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¿Comprarías ropa de imitación? Por qué la generación Z no rechaza las falsificaciones

Más allá de los motivos económicos, se encuentra un poderoso valor ideológico detrás de este hábito de consumo joven. Hablamos con una experta en salud mental para analizar la situación


Actualizado 15 de enero de 2024 - 9:48 CET

Una costura diferente, un detalle en la etiqueta o una letra mal puesta. Identificar un producto de imitación no es tarea sencilla. Hay prendas que, de no ser porque les delata su precio, se camuflarían entre las auténticas a los ojos de los consumidores comunes. Pero esa esencia camaleónica, que tanto inquietaba a los compradores de falsificaciones antes, siempre preocupados por encontrar la mejor imitación, no es un factor importante para la próxima generación que moverá la economía, la generación Z

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Estudios recientes señalan que la generación Z prefiere comprar ropa de imitación antes que prendas de marcas. 

- Moda sin estacionalidad, una tendencia en auge

El último informe de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) señala que España es el cuarto país que adquiere más productos falsificados de la Unión Europea. Y, de los compradores, el 45% de los jóvenes de entre 15 y 24 años ha adquirido algún producto falso en el último año, siendo la ropa (17,2%) y el calzado (13,9%) los sectores más demandados. Aún hay más: este grupo de edad no solo es uno de los principales responsables de que crezcan estas ventas, sino que además, según el mismo análisis, se encuentran a favor, y hasta presumen de ellas.

“Los jóvenes han normalizado con total naturalidad comprar casi el mismo diseño más barato. Ellos no lo ven como algo que se deba ocultar, sino más bien al revés. Para ellos es un logro y un motivo de orgullo”, explica sobre este fenómeno la psicóloga y cofundadora de Serena Psicología, Lorena González. Es decir, si antes el hecho de que alguien nos descubriera luciendo una falsificación nos generaba vergüenza y sentíamos caer en picado nuestro estatus social, parece ser que ahora sucede todo lo contrario, porque lucir un producto que no sea original parece usarse como resistencia al sistema capitalista.

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Más allá de los costos económicos, que suelen ser elevados, los valores ideológicos de esta generación de jóvenes son otros de los factores que ayudan a las conclusiones de estos estudios.

Comprar imitaciones, una tendencia que viaja más allá del dinero

Teniendo en cuenta que la generación Z lidera la revolución del consumo consciente (con tendencias como apostar por la sostenibilidad, o la compra deropa vintage y de segunda mano), las falsificaciones desafían a las marcas de renombre, siempre en el punto de mira por sus prácticas poco éticas y el precio que cobran sus trabajadores. Al mismo tiempo, también ofrecen la posibilidad de lucir un bolso con un diseño similar, casi idéntico, de firmas como Chanel o Fendi, sin tener que gastar miles de euros en el mismo. Un factor relevante si analizamos la situación económica de los jóvenes a día de hoy: el estudio  Gen Z and Millennial Survey, editado por Deloitte, concluye que más de la mitad de encuestados afirmaron “vivir al día” con su salario. Y, es que, si se vive al día y no hay ahorros para comprar una casa, ni un coche… ¿cómo va a haber dinero para adquirir, aunque sea, el bolso más pequeño y económico de Tefar, que cuesta 150 euros, por muy viral que se haya hecho? De haberlo, además, se gastaría en viajes y en ocio, según apuntalan también los informes de tendencias y prioridades de consumo de los últimos años.

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Las redes sociales actúan de motor para impulsar las falsificaciones. 

Las redes sociales, un altavoz para las falsificaciones

El hashtag #dupesfashion suma millones de visualizaciones en la red preferida de esta generación, la china TikTok. En los vídeos que se engloban bajo esta categoría podemos verlo claro, tanto en moda como en terreno de perfumes. Más allá de mostrarnos imitaciones que marcas low cost o de precios asumibles lanzan tomando como referencia colecciones de firmas de lujo (las vemos todos los días), encontramos usuarias, como Tali (@foodieboootie), que cambian las etiquetas de sus prendas por otras de mayor renombre o precio. Otras, como Madeline Sims (@madelinesimseey) se graban cosiendo y escriben, sin tapujo alguno, el propósito de su vídeo: “creando imitaciones de prendas que no te puedes permitir”. Resulta evidente decir que las redes sociales son un caldo de cultivo para la creación y expansión de las imitaciones. Los creadores de contenido utilizan las plataformas, no solo para vender, sino también para compartir sus opiniones y recomendaciones acerca de productos falsificados.

“No es raro escuchar a los jóvenes comentar con naturalidad y presumiendo entre sus amigos sus deseos de comprar dupes, o hacer alarde del que ya se han comprado. Para ellos no es algo vergonzoso o sinónimo de pocos recursos, sino que es difundido con orgullo al considerar que se trata de una compra inteligente. Aquí juega un factor clave el contagio social que se produce, en parte, gracias a estas redes sociales”, comenta la experta en salud mental. Tiene razón, porque aquí también aparece otro factor relevante a tener en cuenta: la influencia que las consultoras de moda y los creadores de contenido despliegan sobre nuestros objetos de deseo. Si una chica que nos inspira a la hora de vestir, como Marta Lozano, luce un total look que nos encanta de Louis Vuitton, querremos encontrar ropa parecida para recrear su conjunto, aún a sabiendas de que su puesta en escena probablemente sea una colaboración con la marca. Es entonces cuando comienza nuestra búsqueda, y compramos prendas parecidas en otras tiendas que no amenazan tanto nuestros bolsillos. 

Sostenible, personal y viral: las exigencias de la 'Gen Z' revolucionan nuestro consumo

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Debemos recordar que, más allá de la competencia deslegal que suponen para las empresas que diseñan las prendas originales, las falsificaciones suelen traer consigo otras consecuencias, como la mala calidad de los tejidos.

Moda por encargo, la alternativa que une diseños de tendencia y sostenibilidad

Resulta esencial resaltar que el mismo informe de la Unión Europea que nos desvela que la generación Z prefiere las falsificaciones, destaca también otro dato: el incremento de su venta ha destruido 44.697 puestos de trabajo directos anuales, y ha provocado pérdidas económicas de 5.753 millones de euros tan solo en España. Más allá de ello, este mercado suele acarrear otras muchas consecuencias. La competencia desleal y la dudosa calidad de los tejidos son tan solo dos de las muchas desventajas que deberían llevarnos a replantear que, quizá, es mejor comprar menos…pero hacerlo mejor.