Después de que La sociedad de la nieve arrasara en la 38º edición de los Premios Goya con un total de 12 estatuillas, cuesta creer que alguien no sepa lo que ocurrió el 13 de octubre de 1972. La adaptación de Juan Antonio Bayona acerca del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya es la tercera que se hace de lo ocurrido aquel día que los Old Christians, un equipo de rugby de Montevideo, se estrellaron en el corazón de Los Andes. Tras 72 días atrapados en uno de los entornos más hostiles e inaccesibles del mundo,16 de sus 45 pasajeros consiguieron sobrevivir para contar su historia, la misma que, en colaboración con todos ellos, el director español quiso plasmar en la gran pantalla. Ante la ausencia de Anatomía de una caída en la categoría de Mejor Película Internacional, todo apunta a que podría conseguir un Oscar en la próxima gala del 10 de marzo, así que hemos querido sumergirnos todavía más en los entresijos de su estadía en las montañas nevadas.
La ilusión de un viaje con amigos en plena primavera: así empezaba el viaje de los Old Christians
El año 1972 en Chile fue el peor en cuanto a acumulación de nieve en la cordillera por tormentas, sumando seis metros de altura. Antes de emprender el viaje que cambiaría sus vidas (y acabaría con las de sus compañeros), los jóvenes supervivientes no tenían idea de esto: "Era un ambiente muy distendido, veníamos todos con ropa bien veraniega porque estábamos ya en primavera, una primavera calurosa y linda", relata Gustavo Zerbino en el documental Naúfragos de Los Andes.
Pensemos que, para estos deportistas, era más que una oportunidad para competir fuera de sus fronteras: hablamos de un fin de semana largo, en compañía de sus mejores amigos, para hacer turismo, salir de fiesta e incluso pillar algunos suvenires. "Dijimos: 'vamos a aprovechar, son cuatro días y Chile está baratísimo", recuerda Adolfo 'Fito' Strauch, y afirma que muchos de ellos llevaron solo esencial, que no siempre es lo más práctico. Antonio Vizintín lo confirma: "Me había comprado una americana azul nueva para ese viaje".
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Un vestuario de época
El galardonado figurinista Julio Suárez acudió a Peris Costumes para dar vida a parte importante de la trama, esa que transcurre fuera de la inmensidad nevada. La universidad, la iglesia, el aeropuerto... son escenarios cotidianos que exigían, en cualquier caso, ser contextualizados, de ahí que el equipo de vestuario tirase del stock de piezas originales de época por el que esta empresa se ha hecho hiperconocida entre los cinéfilos. Puede que no te suene primeras, pero seguramente has visto vestuario de su repertorio en Los Bridgerton, The Crown o La casa del dragón.
Tanto los trajes de los militares chilenos como los del personal sanitario o los pilotos fueron confeccionados en sus talleres, a la par que el equipo de vestuario de La sociedad de la nieve, que trabajaba desde Madrid, se dedicaba a buscar muestras de tejido e investigar sobre la indumentaria que llevaban los supervivientes.
Si bien Netflix desembolsó 60 millones de euros para la realización de la película, siendo el presupuesto más alto de la plataforma para una producción de cine español, sabemos que optimizar recursos es clave para llevar a cabo cualquier plan: "Julio necesitó ropa que se repitiera, que sin ser un uniforme de universidad, también pudiera ser del club donde entrenaban", nos comenta Myriam Wais, Directora de Comunicación en Peris Costumes.
Esta homogeneidad se consiguió a través de una gama de tonos azules sobre patrones clásicos (chaquetas, corbatas...) que fuesen fácilmente intercambiables entre sí y encajasen con el estilo 'pijo' estos jóvenes bien cuidados, los cuales aún vivían con sus padres en hogares conservadores de buena posición social. En el vestuario, encontramos una gran cantidad de prendas vintage, pero también muchas otras confeccionadas especialmente para la filmación. Y es que se llegaron a hacer hasta siete repeticiones de una misma pieza.
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Los jerséis se tejieron a mano basándose en documentación de la época para imitar esos que vestían los propios supervivientes a principios de los años 70. De hecho, en el marco del Festival de Venecia 2023, se hizo viral una publicación en las redes sociales de Roberto Canessa donde se puede ver a Matías Recalt (quien interpreta su papel en la película) probándose tres de los jerséis originales que lo acompañaron en su travesía.
