"Nada está tan premeditado", insiste una y otra vez Archie Alled-Martínez durante nuestra conversación. Sin embargo, cuesta pensar que el azar es responsable de su plaza en la prestigiosa Central Saint Martins, cuna de algunas de las mentes más brillantes de la industria de la moda. Tampoco fue cuestión de suerte que se hiciera en 2020 con el ansiado Premio LVMH, que presentase sus creaciones en la Semana de la Moda de París o que recibiera una llamada inesperada de Carine Rotfield para confeccionar una colección cápsula con Karl Lagerfeld, asignación que permitió al barcelonés encontrar pedazos del káiser en sí mismo: "Para mí, la premisa siempre ha sido: qué es Karl Lagerfeld en 2022, visitado por mí. Es orgánico, normal. Yo hago esta colección pensando en él con todo lo que he sido, lo que soy".
Claire Wright Keller, exdirectora creativa de Givenchy, lo alentó a empezar un sello con su propio nombre, con el que ha llegado a vestir a Harry Styles. "Serías tonto si no lo hicieras", vaticinó la diseñadora. Así fue como un plan B se convirtió en la mejor hoja de ruta, una que quizá costaba concebir siendo apenas un adolescente en Barcelona, pero que pronto cogió forma. "Yo quería hacer cirugía plástica porque se me daban muy bien las ciencias, así que imagínate" -confiesa entre risas- "Un día le robé la tarjeta a mi madre para hacer un curso en París y así comenzó todo". Nada sobre él es convencional: huye de los tópicos del Made In Spain, protagoniza un reality de Netflix y triunfa en todo lo que se propone.
-Comenzaste tu carrera haciendo tejidos de punto, ¿no?
El knitwear es mi especialidad, pero llegó de manera orgánica. En lo que llaman Diagnostic Week, cuando llegué a Saint Martins, me pusieron delante de una tricotosa (máquina para hacer tejidos de punto) y surgió algo allí. Me fascina la parte tecnológica. Tengo ese lado geek. En esa época, se estaba desarrollando mucho la tecnología del tejido de punto, pero no me convencía lo que se hacía. Todo estaba inclinado al athleasure o a lo más crafty, crochet con materiales poco convencionales. Yo hacía tejidos simples con materiales seleccionados cuidadosamente. En una muestra lisa, igual ponía una sola raya para que se viera de cierta manera en el corte.
-¿Por qué dejaste Londres por París?
Llevaba ocho años en Londres, así había llegado el momento de irme. Y tenía que ser París. Allí descubrí el balance perfecto entre lo que había olvidado, la buena vida del sur de Europa, y las facilidades que tiene una capital del norte.
-¿Cuándo descubres a Karl Lagerfeld?
Ese momento en el que yo lo descubro es el momento del Karl más icónico. Yo hablo mucho del deseo, de la época porn-chic de Carine. Para mí, tenía sentido volver a finales de los noventa y principios de los dos mil, sobre todo -también cerrando el círculo- porque una de las premisas que la marca me dio era que tenía que ser una colección genderless y la moda de ese momento era la silueta andrógina.
-¿Cómo llegaste a interesarte a fondo por la figura de Karl Lagerfeld?
Mi primer año en Londres fue nefasto porque no encontraba mi identidad. Pensaba en esa estética mediterránea tipo 'Jacquemusiana' porque soy de ahí y no me gustaba. No tengo ningún tipo de arraigo con el folclore español, entonces me preguntaba constantemente quién soy. Al máster en Saint Martins le doy absolutamente todo el crédito. Fabio Piras realmente formó lo que soy. Me faltaba la identidad de marca y él me aconsejó que estudiara la figura de Karl Lagerfeld y su obra.
-¿Cómo definirías la colección? ¿Cómo se dio ese proceso creativo?
Fabio me recomendó unos libros; entre ellos, The Beautiful Fall, de Alicia Drake. A partir de allí, comencé a descubrir este mundo de la noche de los años 70. Soy un apasionado de la historia. Cuando descubrí la figura de Jacques de Bascher, el gran amor de la vida de Karl, me fascinó la figura de este dandy con un toque perverso y oscuro. Ahí pienso en mezclar las dos cosas que me gustan: la ingeniería sofisticada de la sastrería, así como el bagaje técnico que tengo del punto, con esa imagen setentera. Todo en punto, añadiendo el denim.
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-¿Llegaste a conocer a Karl en persona alguna vez?
Después de dos años estudiando la figura de Karl, dos años de trabajo esclavizante que disfruté como nada, me dieron el premio por esa colección y finalmente le conocí. Fue la última entrega del premio a la que asistió antes de morir. Son cosas que luego piensas y dices: "Tenía que pasar". ¿Qué fue antes? ¿El huevo o la gallina? ¡No lo sé! Mi trabajo tiene gran parte de Karl, pero no de una manera premeditada. Hay varias maneras de entender el diseño y yo coincido con la suya, así como coincido con la de Carine. No se necesita recargar sino confiar en uno mismo y que la prenda hable por sí sola.
