Cuando hace unas semanas Justin Bieber acompañó a su mujer, Hailey Bieber, al lanzamiento de la nueva colección de Rhode, los internatutas reaccionaron de inmediato nada más ver el look del cantante. Mientras que la empresaria y modelo desfilaba hasta el bar Pitti, lugar del Soho neoyorquino en el que se celebraba la presentación, pasada por la chapa y pintura luciendo un espectacular minivestido rojo a juego con unas sandalias con taconazo, el artista seguía sus pasos enfundado en un conjunto que bien podría parecer cualquiera de nuestros estilismos en una mañana de domingo más perezosa. Que para acudir a este evento él llevara un chándal gris de pantalón corto, dejara parte de su pecho al descubierto sin subir la cremallera de la sudadera del todo, y combinara sus características Crocs con calcetines blancos fue algo que no sentó bien a la mayoría de los críticos de moda.
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No suele ser frecuente ver a la pareja lucir looks tan dispares. Ambos siempre han copado titulares destacando por su buena sintonía a la hora de vestir, y hasta por parecer compartir armario. Sin embargo, el efecto que han provocado esta vez, sumado a otra de sus recientes salidas para una cena, ha superado a otros muchos momentos en los que las celebrities decidieron instaurar sus propias normas y sorprendernos con apuestas que, si bien a veces no siguen el dress code más común, otras se sitúan en el límite del mismo. Fue el caso de Florence Pugh en 2022 enseñando su pecho con un vestido semitransparente en el desfile de Valentino, o el de Irina Shayk en la afterparty de la MET Gala de este año, cuando nos mostró que un pantalón de chándal gris podía ser una opción espectacular para crear un look de fiesta si se sabía bien cómo llevarlo. También el de Jennifer Lawrence cuando, hastiada de sufrir con la dictadura del tacón, bajó los escalones del alfombra roja de Cannes en chanclas planas.
A pesar de que todos estos reconocidos nombres son un ejemplo perfecto de que la moda tiende cada vez más a abrir sus fronteras estilísticas, el street style que nos encontramos a diario también nos está enseñando que el juego de la industria tira, cada vez más, a llevar al límite los códigos de vestimenta adaptando muchos de ellos a nuestra personalidad. Cuando recurrimos a la estilista Mayte de la Iglesia preguntándole por esta 'rebeldía' nos explica uno de los motivos que más y mejor definen esta evolución del sector: "No creo que sea una rebeldía. Simplemente se está abogando por ser coherente 24/7, porque a día de hoy hay multitud de productos como los chándals o las zapatillas que son igual o más caros que prendas elegantes". Es decir, que las firmas de moda lleven años conjugando en sus colecciones prendas cómodas con otras menos funcionales no es casualidad, ni se trata solamente de una tendencia, sino de una verdadera declaración de intenciones que persigue un único propósito: hacernos sentir bien. Su método de trabajo es fácil, pues revaloriza prendas cómodas que nos permitan destilar nuestra personalidad y esencia en cada una de las situaciones que vivamos. Nada que parezca extraño si pensamos en la clara apuesta que la generación Z lleva años haciendo por la autenticidad en todas sus vertientes: desde en las piezas sostenibles, hasta en la ropa apta para todas las tallas, edades y estaciones.
Sí que hay una excepción en la que la estilista nos cuenta que la moda saca su lado más activista o rebelde: en la de los tacones. "La mayoría de las protagonistas de alfombras rojas han reconocido que los tacones nunca fueron su fuerte a la hora de moverse con ellos, y por eso han decidido bajarse". Es una evidencia vista en pasarelas, donde muchas modelos se han despojado, en directo, de sus zapatos altos; como en las calles, lugar sobre el que cada vez vemos menos calzado de grandes alturas. Además, tal y como la experta en moda nos ha comentado, que la sneakermanía (la fiebre por las zapatillas) no haga más que aumentar sus cifras y, con ella, su precio, termina de rematar la sentencia.
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¿Y si hay un dresscode establecido para asistir a un evento?
Que la moda esté apostando fuertemente por permitir a cada persona vestir como quiera no significa que haya que saltarse el dress code siempre que nuestro estilo no encaje en los mismos, porque lo cierto es que si se siguen ciertas pautas siempre puede ajustarse bastante. Como profesional arraigada a la moda por gusto personal y labor profesional, Mayte de la Iglesia nos dice: "Soy de las que opina que, si hay uno solicitado, cada uno desde su perspectiva ha de respetarlo porque probablemente un vestido de cóctel será algo totalmente distinto para ti que para mí, pero lo que está claro es que no siempre puedes aparecer en bikini y con un pareo".
Uno de los trucos que nos desvela la estilista consiste en jugar de manera sutil con las normas que se impongan: "Puedes respetar una parte de la norma. ¿Que piden que todo el mundo ha de vestir en un color determinado? Pues te ciñes a ello, pero buscas las prendas o los materiales que se ajusten a tu estilo". Si, como ella nos señala, en una boda el futuro matrimonio solicita a sus invitados que vistan de un determinado color que consideramos que no nos favorece lo suficiente, podríamos buscar tonos similares que se acerquen bastante a su petición, o combinar el que recomiendan con otros. Un consejo muy válido para situaciones como la que nos cuenta: "He ido a fiestas en las que se pedía ir con pijama y si no era un pijama de verdad -tops cuquis con acabados lenceros no eran admisibles- no se dejaba entrar a nadie".
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En looks que triunfan sobre el asfalto encontramos grandes ejemplos que nos demuestran que es posible combinar diferentes códigos estéticos y acertar, como todos esos que siguen la teoría del zapato equivocado que tan viral se hizo en TikTok, o aquellos sobre los que la propia Mayte de la Iglesia nos confiesa ser fan: "Para mí las sudaderas funcionan igual de bien que cualquier jersey, así que las visto, por ejemplo, con unos pantalones vaqueros blancos, bailarinas, y un collar importante sobre una falda de lentejuelas (para rebajar tanto brilli-brilli) o con un vestido extra largo con un buen cinturón a la cintura". El athleisure está instaladísimo en nuestro día a día, y, por el momento, marcas y referentes de moda nos indican que promete no desaparecer.
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Decir que la moda es cíclica es algo que cada vez resulta más manido. Si bien hay tendencias de antaño que vuelven (basta con repasar el perfil de Instagram que atesora la estilista, @aquellosmaravillososesilismos, para darse cuenta) el papel que juega ahora la industria es el de ampliar las definiciones y los horizontes de su puesta en escena, adaptándose a las demandas que la sociedad reclama en los nuevos tiempos. A modo de conclusión, nos sirve la opinión de la experta: "Veo el dress code como un punto muy interesante de información, a modo de referencia. Información útil más que una imposición, porque ¿quién no ha recibido un chat de alguna amiga preguntando 'qué te vas a poner'?". Equilicuá.