Uno de ellos se lo había tejido su novia Lauri, quien pasaría a ser su esposa una vez rescatado; otro, se lo había comprado ella Bariloche para que pudiese usarlo en Chile. ¿Quién hubiera dicho que acabaría llevándolos uno sobre otro durante 72 días? "Todo esto lo seguimos guardando porque mi suegro, Luis Surraco, quien también participaba de las búsquedas cuando estábamos perdidos, me sugirió que guarde la ropa", escribió el cardiólogo junto al carrusel de imágenes.
Mocasines, el calzado que jamás llevarías a la nieve
El equipo de Julio Suárez dio prioridad en la selección a los vaqueros, puesto que fue precisamente con la década de los 70 que los pantalones tejanos experimentaron una auténtica revolución en cuanto a siluetas e innovación. Todos los jóvenes querían llevarlos, puesto que eran un símbolo de la modernidad. Algo similar ocurre con el calzado. Tenemos que tomar en cuenta que no todos los pasajeros del 571 eran deportistas ni vestían uniforme de juego fuera del campo, así que pasaron más de dos meses surcando la nieve con mocasines o zapatos de vestir.
Suárez recuerda que los actores, en plena grabación, se resbalaban porque, evidentemente, no se trata ni del calzado más aerodinámico ni del apropiado para estar en la montaña. Algunos de ellos, sin embargo, sí que llevaban deportivas con tacos. En años 70, el mercado estaba dominado por los modelos de Adidas, con su carcateristico diseño bicolor de franjas laterales, prueba de que la moda es cíclica ahora que, 50 años después del accidente, estos se han vuelto virales entre la generación Z.
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Qué tenía de especial el personaje de Enzo Vogrincic
Son sutiles los detalles que ayudan a esbozar un retrato de cada personaje y estos poco a poco se hacen cada vez más evidentes. Suárez puso especial atención en Numa (Enzo Vogrincic), que es quien narra la historia en retrospectiva para los espectadores. "Era un joven que no jugaba rugby, sino en un club de fútbol y decidí, como prenda principal, la cazadora de pana, que era muy popular en la época y me permitía que tuviese solapas de diferente color y textura para enriquecer los planos”. A diferencia de sus compañeros, se le vistió con pantalones sport y zapatillas con la intención de dar cuenta del futbolista que soñaba ser.
La película se grabó en escenarios de nieve real, como Los Maitenes (Chile) o Sierra Nevada (Granada, España), para que los actores pudiesen experimentar en cierta medida lo que sintieron los supervivientes, quienes tuvieron que adaptar su vestuario cotidiano a condiciones climáticas extremas para mantenerse con vida. El equipo se fijó en su instintiva decisión de superponer varias capas de prendas, una técnica que incluso utilizamos actualmente para sacar partido a nuestra ropa de entretiempo durante el invierno.
Aun así, está claro que tres o cuatro jerséis de lana no pueden competir con la nieve en pleno corazón de Los Andes. "El equipo de vestuario liderado por Suarez creó nuevas piezas para protegerse del frío: cables del avión pasaron a ser cinturones, tapizado de asientos, todo tipo de estrategias dejando atrás la época para volverse más primitivos", nos cuenta Wais. Desaparece la imagen de los chicos acomodados que dejaron Montevideo cargados de ilusión.
Cables de avión que sirven como hilo
A medida que los supervivientes se habituaron al inóspito escenario que los alojaría durante 72 días, comenzaron a desarrollar estrategias nuevas para mantenerse calientes. El tejido aislante que formaba parte de la construcción del fuselaje del avión sirvió para confeccionar un gran saco de dormir, así como chalecos para llevar durante el día. Este descubrimiento les permitió ganar autonomía durante la noche. En lugar de permanecer apiñados sin nada que hacer, en la oscuridad de la montaña, enebraban aguja e hilo. Les dio un propósito. Todo ello quedó registrado en el Museo de los Andes de Montevideo, donde el figurinista pudo acceder a prendas, fotografías, artículos de prensa de la época, entre otras fuentes que dan testimonio de la peripecia.
"Conforme avanzaban los días, los actores iban perdiendo peso, sentían frío y estaban cada vez más débiles, entonces surgía la necesidad de fabricar nuevos instrumentos, como cinturones con cables o manoplas para, cuando tenían que escarbar en la nieve, dejar de sentir ese frío tan penetrante"- desvela Alejandro Navas, sastre de set, en exclusiva a Peris Costumes - "Todas estas necesidades que ellos iban sintiendo, nos las iban trasladando y así nosotros corregíamos y ayudábamos en la medida de lo posible. Eso al final se plasmó en la cámara y es espectacular".