De largo midi y sin mangas, el plato fuerte del diseño que potenciaba la silueta de reloj de arena de Penélope Cruz era su ornamentación. Además de finas plumas en las mangas y a modo de volantes repartidas por la falda, la pedrería salpicaba el exclusivo diseño de la firma británica. Brillantes, abalorios anaranjados, rojizos y rosados y piedras con forma de gota de agua, en azul, convertían la pieza en un auténtico vestido-joya.
Con un diseño que era puro maximalismo, la elección de Penélope en cuanto a joyas se limitó a unos pendientes largos de oro con cristales de Swarovski, un juego que pertenece a la colección que hizo con la marca de joyas. Otros detalles que sumaron puntos de estilo, sin llegar a sobrecargar el ornamentado vestido, fueron las sandalias de Jimmy Choo, el modelo Ophelia, y un bolso de mano a juego.