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'Extravaganza' floral
Esta verdadera fantasía floral de luz y color transformada en joya nos trae a la mente la evocación de la opulencia y exquisita delicadeza de la joyería oriental; sin embargo, la firma italiana consigue hacer una personal reinterpretación en clave contemporánea para crear una pieza maestra compuesta por gemas talladas en forma de hojas y motivos vegetales. Las esmeraldas se entremezclan en perfecta armonía con las amatistas, los granates mandarinas y los diamantes.
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El arte del color
De nuevo volvemos a encontrarnos con una pieza de alta joyería en la que el magistral joyero italiano ha hecho una audaz apuesta por el color. Un color que viene dado por la extraordinaria combinación de las impresionantes gemas que, con paciencia y exactitud milimétrica, ha habido que tallar y pulir. El violeta de las amatistas, el rojo de las rubelitas y las pequeñas hileras de diamantes que sirven de nexo de unión de la pieza conforman una verdadera obra de arte del detalle y la armonía cromática.
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Glamour eterno
Este espectacular colgante está formado por un zafiro talla cojín de 43 quilates con forma de pan de azúcar. En torno a esta talla de ensueño se disponen diamantes y zafiros engarzados formando una esplendorosa corola. Los zafiros talla perilla de dimensiones perfectas que conforman el collar, junto con los diamantes confieren a la pieza en su conjunto una asombrosa sutileza. Contemplándolo nos viene inevitablemente a la memoria aquel espelendoroso collar que Richard Burton regaló a Liz Tylor cuando le declaró su amor: el famoso zafiro 'Sautoir'. Una reinterpretación del joyero italiano de una joya que la diva lució en sus mejores momentos.
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El esplendor de Costa Esmeralda
Los colores de este maravilloso collar nos traen inmediatamente a la mente la riqueza de tonalidades que caracterizan este idílico y glamuroso destino de la costa de Cerdeña. Turmalinas, granates mandarinas y peridotos conforman un caleidoscopio cromático realzado por la pericia del maestro joyero a la hora de pulir estas piedras preciosas.
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Colores positanos
Una vez más Bulgari vuelve a demostrar su audacia con este maravilloso collar, muy en la línea de las cadenas que la firma italiana diseñó en los años 70. Aunque, a primera vista, su atrevida forma de pechera angular pudiera traer a la mente algunas de las piezas que se exhibieron en la exposición que organizó el Museo Británico sobre Tutankamón, lo cierto es que el exuberante color que desprenden las amatistas, rubelitas y esmeraldas, todas ellas con un diamante incrustado en su centro, unido al juego repetitivo de sus motivos geométricos adornados con diamantes, vienen a evocar otra imagen más cercana en el tiempo: las composiciones de los artistas que hicieron grande uno de los movimientos artísticos que marcó la década de los 60:  op art o optical-art.
6/20
Perfume de Capri
Un espectacular ‘collar-jardín’ que viene a representar el encanto y la exuberancia floral de Capri, isla italiana situada frente a la costa de Nápoles y que durante los años 60 y 70 se convertiría en uno de los destinos preferidos por la jet set europea y americana. Esta asombrosa pieza está conformada por una cascada de lágrimas de rubelitas color buganvilla, peridotos de talla perilla, en tonos entre el verde y el amarillo cítrico, y unas pequeñas flores de jazmín talladas en madreperla rematadas en su centro por diminutos diamantes.
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Memorias persas
Este impresionante brazalete de la firma italiana nos traslada a las ricas tradiciones de la joyería de origen indio y mongol. Lo más llamativo de la pieza es el tamaño de las seis esmeraldas que conforman el brazalete, su canto redondeado y el fulgor verde que contrasta con los destellos blancos de los diamantes y el rojo de los rubíes. Una obra maestra de Bulgari que reinterpreta la influencia oriental venida de Persia y la India para adaptarla a la elegancia y la personalidad de la mujer del siglo XXI.
8/20
El glamour de una mirada
Su asombroso y divertido diseño está decididamente pensado para realzar uno de los atributos femeninos por excelencia: la mirada. Y decimos asombroso porque la propuesta de Bulgari parece traspasar la frontera que existe entre el mero complemento y la joya para ofrecer un accesorio tremendamente original formado por una impactante montura ovalada, de clara inspiración ‘retro’, sobre la que se ha ensamblado una filigrana de oro cubierta de diamantes que evocan unas larguísimas pestañas, muy al estilo de las grandes estrellas del cine de los años 60.
9/20
Un viaje al carnaval de Venecia
Un segundo modelo que nos traslada con la imaginación a la ciudad de los canales para vivir una experiencia de lujo y glamour. Bulgari ha transformado unas gafas de clara inspiración sesentera en una ‘máscara’ que se apoya en una varilla lateral para hacer más visual esa referencia a los opulentos bailes de disfraces de la Venecia del siglo XVIII.

