Si hace apenas unos días Máxima de Países Bajos nos deleitaba vestida con un chaleco reflectante para conmemorar el día de la construcción, poniendo en valor sus múltiples facetas como reina, ahora nos cautiva con otro registro radicalmente diferente, pero más propio de su rol en la institución. Desde este martes, se encuentra en plena visita de Estado a Bélgica de la mano de su marido, el rey Guillermo Alejandro, de modo que ha aprovechado el banquete de bienvenida ofrecido por Matilde y Felipe I para estrenar un look de gala digno de una soberana, pero también de una diva del cine.
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El vestido de gala de Máxima con guiño a Penélope Cruz
La reina de los holandeses ha acertado al completo con un nuevo vestido de gala hecho a medida por Jan Taminiau, su diseñador de cabecera, que presenta un cuerpo acorsetado repleto de bordados con un bonito escote barco y una impresionante falda de sirena adornada con infinitos volantes de tul a capas. Para no desentonar, ha complementado la pieza con un bolso de mano satinado en el mismo tono de rosa palo, de VHB.
En un principio, nos ha fascinado el movimiento de la cola del vestido en su paso por el salón, pero algo nos decía que no era la primera vez que eramos testigos de tal despliegue. En efecto, fue Penélope Cruz quien lució antes que nadie un diseño similar, aunque al otro lado del océano, en una de las noches más memorables de su carrera.
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Una apuesta de impacto para celebrar su primera nominación
En 2007, Penélope Cruz acudía por primera vez a los Oscar como nominada, y lo hizo en la categoría de Mejor Actriz Protagonista por su interpretación en Volver, de Pedro Almodóvar. Para la ocasión, llevó un vestido de Versace que, al parecer, fue una elección improvisada tras romperse la cremallera de su traje original poco antes de acudir a la alfombra roja, un teatral diseño de John Galliano, quien por entonces era director creativo de Dior.
Podemos decir que todo pasa por una razón, pues la española maravilló a la crítica con su corsé envolvente de amplísima falda de plumas en color rosa palo, un lookazo digno de una estrella en ascenso que ahora inspira a la realeza internacional.
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¡Vuelve la tiara Stuart!
A pesar del imponente despliegue de tul, Máxima no escatimó al momento de seleccionar las alhajas que luciría esa noche. De hecho, rescató la pieza más valiosa del joyero de los casa de Orange-Nassau, que solo lleva en visitas de Estado, celebraciones de carácter internacional o ceremonias de coronación. Hablamos de la tiara Stuart con su diamante azul de más de 40 quilates en la cima, uno que muchas veces intercambia o retira del todo para no opacar a sus anfitriones.
Hasta 1897, la tiara Stuart fue utilizada como gargantilla, pero ese mismo año se incorporó en otra tiara que la reina Guillermina, bisabuela del actual rey Guillermo, encargó para su investidura. El resultado fue una diadema de 900 diamantes, creada por Eduard Schürmann & Co. junto con un collar del mismo motivo y un espectacular broche en forma de lazo.
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