo, o incluso cambiar de opinión sobre él, es una cuestión algo peliaguda, ya que lo último que querría cualquier pareja en este momento es herir los sentimientos del otro. Por un lado, están la emoción de comprar un anillo que pensamos perfecto, la emoción de entregarlo y la emoción de pasar toda la vida juntos. Por otro, la pieza supone un desembolso económico importante, y gastarlo en una joya que no gusta del todo tampoco resulta una decisión fácil. No es algo poco común: la historia reciente nos ha dejado ejemplos de anillos 'míticos' sobre los que se cambió de opinión, siendo el más sonado el que Raniero de Mónaco le entregó a Grace Kelly al pedirle en matrimonio, una banda eternity de rubíes y diamantes. La pieza acompañaba a la actriz en su primera visita a los Estados Unidos tras su compromiso, un viaje recogido en imágenes por la revista 'Life', pero no es la que viene a la mente cuando pensamos en el anillo de compromiso de Grace de Mónaco; la que si lo hace es el segundo anillo que el Príncipe entregaba a la estrella, un solitario de platino de Cartier engastado con un diamante de talla esmeralda. Los dos anillos ya entonces propiciaban toda suerte de rumores, entre ellos un posible cambio de opinión del Príncipe tras ver el estilo de joyas que se llevaban en Hollywood.
En las parejas en las que la pedida de mano no es tanto una sorpresa sino más bien una decisión tomada a medias, y que ya se ha debatido con antelación, este tipo de situaciones son menos frecuentes ya que la pareja, al hablar de boda, también habla de los detalles que la acompañan, incluido el anillo. No se trata tanto de ir a comprarlo juntos -aunque a veces sucede-, sino de mencionar el tipo de joya que nos gusta, o simplemente apuntar hacia nuestras piezas preferidas cuando se las vemos en la mano a otra persona, o colocadas en una vitrina. Este tipo de 'pistas' son las mejores y las más preventivas para evitar un disgusto tanto para ellas, si la joya no gusta, como para ellos, si tienen que pasar por el mal trago de pensar que no han elegido el anillo correcto: si estáis hablando de boda, lanza alguna que otra idea al aire, aunque sea simplemente sobre el estilo de la joya (un solitario, el pavé francés, una banda de platino, una piedra de color...).
Entre las posibles alternativas que pasan por llevar un anillo que se sale de nuestro estilo hay varias soluciones 'diplomáticas' que pueden funcionar sin que tengamos que devolverlo o no llevarlo puesto más que en ocasiones puntuales. La primera es la más evidente: intentar hacer la joya nuestra. Y eso pasa por cambiar de opinión sobre ella. Prueba a llevarla varios días, combínala con otras piezas de tu joyero, o pregúntale qué le hizo inclinarse por esa pieza en concreto. A menudo, conocer por qué la otra persona pensó que ese anillo sería 'El Anillo' hará que veamos la joya con otros ojos.
Una alternativa algo más radical es la de recombinar o cambiar algunas de las piedras, modificando la disposición o incluso la talla de alguno de los diamantes: la pieza sigue siendo la misma pero podemos por ejemplo incorporar unos diamantes en talla baguette o un halo clásico en los laterales, si queríamos una joya con más destellos, o sustituir el solitario de talla redonda por uno de talla esmeralda, dependiendo de si queremos un anillo más clásico o uno como... el de Grace Kelly, por poner un ejemplo. Se trataría de una solución a medias, para contentar a ambas partes. También es posible plantearse esperar al primer gran aniversario (por ejemplo, los cinco años de matrimonio), para modificar la pieza.
La tercera y última solución: combinarlo con otras piezas de joyería, por ejemplo, colocándolo entre dos anillos más sencillos o con banda pavé, si se trata de un solitario sin halo. Busca entre las piezas de tu joyero, o invierte en una joya nueva, que sea la perfecta compañera de tu anillo.