La parte delantera de la gafa está ornamentada con una rosa elaborada en oro blanco y esmeraldas rodeada por un abanico de plumas de colores; y es que este modelo esconde también veladas referencias al estilo ‘femme fatale’ de los años 30 y 40: sólo hay que recordar algunas de las escenas más famosas de la historia del cine con aquellas fascinantes mujeres envueltas en su boa de plumas, pero que dejaban al descubierto la perfección de su cuello y sus hombros.
La varilla se puede retirar y la ‘máscara’ se transforma de nuevo en unas gafas, un complemento que vuelve a recuperar su estatus de seductor accesorio contemporáneo.
10/20
El complemento perfecto
Con el mismo mimo y cuidado con que trabaja y diseña una pieza de joyería, Bulgari presenta uno de los complementos imprescindibles para completar un ‘look’ perfecto: el bolso 'Diva'. En esta ocasión, se trata de una reinterpretación en clave moderna de un bolso de mano que acabó por convertirse en uno de los accesorios-icono de los años 50: el bolso ‘tote’. Realizado en piel de cocodrilo y en atrevidos pero elegantes colores (la paleta cromática que se puede encontrar  va del azul topacio al verde esmeralda, pasando por el rosa té, el rosa frambuesa o el verde agua), este accesorio, ultrafemenino, aúna con perfecta armonía funcionalidad y estética.

Como es habitual en los trabajos de Bulgari, el bolso incorpora un elemento decorativo distintivo: en esta ocasión es el famoso motivo ‘serpenti’ que aparece también en sus joyas. En esta ocasión, aparece encarnado en la figura de un reptil, una joya en sí mismo por el gran trabajo artesanal con el que ha sido creado, que se desliza sobre la parte superior del bolso.
11/20
Greta Garbo (1905-1990)
Cuando se habla de grandes divas del cine, ‘La Divina’, ocupa, sin lugar a dudas, un puesto de honor. Su espectacular belleza, casi perfecta, y ese aura de misterio que la envolvió han contribuido a crear una leyenda en torno a ella. Su verdadero nombre era Greta Lovisa Gustafsson y nació en Estocolmo en 1905. Trabajó como dependienta y modelo comercial hasta que la descubre el cineasta Mauritz Stiller, que se convirtió en su mentor y la promocionó en Hollywood, no sin antes rebautizarla con el nombre de Greta Garbo. Aunque, finalmente, será el productor Louis Meyer quien consolide su carrera cinematográfica. En 1926 llega su primer éxito, 'El demonio y la carne', dirigida por Clarence Brown. En este filme, que protagonizó junto a John Gilbert (que llegó a ser su pareja en la vida real), encarnó de manera magistral el arquetipo de ‘femme fatale’.

Greta Garbo protagonizaría un gran número de películas mudas hasta que en 1930 rueda su primer filme sonoro: Anna Christie, papel por el que sería nominada a un Oscar. Al contrario que otros grandes intérpretes del cine mudo su incursión en el cine sonoro, con su voz profunda y sugerente, terminó de enamorar al público que ya entonces la había entronizado como una de las grandes reinas de Hollywood.
Ana Karenina (1927), Inspiración, Mata Hari (1931), Gran Hotel (1932), La reina Cristina de Suecia (1933), Margarita Gautier (1936) son algunas de sus inolvidables películas. En todas ellas proyectaba la imagen de una mujer trágica que sufría por amor, hasta que se encontró con uno de los grandes maestros del cine, Ernst Lubitsch quien nos descubrió a una Garbo con grandes dotes para la comedia en Ninotchka (1939).

