Cada cambio de armario revela que gran parte de nuestra ropa permanece sin o con muy poco uso. Adquirimos nuevas prendas continuamente en lugar de revitalizar las existentes con nuevos estilos o combinaciones. Según un estudio de Hot Or Cool en Berlín, tener un máximo de 74 prendas nos permitiría crear al menos 20 conjuntos diferentes, adaptados a diversas ocasiones... Pero todas sabemos que, si consideramos la ropa de verano e invierno, acumulamos muchas más de 74, e incrementamos un fenómeno consumista excesivo y nada necesario que lo único que hace es continuar alimentando nuestro deseo de comprar más, y dañar el planeta por el camino con este exceso de demanda. Teniendo en cuenta que la industria de la moda es una de las más contaminantes del planeta, debemos tener una premisa clara: para estar a la moda, no es necesario tenerlo todo; simplemente debemos cuidar nuestras prendas actuales y reparar aquellas que han sufrido desgaste con el tiempo. ¿Cómo? A continuación, te lo explicamos.
Lee siempre las etiquetas
El primer paso que debemos tener en cuenta antes de adquirir una prenda es su composición. En la etiqueta está todo, por lo que ahí encontraremos la información suficiente como para saber si esa prenda durará varios años, o si se trata de una pieza temporal que nos servirá solo para asumir la tendencia. Sea cual sea nuestra elección de compra, debemos tener en cuenta que algunas prendas, independientemente del material en el que estén fabricadas, deben lavarse del revés para evitar enganches, como todas aquellas que cuenten con botones grandes, las que sean de tejidos delicados, o las que tengan cremallera. También resulta crucial revisar que no haya nada en el interior de sus bolsillos o costuras pues, más allá de desteñir o dañar nuestras prendas, pueden arruinar también nuestra lavadora.
El lavado perfecto
Antes del lavado, se debe separar la ropa según colores y tejidos; dividiéndola en grupos como colores claros, colores oscuros, ropa blanca y tejidos delicados, así como tener en cuenta que cada uno de ellos cuenta con productos específicos para su lavado y programas diferentes. Desde Los Bordados de Isabel (@losbordadosdeisabel), una tienda-taller de textil de hogar y moda de niños, nacida en los años 70, apuntan: "Es esencial conocer las características que forman cada prenda. Hay algunas, como nuestros albornoces o toallas, que al ser de algodón 100% requieren un lavado en agua fría, a 30 grados. El algodón es propenso a la contracción cuando se expone al calor, por lo que lavar en agua fría minimiza el riesgo de que las fibras de algodón se contraigan, lo que ayuda a mantener la forma y el tamaño original de la ropa, así como a preservar su suavidad". Otro apunte: para que el lavado sea efectivo, es muy importante no sobrecargar el tambor, así como utilizar la cantidad correcta de detergente según las indicaciones del fabricante.
Ante la duda, lava a mano
Aunque en la etiqueta ponga que puedes lavar a máquina, si todavía queda alguna duda, es mejor que laves tu ropa a mano. Es más laborioso, requiere más tiempo y esfuerzo, pero es una opción que nunca falla, sobre todo, si lo que pretendes es lavar tejidos muy delicados, como los que llevan encaje, que por el roce pueden verse dañados a máquina. Con el lavado a mano puedes controlar mejor la temperatura del agua para prevenir la decoloración. Además, generalmente implica menos fricción y menos estrés mecánico en las fibras de la ropa, lo que puede prolongar la vida útil de las prendas.
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La importancia de tender bien
Realizar un buen secado también es importante. Si sueles secar al aire libre puede que alguna vez te haya pasado: tiendes una prenda en las cuerdas del tendedero y, por poner la pinza en el lugar incorrecto, ha quedado marca. Muchas veces esa marca hasta daña la prenda, así que colgar la ropa como es debido no solo es aconsejable, sino que resulta imprescindible. Sacude bien las prendas antes de colgarlas, estíralas bien y cuélgalas desde el dobladillo inferior de la prenda, preferiblemente en las costuras laterales, o desde las mangas.
