Cuando escuchamos por primera vez, y hasta por segunda en la película de Barbie, que las muñecas habían jugado un papel crucial en la inclusión de la mujer en el trabajo, esta afirmación nos parecía demasiado atrevida. Que viniera de una figura tan estereotipada como esta de Mattel parecía quitarnos permiso para desvincular su físico con el papel que había jugado en el feminismo. Sin embargo, la última temporada de las Semanas de la Moda más afamadas del mundo ha vuelto a lanzar su alegato a favor de demostrar que la moda es uno de los agentes de cambio y concienciación más potentes que existen.
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Más allá de otras controvertidas disputas en las que se encuentra inmersa - como la del tallaje o el calzado -, lo cierto es que los diseñadores más aclamados de la industria han lanzado colecciones de primavera/verano 2024 empeñadas en normalizar a la mujer en todas las profesiones, presentando conjuntos y prendas que bien podrían ser ideas modernas y estilosas para reinventar los uniformes de trabajo actuales. Y es que si algo queda claro es que existen varias maneras de analizar la ropa y de considerar la moda: por un lado, podemos fijarnos solo en el diseño; por otro, analizar su significado… pero también podemos unir ambas y desentrañar los mensajes encubiertos que aparecen tras la inspiración y las costuras que les definen.
De los looks de aviadora a los de científica moderna
En el desfile de Saint Laurent, Anthony Vaccarello vistió a sus modelos con conjuntos que podrían ser parte del atuendo de cualquier aviadora chic, para algunos, una labor todavía arraigada a los hombres. También marcas como Paco Rabanne, en una colección punk, fusionaron el utilitarismo militar con la elegancia y presencia distintiva del atuendo de una instructora de danza del vientre, uniendo dos labores socialmente vistas como opuestas. Incluso, Victoria Beckham se atrevió a enseñarnos un look de oficina, lucido por Kendall Jenner, cuyo top era un sujetador, y el complemento estrella unas gafas grandes que podría llevar cualquier científico en un laboratorio. Louis Vuitton, en su exitosa presentación, y también Chanel, lanzaron bolsos que bien podrían ser una cámara de cualquier fotógrafa; y esta última maison francesa trajo de vuelta las rayas propias de los marineros en looks casual de ente diario.
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Del mismo modo que los códigos de vestimenta cada vez parecen más diluidos en alfombras rojas y en el street style, y que el deporte ya parece comenzar a democratizarse y visibilizarse en todos los géneros, ahora la moda parece intentar jugar una nueva carta en su esfuerzo por desprenderse del estigma de frivolidad que históricamente le ha definido. O, al menos, nos gusta pensar que es así: que pretende derribar la ambigua tendencia de distinguir entre clases sociales por la profesión que cada uno desempeñe, así como por el género. Una declaración, sin duda audaz, que nos ayuda a desafiar las expectativas y a cuestionar los estereotipos arraigados en nuestra sociedad.
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Queda claro que estamos ante una auténtica revolución estilística, ante una oda que nos insta a cambiar nuestra manera de vestir, así como de paso, a cambiar también la forma en la que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Gracias a la visibilización que estos looks que citamos vistos en las últimas Semanas de la Moda, recordamos que la ropa puede ser más de lo que nuestros ojos aprecian; puede ser una etiqueta capaz de transmitir nuestra identidad, así como un arma fuerte para reivindicar, y lograr, la inclusión y la igualdad. Incluso cuando marcas, como Giambattista Valli, continúan poniéndonos románticos y vaporosos vestidos de princesas al frente. Porque, tal y como escuchamos, precisamente, en la película de Barbie, “las princesas también pueden ser valientes, inteligentes y luchar por lo que creen”. Poco más hace falta decir.