En 1941 rodó La mujer de las dos caras que, a la postre, se convertiría en su última aparición en la pantalla. Tenía 36 años, estaba en lo más alto de su carrera, pero decidió retirarse para sorpresa de todos.
La Academia le concede el Oscar honorífico en 1954, pero se niega a recogerlo porque según dicen “no quería ver la cara de nadie”. Encarnación del glamour y la sofisticación más absoluta, fue la actriz mejor pagada de Hollywood de su época. Su personalidad introvertida, distante e independiente no ha hecho más que alimentar la leyenda de una mujer que permanecerá en el imaginario de los amantes del cine. Murió en su apartamento de Nueva York el 15 de abril de 1990, alejada de todo y de todos.
12/20
Rita Hayworth (1918-1987)
Esta maravillosa mujer, cuyo verdadero nombre era Margarita Carmen Cansino (su padre, bailarín de profesión, era de origen español), se convertiría no solo en una de las actrices más emblemáticas de la época dorada de Hollywood, sino también en la mujer más deseada de aquel tiempo, un preludio de lo que posteriormente representaría otro de los grandes ‘sex-symbol’ de la gran pantalla: Marilyn Monroe. Su relación con el mundo del espectáculo comenzó a los 13 años cuando acompañaba a su padre como pareja de baile en sus giras por diferentes ciudades, demostrando, ya entonces, sus cualidades para la danza. Unas cualidades que, posteriormente, pudimos seguir admirando gracias a las películas que protagonizó junto a dos leyendas del musical americano: Fred Astaire (‘Desde aquel beso’ (1941), ‘Bailando nace el amor’ (1942); y Gene Kelly (‘Las modelos’ (1945).

Además de sus dotes como bailarina, también comenzó a destacar por su extraordinaria belleza, y los grandes productores de Hollywood pusieron sus ojos en ella. Trabajó para la Fox, pero fue en la Columbia donde se convertiría en una estrella, no sin antes tener que experimentar una transformación: cambió su apellido por el de Hayworth, se sometió a dietas de adelgazamiento y se tiñó el pelo de rojo. El artífice de este cambio, que la convertiría en el mito que hoy conocemos, fue el productor Harry Cohn, un hombre que llegó a obsesionarse con ella, aunque Rita nunca le correspondió.

Su consagración como actriz se produjo en los años cuarenta y, muy especialmente, por su interpretación de ‘Gilda’ (1946). Su imponente físico y su actuación junto a Glenn Ford la catapultaron a lo más alto del ‘star system’. Un mundo que poco tenía que ver con su personalidad, tímida y frágil, lo que no fue obstáculo para que ante la cámara transmitiera una fuerza arrolladora. Cinco matrimonios fallidos: Edward Judson, Orson Welles (con quien tuvo una hija, Rebeca), el príncipe Ali Khan (con quien tuvo a su segunda hija, Jasmine), el actor Dick Haymes y el director James Hill fueron suficientes para hacerla desistir de encontrar la felicidad fuera de la pantalla. Se le atribuye una frase que ilustra muy bien lo que sentía: “Los hombres se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo”. En 1976 se retira del cine; el implacable Alzheimer comenzaba a hacer estragos. Murió en Nueva York en 1987, tenía 68 años. Sin embargo su mito, su leyenda siempre permanecerá entre nosotros.
13/20
Ava Gadner (1922-1990)
Quién le iba a decir a Ava Lavinia Gardner, que nació en un pequeño pueblo de agricultores de Carolina del Norte, que se iba a convertir en uno de los grandes iconos del cine del siglo XX. Su fuerza, su magnetismo y su presencia en la gran pantalla iban a transformarla en uno de las actrices más fascinantes de la época. Una fascinación que se extendió fuera de la pantalla, posiblemente alimentada porque vivió una vida en la que no cabían las medias tintas. Fue la mujer más feliz del mundo y también la más desgraciada. Pero, sobre todo, fue una mujer que eligió vivir su vida, algo que no todos supieron comprender en una época donde las mujeres tenían que amoldarse a clichés predeterminados. Según Marcos Ordoñez, escritor, crítico cinematográfico y autor del libro ‘Beberse la vida. Ava Gardner en España’, en Hollywood existían dos tipos de actrices: las que tenían glamour, es decir, aquellas que fueron una mera ‘creación’ de los estudios, y las que tenían fulgor, una cualidad que forma parte del carácter de una persona, y Ava Gardner fue dueña de un fulgor que aún hoy sigue encandilando al público.

