Los reyes de los Países Bajos comenzaron ayer un viaje oficial en Austria con una reunión en la que Máxima brilló gracias a un elegante vestido-capa rojo firmado por uno de sus diseñadores de referencia, Natan, el cual coordinó con pamela a juego. Unas horas más tarde, el doctor Alexander Van der Bellen, presidente de la República, y su mujer, Doris Schmidauer, ofrecieron un banquete de gala en honor a los monarcas, quienes recuperaron su imagen más elegante apenas unos días después de su último evento de este tipo. El enclave no pudo ser más idílico, puesto que tuvo lugar en el Palacio Belvedere, donde visitaron obras de arte tan emblemáticas como El beso de Klimt. Como era de esperar, Máxima no defraudó y acaparó todas las miradas con un impresionante look de noche protagonizado por un diseño sencillo y joyas con historia.
Baño de perlas y diamantes
La semana pasada, eran los Reyes losa anfitriones de una cena oficial en el palacio de Ámsterdam, cita en la que la Reina reciclaba un vestido empolvado de hace 13 años y lo acompañaba de la tiara Mellerio, así como de los pendientes y gargantilla a juego. En esta ocasión ha preferido optar por un conjunto de perlas, en el que destacaba la tiara, realizada en 1900 para la entonces reina Guillermina e inspirada en la diadema de su abuela rusa, anna Pavlovna. Sin embargo, aunque la tiara sea de hace dos siglos, las perlas que la decoran (que, por cierto, pueden quitarse si se busca una imagen más minimalista) datan del siglo XVII. Le ha sumado unos pendientes colgantes de diamantes y perlas en forma de pera pertenecientes a Mellerio, así como una pulsera desmontable en los mismos materiales.
Destaca también el broche que lució prendido en el hombro, una pieza de diamantes -entre los que destacan cinco en tono rosa, un tipo excepcional- de la que cuelgan dos guirnaldas y otro pequeño lazo rematado por dos grandes perlas en forma de lágrima. Aunque esta última parte se puede quitar, Máxima prefirió en esta ocasión llevar la joya completa.
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Cuando menos es más
Cediéndoles todo el protagonismo a estas impresionantes creaciones, optó por llevarlas con un vestido de corte minimalista, aunque no por ello menos acertado. Se decantó por un diseño blanco de escote asimétrico, manga abullonada, silueta entallada y discreta cola, una prenda de Stella McCartney que estrenó en 2019, curiosamente acompañada de las mismas joyas que hoy. A modo de curiosidad, se trata de un modelo que también tiene otra royal europea, Charlene de Mónaco.
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Le sumó bolsito de mano plateado de Dior y, generando contraste, unas sandalias doradas de Gianvito Rossi con taconazo. Como suele hacer casi siempre que lleva tiara, recogió su melena rubia en un moño bajo, esta vez un peinado con raya al lado y volumen. Aportó una nota de color gracias a su labial rojo de acabado mate.