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Adapta tu look al tiempo y a cada ocasión
Cuando se trata de vestir, hay un dos factores clave a tener en cuenta que pueden dañar nuestra ropa de inmediato. Por un lado, el tiempo atmosférico. No es lo mismo vestir para los días de sol y calor, que para los de lluvia o invierno. Algunas pieles, como el ante, cuando se mojan se llenan de marcas del agua, y, a no ser que tengamos gran habilidad con el cepillo o llevemos esa pieza a la tintorería, poco podemos hacer para solucionarlo. Por otro lado, la ocasión en la que luzcamos un conjunto es muy importante. Si, por ejemplo, acudimos a una fiesta de noche en un local, es probable que nos caiga alguna gota de copas de otras personas en la pista de baile, por lo que es preferible que llevemos prendas de tejidos fáciles de limpiar. Si, en cambio, decidimos organizar una jornada campestre o una ruta por la montaña, también es preferible que apostemos por tejidos que no se enganchen fácilmente con las plantas o calzado cómodo que pueda resistir la caminata y el barro.
Aprende cuándo doblar y cuándo perchar
Si alguna vez has tenido dudas, apunta la siguiente pauta. Debes perchar las prendas que quieras mantener sin una sola arruga y cuyo tejido pueda ser más propenso a arrugarse (algodón o lino) o a dañarse, como los trajes, camisas, blusas y vestidos que no sean de punto. Por el contrario, entre la que puedes doblar solemos encontrar la de carácter casual, como las camisetas, los pantalones vaqueros, las sudaderas, los pijamas, la ropa interior o los calcetines. Toda la que se dobla se puede colgar, pero la que se percha casi nunca se debe doblar, ya que pueden quedar marcas.
Repara antes de tirar alguna prenda
El estudio de Análisis de la recogida de la ropa usada en España determina que, tan solo en terreno patrio, desechamos 900.000 toneladas de ropa al año. De esta cifra, 88% acaba en vertederos, y el porcentaje restante termina en contenedores de ropa. Ese 12 % es restaurado, o sus telas se emplean para crear prendas nuevas. Sin embargo, hay una opción fácil que tenemos todos al alcance de nuestra mano si queremos reutilizar nuestra ropa en mal estado, dar un aire nuevo a nuestros armarios sin gastar mucho dinero, o no tener que prescindir de esa pieza que tanto nos gusta si posee alguna tara: repararla. Una solución tan fácil como recurrir a una modista o casa de arreglos para pedirle que arregle el desgaste o la rotura que hayamos apreciado. Más allá del ahorro que supone, motivos para hacerlo hay de sobra: al no tirarla ni deshacernos de ella, ayudamos a reducir la huella de carbono, los residuos y el consumo de agua.
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Comprar menos, pero comprar mejor
Que las tiendas de segunda mano y aquellas que fabrican con materiales sostenibles o respetuosos con el medio ambiente hayan alcanzado gran auge entre las generaciones más jóvenes es un hecho que evidencia su compromiso ecológico. Teniendo en cuenta que la moda es la segunda industria más contaminante del mundo, tiene sentido que así sea. De hecho, comprar menos ropa e invertir más dinero en piezas de calidad es una tendencia que se encuentra cada vez más en auge. Por eso, estamos asistiendo ante un aluvión de firmas cuya producción se basa en la demanda y en el reciclaje de tejidos, como Behén Studio (@behen.studio) o LE·BOBÚ (@lebobu_brand), dos de las muchas que han aparecido para hacer frente al fast fashion y ayudarnos a comprar con conciencia y crear armarios que ayuden al planeta: "Cuando seleccionamos los tejidos para dar vida a nuestra colección, nos encanta darle ese toque único a nuestra elección de materiales. Nos sumergimos en los excedentes de la industria en busca de tesoros olvidados. De esta manera, no solo aprovechamos tejidos descartados por otras empresas, sino que también contribuimos a minimizar nuestro impacto en el planeta", nos cuenta sobre el funcionamiento de esta última marca Alexandra, su fundadora, recordándonos la importancia que tienen las famosas '3R' (reducir, reutilizar, reciclar) para el mundo de la moda. Además, entre los propósitos del slow fashion también se encuentra respetar el trabajo y las condiciones de las personas que cosen y diseñan, una garantía de calidad que bien merece la pena tener en cuenta.
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