Según los expertos, en la extensa filmografía de la actriz existen cuatro películas claves que pueden explicar su recorrido dentro del cine: Forajidos, dirigida por Robert Siodmak en 1946 (porque supone la aparición del arquetipo de la mujer fatal), Mogambo, dirigida John Ford en 1953 (porque nos descubre a una Ava Gardner con magníficas dotes para la comedia), La condesa descalza, dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1954 (por muchos considerada una ‘biografía secreta’ de la actriz, en ella hace su aparición la otra cara del mito, la víctima de su propio impulso por vivir intensamente) y, por último La noche de la iguana, dirigida por John Huston en 1964 (una adaptación de la obra teatral de Tennessee Williams donde Ava borda un personaje visceral, sensual y lleno de inseguridades).

Se casó con los actores Mickey Rooney (1942) y Artie Shaw (1945), matrimonios brevísimos en el tiempo, hasta que conoció a su tercer marido: Frank Sinatra (1951) con quien estuvo casada seis largos y tormentosos años. Nunca más volvería a pasar por el altar (eso sí, tuvo una larga lista de amantes, entre otros, los toreros Luis Miguel Dominguín y Mario Cabré), aunque para ella Sinatra sería siempre el amor de su vida. Huyendo de él y del ambiente de Hollywood recaló en España para, como dice Marcos Ordoñez, ‘beberse la vida’ en el sentido más literal de la palabra, trayendo la luz, el color y la alegría de vivir a un país por entonces en blanco y negro. Murió en Londres, un 25 de enero de 1990, pero ella, como los grandes mitos siempre permanecerá entre nosotros.
14/20
Katharine Hepburn (1907-2004)
Actriz inmensa, con infinidad de registros, volcó su don tanto en el cine como en el teatro. Ha sido una de las más grandes actrices de todos los tiempos como lo atestiguan sus cuatro Oscar (Gloria de un día (1933); Adivina quién viene esta noche (1968); El león de invierno (1969) y En el estanque dorado (1982) y la infinidad de premios que recibió a lo largo de su longeva carrera. Pero Katharine es una de esas pocas actrices cuya leyenda ha trascendido las pantallas del cine porque tuvo un estilo propio tanto dentro como fuera de su profesión. Independiente, inteligente y mordaz fue una mujer cuya rebeldía la llevó, en ocasiones, a enfrentarse a los grandes gerifaltes de la Meca del cine y a vivir siempre de espaldas ‘al qué dirán’.

Nació en Hartford (Connecticut), en el seno de una familia acomodada y liberal(su madre, sufragista, y su padre, un médico de Nueva York), lo que debió influir en su manera de enfrentarse a la vida, con una actitud diferente al papel que se les reservaba a las mujeres a comienzos del siglo XX. Todo el mundo coincide en que fue una de las mujeres que mejor supo llevar los pantalones, y a pesar de sus rasgos andróginos para la época destilaba feminidad y sofisticación a raudales, lo que la llevó a convertirse también en un icono de modernidad y de la moda.

Estuvo casada seis años con Ludlow Ogden Smith, pero tras divorciarse (nunca quiso tener hijos) fueron muchos los hombres que cayeron rendidos a sus pies, entre ellos, el director John Ford o el también cineasta Howard Huhges. Pero su vida quedó para siempre marcada cuando conoció a Spencer Tracy, que se convirtió en su gran amor durante 27 años, un romance que le llevaría a protagonizar uno de los grandes escándalos de la época porque él estaba casado, jamás se divorció de su mujer y Katharine tampoco se lo pidió. Con él no solo vivió su particular historia de amor, también interpretaron juntos películas tan memorables como La mujer del año (1942), La costilla de Adán (1949), La impetuosa (1952) o Su otra esposa (1957), entre otras. Sin embargo, Katharine ya había dado muestras de sus dotes interpretativas en comedias como La fiera de mi niña (1938), junto a Cary Grant, o Historias de Filadelfia (1940), junto a James Stewart y de nuevo Cary Grant. En 1951 protagonizaría La reina de África, otra de sus grandes películas junto a otra pareja de ensueño: Humphrey Bogart.