-¿Como es tu relación con Carine? Fue ella quien te llamó para colaborar con la marca
Yo me nutro mucho de ella. Mi descubrimiento sexual, visual, del mundo de la moda, viene de Carine. No es baladí que todo esté relacionado hasta en mi propio trabajo. Conocí a Carine cuando fui nominado para el premio en 2020, un momento mágico. Se acercó a mí, le expliqué que todo lo había confeccionado a mano y la cara le cambió. Me dijo que en principio se preguntaba por qué todo era tan básico. Cuando le conté que todo estaba íntegramente tejido, cobró sentido. Algo le hizo clic y pensó en Karl porque él era un apasionado del jersey. La chaqueta de tweed de Chanel comenzó siendo de jersey. Dos años después, con la pandemia de por medio, no se olvidó. Me llamó y lo ofreció. No pude negarme.
-¿Te costó como director creativo con una identidad propia trabajar con una marca tan establecida?
Mucho de eso, de trabajar sobre el terreno, lo aprendí en Givenchy. Preguntaba todo el rato y observaba. Eso me ayudó mucho a trabajar de una manera tan corporativa en el futuro. Entiendo la colección como una parte de merchandising, otra parte más vendible y otras piezas más de imagen y menos ponibles.
-¿Has cambiado mucho tu estética desde que te graduaste de Saint Martins?
Este cambio de rumbo no ha sido tal cambio, realmente lo que he hecho ha sido desvestir al mismo hombre. Esta obsesión por la mirada masculina y su belleza siempre ha estado. Los pantalones cortos de mis últimas colecciones se han convertido en tailoring shorts. He cumplido una meta, que es hacer sastrería tradicional sin punto. Y es que tenía que referenciarme a mí, pero la última premisa es que tenía que ser Karl. Ha trabajado para tantas marcas, es ese gran actor que ha hecho tantísimas películas, que el biopic de su vida te deja pensando: "¿Y ahora qué?".
-En tus últimas colecciones has hecho referencia a personajes olvidados como Roy Halston o Antonio López, ambos víctimas del sida. ¿Por qué se está reivindicando tanto a estos nombres? ¿Por qué querías hacerlo tú?
Hablo desde la experiencia personal. Walter Albini, Tony Viramontes, Roy Haltson... son genios que cayeron olvidados por el estigma del sida. No es más que usar mi altavoz para hablar de algo que pueda representar a mi comunidad. Después de la pandemia, tuve que revaluar mi modelo de diseño porque me faltaba que la gente encontrase un sitio en mi casa. ¿Qué tienes que decir? ¿Qué tienes que aportar al contexto? La marca exitosa es un triángulo perfecto: aportar algo que no se haya hecho, tener un público real y entender el contexto real de la moda, que cambia cada año y fluctúa. Es nuestra obligación como creadores del futuro entender muy bien el presente.
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-Protagonizas un reality en Netflix, como si faltase algo más en tu currículum. ¿Cómo surgió la idea de hacer First Class?
Lo de Netflix es 100% real. Somos un grupo con la facilidad de vivir bien por nuestra red de contactos, pero todo parte de la realidad, de una fiesta que le organizamos a Alex Agulló en Marruecos. Mis amigos son la familia que yo escojo y para Karl creo que era un poco lo mismo. Me sorprende descubrir cada vez más cosas que nos unen. De ahí toda esta serie de camisetas de Team Karl, un tributo al concepto de la familia que escojo.
-¿Crees que hubieras podido hacer todo esto sin salir de España?
En España no hay mucha apreciación al arte, al oficio, al mantenimiento. No estamos mirando hacia afuera sino que nos hemos metido en una burbuja en la que la meta es sentarse detrás de un ordenador a crear para el fast fashion que sustenta económicamente al país. Vivimos mucho del recuerdo de lo que hemos sido, de ese gran imperio, y ahora tenemos una asignatura pendiente con el futuro. Estudiando aquí probablemente no me hubiese podido especializar en punto como lo hice. Tenemos mucha industria, mucha historia, pero nos ha hecho falta conservarla. En Cataluña, el punto era vital y poco a poco está desapareciendo. En el norte de Italia, esto es una religión porque existe un respeto por ese oficio.
-¿Cómo llegaste a vestir a Harry Styles?
En Londres, conozco a Harry Lambert, el estilista de Harry Styles. Mi gran amigo Adrián Bernal me puso en contacto con él y le gustó mucho lo que hacía. Para su gira de 2019-2020, que fue cuando nosotros lanzamos la marca, me pidió una pieza destinada a un videoclip. Le dije que no, así que meses más tarde le hice una propuesta de looks y funcionó. Se puso uno y recientemente ha vuelto a contactarnos para que le hiciéramos más. Se alinearon los astros. Su brief era el mismo que nosotros y fue un paseo en góndola, libertad creativa absoluta. Desde su equipo, hay un gran apoyo al creador joven y la verdad eso es de agradecer.