A lo largo de su vida, Diana de Gales fue una pionera irremplazable que sacudió los esquemas preconcebidos sobre la Casa Real Británica y se acercó, más que nadie, al pueblo. Su carácter revolucionario, sin embargo, no siempre fue bien avenido, especialmente si hablamos de aquellos momentos en los que la Princesa se opuso a las tradiciones reales en contra de la voluntad de la Reina. A pesar de la buena relación entre ellas, pues Isabel II estuvo encantada con Diana desde antes de su compromiso con el príncipe Carlos, uno de sus estilismos más icónicos fue motivo de disgusto para la soberana. La protagonista de esta historia es una gargantilla de esmeraldas estilo art déco que perteneció inicialmente a la reina María, abuela de Isabel II, y que esta decidió obsequiar a su nuera como regalo de bodas en 1983.
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Isabel II jamás llegó a estrenar esta pieza de Alta Joyería, pues le resultan incómodas las gargantillas ajustadas y prefería que su nuera la tuviese. Esta, por supuesto, la presumió con orgullo en numerosas ocasiones durante los primeros años de su matrimonio, aunque resalta una entre todas. Durante su segunda gira por Australia con el príncipe Carlos, en octubre de 1985, concretamente en la gala del hotel Southern Cross de Melbourne, Diana de Gales deslumbró a la prensa internacional al complementar un vestido de satén turquesa, diseñado por David y Elizabeth Emanuel, con aquella reliquia real de una forma nunca antes vista. ¿Qué le disgustó a su suegra? El problema no fue que llevase la alhaja de esmeraldas al baile, como había hecho en anteriores eventos, sino la forma en que decidió incorporarla.
¿Cómo surgió este golpe de creatividad?
Aparentemente, la inspiración del look fue totalmente accidental. La biógrafa real Kitty Kelley relata en su libro The Royals que la Princesa trató de ponerse el collar sobre su cabeza, en lugar de tomarse el tiempo de abrocharla, porque tenía prisa. Cuando se atascó y no le pasó de la nariz, el diplomático canadiense Víctor Chapman supuestamente la convenció de que lo usara como tocado: "Déjalo ahí, es joven y divertido, como tú".
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De las favoritas en su joyero hasta el final de su vida
Aquel altercado con la Reina tal vez la convenció no volver a profanar aquella prenda tan preciada para ella, por lo que en los años siguientes 'Lady Di' se limitó a portarla en su versión original. Se tiene registro de al menos cinco oportunidades en las que la llevó de aquella manera convencional, incluso después de su divorcio, entre 1985 y 1997: a un banquete en el Hotel Claridge de Londres, en una cena oficial organizada en homenaje al primer ministro australiano Robert Hawke, con motivo de una fiesta en el Hotel Dorchester, para una gala anual del Baile benéfico del Diamante y, finalmente, en la celebración por su cumpleaños número 36, el último de su memorable vida, tan solo dos meses antes de su trágico accidente.
No fue la última vez que lo hizo
Al parecer, Diana de Gales sacó doble provecho de más de un regalo de bodas. En 1985, durante una visita diplomática, el Príncipe Heredero de Arabia Saudita le obsequió un set de joyería de diamantes y zafiro, compuesto por un collar, un reloj, una tiara, pendientes y un anillo. La Princesa ordenó transformar algunas de estas piezas en una gargantilla de diamantes adornada con un zafiro ovalado y una cinta de terciopelo azul. Así lo llevó (alrededor del cuello y cumpliendo su función inicial) a más de una cita importante en los meses siguientes. Primero, con motivo de un espectáculo londinense de ballet en el Teatro Su Majestad; después, a un concierto benéfico en Gales y, posteriormente, durante el mismo viaje a Australia en el que ocurrió el altercado con las joyas de la Isabel II.
Fue en la gira de 1985 por Australia cuando obtuvo la idea de lucir sus vistosos collares como bandanas de gala, empezando por las esmeraldas para pasar en pocos meses a otras de sus gargantillas. Un año después de ese mítico baile en Melbourne, Diana repitió la novedosa fórmula usando la alhaja de zafiro saudí para una cena formal en el Palacio Imperial de Tokio, presidida por el Emperador Hirohito. Así fue como en mayo de 1986 inmortalizó este voluminoso vestido drapeado en color azul medianoche a tono con sus joyas, del creador nipón Yuki Torimaru, en conjunto con la 'nueva' diadema de su vestidor, casi a la par con sus habituales tiaras Lover's Knot y Spencer.
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