A partir de la década de los 70 sus apariciones se hacen más espaciadas, aunque tuvo tiempo de realizar otra interpretación inolvidable en 1981 en El estanque dorado, junto a Henry Fonda, que moriría poco tiempo después. Su última aparición en la gran pantalla se produjo en 1994, en Un asunto de amor, con Warren Beatty y Annette Bening. Katharine Hepburn murió en 2003 después de haber vivido momentos gloriosos en su profesión, fruto de su constancia y trabajo, porque fue una mujer que no dejó de crecer tanto en su vida profesional como personal.
15/20
Lauren Bacall (1924)
Su fascinante mirada, clara, incisiva y un puntito irónica hizo que la apodaran ‘The Look’. Pero no solo fue su mirada la que ha subyugado a generaciones enteras de admiradores, también su elegancia innata y el hecho de haber sido una de las grandes damas de la escena teatral, porque Lauren Bacall no solo fue una brillante estrella de la época dorada de Hollywood, también lo ha sido sobre las tablas de los escenarios de Brodway o Londres.

Su verdadero nombre es Betty Jean Perske y nació en Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes judíos. Aunque estudió durante un tiempo interpretación fue su profesión de modelo la que le abrió las puertas de la meca del cine. Tenía tan sólo 19 años cuando su imagen en la portada de Harper’s Bazaar llamó la atención de la mujer del director Howard Hawks, que estaba intentando encontrar una actriz protagonista que diera la réplica al gran Humphrey Bogart en la que se convertiría en una de las grandes obras maestras del cine negro norteamericano: Tener o no  tener (1944). Y el destino quiso que no solo interpretara a la inolvidable Slim, sino que además encontrara al gran amor de su vida. A pesar de que entre ellos existía una diferencia de edad de 25 años, se casaron en 1945 y formaron una de las parejas más estables (tuvieron dos hijos) de la época hasta la muerte del actor, que se produjo en 1957. En 1961 volvió a casarse, esta vez con el también actor Jason Robards, de quien se divorciaría seis años más tarde.

Su imagen de mujer inteligente, seductora y elegante está indisociablemente unida al cine negro con títulos como Cayo Largo, El sueño eterno o La senda tenebrosa, pero también la hemos podido ver en comedias (Como casarse con un millonario, junto a Marilyn Monroe y Betty Grable) o en melodramas (Escrito en el viento, con Rock Hudson, Robert Stack y Dorothy Malone). Trabajadora incansable, siempre ha hecho gala de una enorme profesionalidad, que ha mantenido hasta la actualidad (hasta hace relativamente pocos años hemos podido verla, incluso, en series de televisión, como Los Soprano). Ha recibido innumerables premios y reconocimientos a toda una vida dedicada a la interpretación: Oscar honorífico, premio Donostia, varios Globos de Oro, dos Tonnys de teatro...
Pero a sus 89 años, Lauren Bacall nos ha dado también una gran lección a todos sobre cómo envejecer con dignidad.
16/20
Elisabeth Taylor (1932-2011)
Esta mujer de belleza espectacular y extraordinarias dotes interpretativas nació con el ‘star system’, en la época en la que los grandes estudios de Hollywood eran una fábrica de estrellas y se encargaban de catalizar los sueños de millones de espectadores en todo el mundo. Sin embargo, y como suele ocurrir con unos pocos elegidos, Elisabeth trascendió el mundo del celuloide a través de su particular recorrido, tanto profesional como vital. Se podría decir que Liz Taylor creció delante de los espectadores, pues comenzó su carrera con tan solo 10 años, cuando un productor la contrató hechizado por su belleza. Firmó contrato con la Metro y a partir de estos momentos comenzó a consolidar su carrera cinematográfica (Fuego de juventud (1944); El coraje de Lassie (1946); Mujercitas (1949) o El padre de la novia (1950), película que protagonizó junto a Spencer Tracy).
En la década de los 50 comenzó a interpretar papeles de mujer adulta y compartió cartel con grandes estrellas del firmamento de Hollywood (Montgomery Clift, Robert Tylor, Joan Fontaine o James Dean y Rock Hudson con quienes protagonizó otro de los grandes títulos de la historia del cine, Gigante (1956). Pasaban los años y Liz pareció optar por interpretar a mujeres fuertes, independientes y atormentadas, que la alejaron, poco a poco, de aquella imagen de mujer guapa e inocente de sus inicios.

Pero Elizabeth Taylor no sólo destacó por convertirse en una gran diva y estrella de la pantalla, su intensa vida personal también comenzó a aparecer en las revistas, entre otras cosas, porque rompía con los cánones moralistas de la época. Sin embargo, más allá de sus siete matrimonios, de su atormentada relación con Richard Burton (a quien conoció durante el rodaje de Cleopatra, en 1963, y con quien se casó y divorció dos veces), nos queda el trabajo de una magnífica actriz, que recibió dos Oscar (Una mujer marcada (1961) y Quién teme a Virginia Wolfe (1967) y sendas nominaciones por inolvidables películas que han quedado como grandes momentos de la historia del cine: El árbol de la vida (1957), La gata sobre el tejado de zinc (1958) o De repente, el último verano (1959).

A partir de la década de los 70 y los 80 Elizabeth participa en producciones de menor interés y las intercala con trabajos para la televisión. Es el momento en que se abre paso otra faceta de su personalidad: su labor humanitaria en la lucha sin cuartel que mantuvo contra el sida. Se retira definitivamente en los años 90 para seguir con su labor humanitaria, que no dejó de ejercer hasta su muerte, acaecida el 23 de marzo de 2011. Nos dejó después de más de seis décadas de carrera y más 50 películas. Con ella concluyó la época dorada de Hollywood.
17/20
Audrey Hepburn (1929-1993)
Elegante como ninguna y con un encanto personal que enseguida atrapó al gran público Audrey fue, además, una extraordinaria actriz que trabajó con algunos de los más grandes directores de cine de la época. Comedia, dramas, thriller, histórica, melodrama... la verdad es que es difícil escoger entre sus películas. Nacida en Bruselas, en una familia adinerada, se educó a caballo entre Gran Bretaña y Holanda, estudiando danza (una de sus grandes pasiones) en Londres y Amsterdam. No se libró de vivir durante su infancia los años de la ocupación nazi, en una época en la que Europa vivía machacada por la guerra la guerra.

Audrey Hepburn no entendió nunca por qué la gente admiraba su belleza y llegó a decir sí misma que era una ‘buena mezcla de defectos’, poniendo de ejemplo su nariz y sus pies, que ella veía demasiado grandes. Pero da igual, aunque efectivamente su belleza no respondía a los cánones de la época, el público siempre la vio enormemente humana. En 1953 protagonizó junto a Gregory Peck su primer gran éxito: Vacaciones en Roma, donde interpretaba a una aristócrata que quería vivir de forma anónima en la ciudad y, desde entonces, siempre se la consideró una ‘princesa’. Con esta película recibió el Oscar, convirtiéndose en aquel año en la actriz revelación.

A estas películas siguieron otras inolvidables interpretaciones: Sabrina (1954), Guerra y paz (1956), Cara de ángel (1957), Historia de una monja (1959) Desayuno con diamantes (1961), Charada, (1963), Encuentro en París, My Fair Lady (1964), Dos en la carretera (1967) o Robin y Marian (1976) conforman parte de su extensa filmografía, a lo largo de la cual recibió infinidad de premios: cuatro nominaciones a los Oscar, dos Globo de Oro, tres premios BAFTA o una Concha de Oro en San Sebastián.

Pero Audrey Hepburn no solo fue admirada por convertirse en una de las grandes estrellas del cine, por haber sido considerada uno de los grandes iconos de la elegancia (siempre permaneció fiel a su gran amigo Givenchy), también lo fue porque supo retirarse unos años del cine para cuidar a sus dos hijos, fruto de sus dos fallidos matrimonios con Mel Ferrer (en la imagen de la izquierda)  y Andrea Dotti y, sobre todo, porque la última parte de su vida fue el primer rostro conocido que que apoyó la causa de UNICEF, labor que le fue reconocida con un premio especial, el Jean Hersholt, y que recibió a título póstumo porque esta actriz maravillosa murió en Suiza en 1993. Tenía 63 años.
18/20
Grace Kelly (1929-1982)
Representó la elegancia, el misterio y la sensualidad no solo en el cine, sino también en la vida real. Fue una gran estrella que abandonó su prometedora carrera cinematográfica para convertirse en la esposa del príncipe Rainero III de Mónaco.
Nacida en Filadelfia, en el seno de una familia acomodada, desde muy joven mostró su interés por la interpretación. De hecho a los 18 años se marcha a Nueva York para iniciar sus estudios de arte dramático que compatibilizó con trabajos como modelo y donde desde muy pronto comenzó a despuntar. Era el final de la década de 40 y los inicios de los 50, una época en el que la moda mezclaba belleza, feminidad y un puntito de picardía, y ella reunía todas estas cualidades hasta el punto de que con el transcurso de los años pasaría a convertirse en un icono de moda y del estilo de vida de la época.
Sus primeros trabajos como actriz se produjeron a finales de los años 40 en los escenarios de Broadway, aunque finalmente se trasladó a Los Ángeles para probar suerte en el cine. Su primer papel (todavía como actriz secundaria) lo consiguió a los 22 años en un filme de Henry Hataway, Catorce horas (1951), y a partir de estos momentos le bastaron cinco años para transformarse en una de las actrices más reconocidas de la época.

Detrás de su apariencia impecable, de señorita educada y distante se escondía una mujer pasional. En sus biografías se recoge que mantuvo una intensa vida sentimental. Gary Cooper (con quien trabajó en Solo ante el peligro (1952), Clark Gable con el que compartió protagonismo en Mogambo (1953) y William Holden (del que se enamoró perdidamente cuando rodaron Angustia de vivir (1954) fueron algunos de los actores con los que se la relacionó. Y fue precisamente con esta última película cuando consiguió el Oscar a la mejor actriz.

Su filmografía fue muy breve (once películas), sin embargo aún tuvo tiempo de trabajar con uno de los directores de cine que mejor supo ‘explotar’ esa atractiva imagen de mujer enigmática, distante y sensual: Alfred Hitchkock, que la convirtió en una de sus actrices fetiche. Con él Grace rodó Crimen perfecto, La ventana indiscreta (1954) y Atrapa a un ladrón (1955).

Y fue en 1956 cuando Grace Kelly da el paso más importante de su vida al casarse con Rainiero y pasar a ser su Alteza Serenísima, la Princesa Grace de Mónaco. Era el 19 de abril de 1956 y con este matrimonio rompe con su carrera en el cine para vivir su particular cuento de hadas y dedicarse a su nuevo papel institucional y sus tres hijos. Desgraciadamente, este cuento de hadas se truncó cuando el 14 de septiembre de 1982 sufre un grave accidente de coche que le ocasionaría la muerte. Tenía 52 años, pero a pesar de este golpe del destino su recuerdo permanece imborrable en la memoria de todos.
19/20
Sofía Loren (1934)
No solo ha destacado por poseer uno de los físicos más deseados del mundo, también por sus dotes interpretativas, su inteligencia y una férrea voluntad que la llevó a conseguir todo lo que se propuso, incluido convertirse en una de las grandes divas del cine de los años 50 y 60.

Sofía Villani Scicolone,
su verdadero nombre, nació en Roma, pero pasó su infancia en un pueblo cercano a Nápoles junto a su madre, después de que su padre se desentendiese de ellas. Durante su infancia y adolescencia vivió los duros años de la posguerra con el hambre y la miseria rondando su vida, un hecho que marcó su carácter para siempre. Por aquel entonces, convertirse en artista era sinónimo de ‘ganarse el pan’ haciendo prácticamente de todo, y de ello se encargó personalmente su madre que vio en la espectacular belleza de su hija una manera de salir de la pobreza. Así, una jovencísima Sofía comenzó por actuar como extra en películas, se presentó a casting para modelo de fotonovela y participó en diversos concursos de belleza que, a la postre, se convirtieron en su gran oportunidad, porque en uno de ellos conoció al que sería no solo su mentor, sino también el amor de su vida: el productor Carlo Ponti, que se casaría con ella en 1957. Sofía tenía 23 años y él 39.

La entrada de Ponti en su vida hizo que se le abrieran las puertas del cine. A mediados de los 50, Sofía Loren rivalizaba con las estrellas italianas del momento (Gina Lollobrigida, Claudia Cardinale, Silva Magnano...). Pero fue en los años 60 cuando llegó su consagración. En 1962 rueda Dos mujeres, una película de Vitorio de Sica, basada en una obra de Alberto Moravia, en la que interpretaba a una madre violada junto a su hija durante la guerra. Este memorable papel obtuvo premios en Canes, Berlín, Venecia y un Oscar a la mejor interpretación en lengua no inglesa. A partir de estos momentos comenzó a brillar en el firmamento de las estrellas.

Alternó trabajos en Italia y en Hollywood, completando una extensa filmografía, aunque la actriz siempre trabajó más cómoda en su tierra natal donde rodó películas que le hicieron ganarse el respeto de la crítica y consolidar la admiración del público (Matrimonio a la italiana (1964), dirigida por Vitorio de Sica; y Una jornada particular (1970), de Etore Scola). Trabajó con algunos de los galanes más importantes del momento (Charlton Heston, Cary Grant, Frank Sinatra...) aunque en la memoria de todos permanecen sus trabajos con su gran amigo Marcello Mastroianni con quien rodó doce películas que les convertirían en una de las parejas más admiradas del cine.

A partir de los 80 las apariciones de la actriz se espacian en el tiempo, aceptando solo proyectos muy puntuales para poder volcarse en su familia y enfocando su actividad más hacia la publicidad y la televisión. En 1991 la Academia le concedió el Oscar honorífico.
Han pasado los años, pero su porte de gran dama, su elegancia y glamour siguen causando la admiración de todos.
20/20
Natalie Wood (1938-1981)
Su verdadero nombre fue Natalia Nikolayevna Zajarenko y nació en San Francisco en el seno de una familia de inmigrantes rusos.
Al igual que ocurrió con Elisabeth Taylor, Natalie fue otra niña prodigio del cine que comenzó su andadura en el séptimo arte a la edad de cuatro años. Su madre, una mujer obsesionada por convertir a su hija en una estrella del cine no escatimó ningún esfuerzo a la hora de presentar a su hija en cuantos casting podía. Entre sus primeras apariciones cinematográficas cabría destacar Mañana es vivir (1946), en la que compartió trabajo nada menos que con Orson Welles y Claudette Colbert, El fantasma y la señora Muir, dirigida por Joseph Leo Mankiewicz o De Ilusión también se vive (ambas de 1947). Hay quien dice que esta madre tan acaparadora, que buscaba el éxito de su hija a toda costa, marcó el carácter de Natalie porque pasó su vida entre adultos sin poder ser lo que realmente era: una niña. Por aquel entonces, los estudios RKO le impusieron el apellido Wood. 1952 y 1955 fueron años que pasaron sin pena ni gloria para una adolescente que ya demostraba su belleza física y sus cualidades interpretativas.

Sería precisamente en 1955, cuando la actriz tenía 17 años, el momento en que le llegó su primer gran éxito por su interpretación en Rebelde sin causa, consiguiendo ser la actriz más joven en recibir una nominación al Oscar. Por aquel entonces todo el mundo le achacaba una relación con James Dean, su compañero de reparto, pero en realidad con quien mantuvo un breve idilio fue con el director de la cinta: Nicholas Ray, 26 años mayor que ella. Estas diferencias de edad con sus amantes fueron una constante en su vida. Natalie Wood ha sido relacionada con Michael Caine, Steve McQueen, Tony Curtis, Dennis Hopper o Warren Beatty.
Después de rodar Centauros del desierto a las órdenes de John Ford, vendrían dos de las películas que contribuyeron a afianzar su posición estelar: Esplendor en la hierba, dirigida por Elia Kazan y West Side Story (1961). Mientras tanto, la vida privada de Natalie hacía aguas. Su matrimonio con Robert Wagner (1957), con con quien en sus primeros años se había zambullido en el glamuroso ambiente de Hollywood, iba de mal en peor. Las constantes discusiones provocadas, según se dice, porque el actor no pudo soportar estar a la sombra de la fama de su mujer hicieron que Natalie lo abandonara y se lanzara a los brazos de Warren Beatty, con quien formó una de las parejas del momento; pero también entró en una espiral de adicción a las drogas que, a la postre, marcarían el trágico final de la actriz.

Tendrían que pasar 9 años para que la pareja Wagner-Wood volviera a casarse, curiosamente la boda se produjo en el yate ‘Splendor’, lugar en el que la actriz encontró la muerte en 1981 al caer al agua. En el barco estaban su marido, Robert Wagner, su compañero de rodaje en la película Brainstorm, Christopher Walken y el capitán. En principio, las causas de su muerte no estuvieron claras y en 2011 se reabrió el caso pero, más recientemente,  los jueces han llegado a la conclusión de que la actriz se ahogó por estar bajo los efectos del alcohol y las drogas.
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